miércoles, mayo 15, 2024
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Lo que nos jugamos en Europa

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Esta semana, los ciudadanos tienen en sus manos el futuro de más de 500 millones de europeos. Entre el próximo jueves y domingo se celebrarán elecciones en los 28 países miembros para escoger a los 751 miembros del próximo Parlamento Europeo.

Pero estas no son unas elecciones más.

En primer lugar, porque la ciudadanía va a elegir la composición del Parlamento Europeo con más competencias de la historia, por tanto con mayor poder de decisión sobre nuestras vidas. Y en segundo lugar, porque va a determinar con su voto el propio Gobierno de la Unión Europea, dado que el Tratado de Lisboa estipula que la Eurocámara “elige” al presidente de la Comisión. Es un avance en la buena dirección: acercar las instituciones comunitarias a los ciudadanos, mejorar su calidad democrática, su representatividad.

Las elecciones europeas no son unas elecciones más

Tampoco la legislatura que termina ha sido una legislatura más.

Durante los últimos cinco años hemos atravesado la peor crisis que ha vivido nuestro continente desde la Gran Depresión de los años 30. Y en su combate han sido determinantes las políticas impuestas desde Bruselas a los estados miembros, especialmente en aquellos países que se vieron en la tesitura de acudir a rescates totales o parciales, como fue el caso de España con el rescate bancario del año 2012. Rescate cuyas consecuencias estamos pagando en forma de graves recortes en materia de derechos laborales, protección social y servicios públicos que reciben los ciudadanos.

Todo ello ha provocado que el nivel de aprobación de la construcción europea nunca haya estado tan bajo como hoy en día. Porque la ciudadanía siente que la Unión se ha ido alejando de los principios fundacionales recogidos en el Tratado de Roma, aquellos que fijaban como objetivo primordial el progreso económico y social de los países integrantes y la constante mejora de las condiciones de vida y de trabajo de sus pueblos. Robert Schuman lo sintetizó en una expresión: “solidaridad de hecho”. Solidaridad entre estados. Entre pueblos. Entre personas. La solidaridad como el motor del proceso de construcción europea.

Esa perspectiva se ha perdido. Los europeos han ido perdiendo la confianza en la capacidad de actuar de las instituciones comunitarias y han empezado a mirar hacia Bruselas con preocupación creciente, pues tienen la sensación de estar siendo tratados de manera injusta: porque han pagado con recortes y paro masivo los platos rotos de la crisis, mientras las grandes promesas de regular a la banca y los mercados no se han concretado. Europa, por tanto, ha pasado de identificarse con la idea de solidaridad a hacerlo con la de sacrificio. De sacrificio injusto e improductivo.

Los europeos han ido perdiendo la confianza en la capacidad de actuar de las instituciones comunitarias

No tiene por qué ser así. Que la austeridad haya fracasado –y la evidencia es que la Unión Europea es la zona económica del mundo donde el impacto de la crisis sobre el empleo ha sido más elevado y persistente– no significa que el proyecto común haya fracasado. Europa no es la austeridad, la precariedad o la desigualdad que las políticas de la mayoría conservadora hegemónica durante la última década ha impuesto con mano de hierro. Europa será lo que sus ciudadanos quieran que sea. Y para eso tienen en su mano el arma más poderosa en democracia: la capacidad de elegir mediante el voto libre.

Europa se encuentra ante el mayor reto desde su fundación: decidir qué quiere ser en el futuro. De la respuesta a ese desafío depende que la herencia que hemos recibido se dilapide o se consolide, amplíe y enriquezca. En la mano de cada ciudadano europeo, por tanto, está elegir qué futuro quiere para este viejo continente: si continuar por la deriva mercantilista de estos años; dinamitar las instituciones abriendo las puertas a partidos eurófobos, xenófobos y racistas, o salvaguardar el modelo de democracia y desarrollo social que nos define y diferencia como sociedad en el mundo.

Eso es lo que nos jugamos en estas elecciones. Las urnas nos esperan. No demos la espalda a Europa.

José Blanco

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