lunes, octubre 14, 2024
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Historias de mi vida liberal: del Centro derecha en España. Desde la Constitución de 1812 «La Pepa» al Partido Popular

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Bernardo Rabassa
Bernardo Rabassa
Librepensador. Maestro Nacional. Licenciado y Doctor en Filosofía y Letras y Diplomado en Psicología Industrial por la Universidad Complutense de Madrid.

Normalmente, es costumbre escribir sobre Historia, comenzando por alguna fecha que nos sirva de referencia, mientras que mi intención es comenzar por el final actual, es decir el Partido Popular y preguntarme ¿Cómo se ha llegado a esta formación, que representa todo el Centro derecha parlamentario actual, si excluimos a los partidos nacionalistas, es decir PNV, BILDU? PNN, ESQUERRA REPUBLICANA, ¿CUP Y JPx C? ,y a VOX que excepto este tienen un componente independentista, regionalista o foralista que aun situándolos en el Centro Derecha, se desvían de la que va a ser nuestra meta, me refiero a la Constitución de 1812 “La Pepa”, origen de nuestro parlamentarismo y constitucionalismo, al pasar de súbditos a ciudadanos y formar las primeras Cortes, donde se puede hablar de la existencia de la izquierda y la derecha en España, pues la historia anterior carece de ese concepto.

¿Dónde surgen los conceptos izquierda y derecha? El término Izquierda política, como el de Derecha, tiene su origen en la votación que tuvo lugar el 11 de septiembre  de 1789 en la Asamblea Nacional Constituyente surgida de la Revolución Francesa en la que se discutía la propuesta de un artículo de la nueva Constitución en la que se establecía el veto absoluto del rey a las leyes aprobadas por la futura Asamblea Legislativa. Los diputados que estaban a favor de la propuesta, que suponía el mantenimiento de hecho del poder absoluto del monarca, se situaron a la derecha del presidente de la Asamblea. Los que estaban en contra, y defendían que el rey sólo tuviera derecho a un veto suspensivo y limitado en el tiempo, poniendo por tanto la soberanía nacional por encima de la autoridad real, se situaron a la izquierda del presidente. Así el término «izquierda» quedó asociado a las opciones políticas que propugnaban el cambio político y social, mientras que el término «derecha» quedó 

asociado a las que se oponían a dichos cambios. Desgraciadamente, y aunque ello no sea cierto, desde entonces, estos términos, se han vulgarizado y aunque a veces la izquierda es más conservadora que la derecha y que la derecha es más revolucionaria que la izquierda sigue pesando estos adjetivos, a medida que la historia va recorriendo su camino.

Así, entendiendo, que en realidad los que estamos buscando es la historia de la que procede el actual partido Popular y de sus precedentes, en lo que llamaremos Centro derecha. El PP es un partido transversal, ya que en realidad, es como, en el  ejemplo de los USA, las diferencias entre demócratas y republicanos están más en las formas de gestión, aunque haya un trasunto ideológico que también cuenta. El PP y el PSOE en poco se han diferenciado en lo esencial, que es la Economía, y sus diferencias estriban más en las formas de gestión sobre todo del Trabajo y otras cosas menores que son mas de actitud ante la vida que políticas en si mismas.

Los conceptos de izquierda y derecha, después de dos siglos, han caído en una franca confusión de sus referentes. Tanto la izquierda tradicional, que pretende moderar su discurso para ser aceptable por los sectores medios y altos del electorado, como la derecha histórica que ha lavado sus textos en una suerte de populismo para lograr adeptos entre el proletariado. La contemporaneidad puede observar de qué manera se están traslapando los discursos y se hace muy difícil poder discernir quien está a la diestra de quien, a la par que la clásica izquierda, se ha mimetizado con los discursos de la derecha.

Los partidos precedentes en el S.XIX, hay que convenir, que estaban situados en lo que se llamó liberalismo, pues la derecha conservadora de entonces, pretendía volver al Antiguo Régimen, donde el número de personas que procuraban ocupar el poder político o, al menos orientarlo, estaba limitado a los círculos palaciegos(Vivan las caenas) nobles y eclesiásticos.

Desde 1812 no cesa de aumentar el número de personas que pretenden designar a los gobernantes y determinar, lo que sea el bien común. El proceso de crecimiento culmina en el primer cuarto del siglo XX con el permanente acceso de las masas a la política y la aparición del Marxismo C. Marx (1847), que pregona la dictadura del Proletariado y de la Acracia (Proudhon y Bakunin) que tanto influirían en la aparición de las izquierdas españolas desde fines del S.XIX.

