lunes, junio 17, 2024
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A Gabriel Rufián

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El proceso soberanista catalán ha convertido lo lógico en ilógico, lo relevante en irrelevante. Dedico mi columna de esta semana a Gabriel Rufián, portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya en el Congreso. Y digo, lo relevante se ha convertido irrelevante. Nunca pensé que llegaría a escribir sobre un político ilógico e irrelevante. Y sí, a usted señor Rufián quiero mostrarle, sin puntos y aparte, el terrible y estomagante sentimiento de vergüenza que sufro cuando escucho sus esperpénticas y surrealistas intervenciones parlamentarias. Usted que parece haber roto todos los moldes de la elocuencia y la creatividad política. Usted nació hace 35 años en una España netamente democrática, que le ha permitido y le permite decir, cuando le toca por turno, todo tipo de sandeces e improperios desde su bancada roja.

En un país en el que, señor Rufián y usted lo sabe, no se detiene a los políticos por su ideología, sino por la comisión de delitos y tropelías tipificadas en un Código Penal consensuado, ni se impiden las manifestaciones, ni las movilizaciones en la calle, ni las reivindicaciones laborales. Por eso, precisamente, porque hay democracia. La misma que no le impide a usted mismo, ni a nadie, entrar en el Parlamento de la Carrera de San Jerónimo con vaqueros, cazadoras “bomber” o camisetas de andar de copas. La misma que ha permitido amamantar en el hemiciclo o que los parlamentarios abandonen el debate cuando les da la gana. La misma democracia, señor Rufián, que le paga todos los meses la nómina por su trabajo, porque presuntamente se valora y se estima productivo lo que dice y lo que hace.

El mismo sistema político que le permite, señor Rufián, vivir en total libertad, con la máxima seguridad y en absoluta paz. Esa democracia que, según usted y los suyos, provoca miles y miles de detenciones injustas en Cataluña. Y todo un conjunto de falsedades que denuncian diariamente a coro y que están amparadas por el derecho a la Libertad de Expresión que también propugna nuestra democracia. Y por cierto recuerde, Rufián, que ese señor que vive en un palacio que pagamos todos, el Rey de España, también ha sido designado en democracia. Como usted, que es parlamentario gracias a la misma democracia a la que permanentemente insulta con sus argumentos de postureo sin más. Usted es el ejemplo más tangible del político antidemócrata, que describe, califica y acusa desde el debate revolucionario y hostil que habla de manos sucias y manchadas, de terrorismo de Estado, de estados de sitio y de represión. La democracia defiende la opinión de la mayoría y no de la minoría radical que pretende satisfacer más y mejor los intereses comunes, porque eso es imposible. Usted, señor Rufián, se ha convertido en el espectáculo político y en un monologuista con éxito mediático, pero sin forma y sin fondo. Termino: señor Rufián, le pido por favor que haga autoexamen, y que lo haga de forma honesta. ¿Cree usted de verdad que habría podido llegar a donde ha llegado en un estado no democrático y de derecho? Me temo que el mérito de su «exitosa» carrera política no debería buscarse en sus virtudes, sino en el escrupuloso respeto a la ley y a la voluntad, tanto de las mayorías, como de las minorías a las que usted pertenece y que tanto sufrimos.

Fernando Arnaiz

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