Luis Bárcenas deberá aportar algo más que su ordinario dedo erguido para responder con claridad a las preguntas de juez. Después de muchas semanas en las que la información ha circulado por los pasillos de la calle Génova o por los medios de comunicación, ésta deberá llegar al juzgado y comenzar a alimentar de datos ciertos y contrastables una causa cuyo trámite no se puede demorar mucho más. Y es que en ella concurren varias consideraciones.
En primer lugar, la responsabilidad del extesorero del PP en la acumulación de una fortuna sin orígenes justificados. En segundo lugar, la aparición de unos misteriosos papeles con una contabilidad aparentemente ‘B’, cuya autoría negaba el señor Bárcenas y sobre la que han hecho estudios caligráficos policiales que probarían lo contrario; en tercer lugar el baile siniestro de posibles advertencias camufladas: publicidad de la existencia de una copia con la contabilidad analítica del PP, la negación del extesorero de ser autor de los llamados papeles, etc.
Bárcenas es un privilegiado no sólo por su libertad sino por el uso que se permite de ella
Todo indica que se está produciendo un juego entre bambalinas donde ni las luces ni los taquígrafos tienen acceso y que afecta a la posición que mantiene el partido del gobierno no sólo frente a la corrupción como mal general, sino también a la especifica de Bárcenas como problema particular. En una información confidencial hemos contado que nos consta el interés por desviar la responsabilidad sobre personas indefensas con una situación vulnerable, para que, a cambio de no ‘cantar’ la causa difumine las culpas y abarquen estas a personas inocentes con el fin de suavizar la situación del extesorero.
Esto además de inverosímil sería intolerable. Bárcenas ha dispuesto de una facilidad incomprensible para moverse por todos los rincones del planeta colocando adecuadamente, quién sabe, su inmensa fortuna, la conocida y la que aún no lo es, sin padecer ningún control judicial. La acusación popular pide la retirada del pasaporte. Ahora.
Bárcenas no es, desde luego, como muchos ciudadanos que ante la mínima sospecha de culpabilidad de delitos penales pasan por trámites terribles que incluyen la detención o la entrada preventiva en prisión. Es un privilegiado no sólo por su libertad sino por el uso que se permite de ella para, quizá, modificar la realidad investigada a su interés.
En España la justicia debe ser justa, que es un principio básico y elemental, pero para serlo efectivamente debe ser rápida y eficaz. Lo demás es el baile de salón que hace que muchos españoles estén hartos de este sistema que se quiebra por todos lados.
Editorial Estrella