Para estimular adhesiones y votos, los partidos afirman valores propios, a la vez que se los niegan a sus adversarios e incluso pregonan la revolución y la desaparición física de sus contrarios. En el último tercio del siglo XX era difícil encontrar un ciudadano occidental que no contemple su política nacional como un enfrentamiento de valores y contravalores, o sea, en términos morales de buenos y malos. Ese talante tan generalizado, y no carente de fundamento, afecta también a los politólogos, que tienden a explicar la dicotomía derecha e izquierda con tácitos o expresos juicios de valor, por ejemplo, el comunismo es terror, el capitalismo es explotación. Asimismo, tanto para los definidos como de «derechas», como para los del “centro», las izquierdas son materialistas y ellos son idealistas. Lo mismo ocurre a la inversa. Y ambos tienen razón, la izquierda es materialista por definición, aunque no por ello sus planteamientos, no estén llenos de utopías. De la misma manera, la derecha puede ser definida como idealista, a partir de su asociación con poderes sobrenaturales, aunque a nadie en su sano juicio le costaría reconocer, que el pragmatismo con que se rodea no es una forma de expresión materialista, para la generación de bienes financieros y económicos.

El mundo de las ideas, por el desarrollo de la filosofía, es el mayor proveedor de ideologías para los partidos. Tres son los filósofos, que son claves (Hobbes, Locke y Rousseau). En su tratado más famoso, Leviatán (1651), Hobbes señaló formalmente el paso de la doctrina del derecho natural a la teoría del derecho como contrato social. Según este filósofo inglés, en la condición de estado de naturaleza todos los hombres son libres, y sin embargo viven en el perpetuo peligro de que acontezca una guerra de todos contra todos. Desde el momento en que la sumisión por contrato de un pueblo al dominio de un soberano abre una posibilidad de paz, no la verdad, sino el principio de autoridad (en tanto que sea garante de la paz) constituye el fundamento del derecho y su frase más famosa “el hombre es un lobo para el hombre”, define que es la sociedad la que debe igualarlos, pues de naturaleza, son malos. Frente a Hobbes, John Locke, subrayó los derechos naturales del individuo frente a la autoridad del Estado. Su apelación a la libertad, a la igualdad y a la defensa de la propiedad privada, así como la doctrina de la separación de poderes del Estado que Charles-Louis de Montesquieu expuso en El espíritu de las leyes (1748), ejercitaron un influjo determinante sobre los acontecimientos políticos, que desembocaron en la Declaración de Independencia estadounidense (1776) y en la Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano (1789). El 3º de ellos Rousseau precisa que por naturaleza el hombre, que no ha sido alcanzado por la civilización, es bueno y sociable. Rousseau defiende ardorosamente la sociabilidad y voluntad general, que es la que tiene que decidir la actuación. Expresa el autor que «del concurso y de la combinación que nuestro espíritu puede hacer de estos dos principios (luces y libertad), sin que sea necesario incluir el de la sociabilidad, le parece que se deducen todas las reglas del derecho natural; reglas que la razón está forzando, para luego restablecer sobre otros fundamentos cuando, a través de desarrollos progresivos, llega hasta recubrir la naturaleza. Estos planteamientos son los que llevan en Inglaterra, hasta Adam Smith que en 1776 publica: “La riqueza de las naciones”, sosteniendo que la riqueza procede del trabajo. El libro fue esencialmente un estudio acerca del proceso de creación y acumulación de la riqueza, tema ya abordado por los mercantilistas y fisiócratas, pero sin el carácter científico de la obra de Smith. Este trabajo obtuvo para él el título de fundador de la economía porque fue el primer estudio completo y sistemático del tema. 

Por el lado de la izquierda, aparece Hegel (1770-1831) que es el representante más genuino del idealismo alemán. Con un portentoso dominio del saber, y con una profundidad inigualable, Hegel emprende la empresa de mostrar el ser en su totalidad. La filosofía de Hegel es, pues, un idealismo absoluto. Después de Hegel, se producirá un brusco viraje del idealismo al materialismo. La izquierda hegeliana transformará la grandeza del espíritu por la realidad concreta de la materia.

Después de que Kant (1724-1804) expusiera su programa filosófico, toda la filosofía posterior tenía, inevitablemente, que partir de él. Kant era el punto de referencia inevitable, pero, a la vez, también era superar algunas de sus ideas en algunos puntos. Será Hegel el que logre superar el sistema de pensamiento kantiano y finalmente Karl Marx (1818-83),  creador del marxismo, como conjunto de doctrinas políticas y filosóficas , filósofo y periodista revolucionario alemán, quien contribuyó en campos como la sociología, la economía y la historia, y de su amigo Friedrich Engels, quien le ayudó en muchas de sus teorías. Engels acuñó el término socialismo científico para diferenciar el marxismo de las corrientes socialistas anteriores, englobadas por él, bajo el término socialismo utópico (aunque hoy se usa también el término primer socialismo). También se emplea el término socialismo marxista, para referirse a las ideas y propuestas específicas del marxismo dentro del marco del socialismo y cuya principal aportación es la necesidad de lucha del proletariado, que había estudiado en el desarrollo del maquinismo inglés, por su liberación frente a los patrones y que podía por si mismo sobrevivir en una sociedad sin clases. Libertad, Igualdad, Fraternidad habían sido las ideas de la revolución francesa que estos pensadores transformaron en corrientes políticas que iban a enfrentarse hasta hoy, sin llegar nunca a una solución definitiva y que fueron capaces de crear dos grandes guerras mundiales con más de 500 millones de muertos en el S.XX, 100 de ellos asesinados en nombre del Estado, fuera el que fuera, incluyendo el auge de los nacionalismos  y de sus consecuencias, el militarismo, el fascismo y el nazismo.

El siglo XXI, encuentra al mundo en un vacío de ideas con la caída del muro de Berlín con la desaparición del comunismo y del fracaso de todos los países que lo adoptaron como norma única. En realidad hoy se discute más sobre el alcance del Estado Leviatán de Hobbes(más impuestos) y sobre la Sociedad del Bienestar de origen Keynesiano  que sobre cualquier otra cosa, y no como consecuencia de las predicciones de Fukuyama (1990).  Pareciera que las ideas se han convertido en miserables. Hechos y no palabras, parece ser la consigna del momento. No se sabe muy bien, si lo que impera, es la ideología de la miseria (Proudhon, 1846), o la miseria de las ideologías (Marx, 1847).

Dos siglos han transcurrido desde 1812 y, sin embargo, ni la derecha ni la izquierda política logran dotarse, de contenidos pragmáticos continuos y relativamente estables. Por ejemplo, los liberales eran la izquierda en tiempos de Fernando VII, y  la derecha en tiempos de la II República y aún hoy. En Europa, la derecha era nacionalista y militarista hasta la II Guerra Mundial; pero poco después se creó, la Unión Europea, ,(Adenauer, Schuman, De Gasperi), máximo exponente contemporáneo de la superación del Estado nacional, objetivo, éste último, auspiciado desde el siglo XIX por el internacionalismo socialista, aunque llegado el momento no participó de los fastos de creación de tal organización transnacional. Vivimos hoy en un mundo global, casi sin fronteras económicas, y con la información inmediata por el fenómeno internet. Diríase que las ideologías en política han muerto, pero subyacen en el fondo de los enfrentamientos políticos.

La historia política muestra que los programas de la derecha y de la izquierda evolucionan de manera rotunda y, a veces, errática. Quizás el caso más elocuente sea la actual adhesión a la economía de mercado por parte de los contemporáneos comunismos reciclados, como pasa en la ex Unión Soviética o en la Unión Europea a causa del euro y de la unión Merkel –Sarkozy asociados a ideas liberales de la escuela austriaca (Von Misses,Hayek) frente a los de la escuela de Chicago (Milton Friedman), pero sobre todo frente a John Maynard Keynes padre del Welfare State, el estado del Bienestar a través de subvencionalismo estatal, bandera en general de la socialdemocracia(a veces de derecha, otras, de izquierda.

Una evolución más lenta, y paralela, fue la de estas socialdemocracias de izquierdas, desde la escisión de la Internacional Socialista. Sin salir de los límites de un país como Gran Bretaña, la izquierda laborista del estatista Premier Attlee, apenas sería reconocible en el gobierno del privatizador Tony Blair; el socialismo de éste, hubiera sido considerado derechista hace sólo medio siglo. Es evidente, entonces, si abundáramos en más ejemplos obvios, que los cambios copernicanos de programas políticos no conocen fronteras. La derecha y la izquierda políticas carecen de contenido estable a escala universal y también nacional; son tan relativas como en geometría. Otro ejemplo. la «tercera vía», propuesta tanto por el laborismo británico y los socialismos francés y alemán, con la fórmula de que «… apoyamos una economía de mercado, no una sociedad de mercado», es decir, una disociación -economía y sociedad, que M. Weber (1944) no veía como separadas- difícil de comprender más allá de la retórica fácil del discurso hueco. Y más difícil aún, proviniendo de dirigentes de la socialdemocracia internacional, que si bien, nunca se han mostrado como revolucionarios plenos, al menos han sido tibiamente progresistas y que ahora se apuntan, al que llaman Nuevo Socialismo del S.XXI, o la Teología de la liberación, de aquellos cristianos, continuación de las ideas de Marx, con aire modernista, pero en realidad profundamente conservadoras, de sus primeras Internacionales en las que se separaron, socialismo y comunismo.

Como espectador directo de la Transición Española, en la que he participado activamente, desde 1968 hasta hoy y conociendo de cerca de los protagonistas de esta etapa, la más brillante y exitosa de la historia de España entre 1812 y nuestros días, es desde la posición en que me atrevo a narrar su desarrollo.  

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