viernes, mayo 10, 2024
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Sólo quiero un beso

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Sólo quiero un beso, me decías, y yo te complacía. Recorría tus labios que se humedecían, carnosos, con cada caricia. Mi mano en tu cuello. La otra, en el surco de tus costillas. Te movías, intenso pero sin prisa, en un baile de caderas. Notaba tu calor como se fundía con el mío, ardía. Miradas cruzadas, fijas, que sólo pedían deseo y, tal vez, una pincelada de amor. Miradas entrelazadas, que decían todo lo que nuestro labios callaban.

Tal vez fueran sólo besos, pero nuestra respiración se agitaba. Notaba como tu pecho se revolucionaba y la comisura de tus labios suspiraba. Agonía, excitación, lujuria, y yo te calmaba. Las yemas de mis dedos recorrían tu cuerpo, suave, despacio, desde tu barbilla a tu ombligo. Y en tu cuello me perdía. Quiero más, me decías, con tus manos acariciando mi sexo. Vas muy deprisa, te decía, pero el anticiclón ya había entrado bajo las sábanas.

Mis labios subían por tu espalda. Mi mano se posaba en el encaje de tus bragas, que se ajustaban perfectamente a tu cintura. Un dedo intentaba entrar, los demás recorrían cada centímetro de delirio. Girabas en ti, me mirabas. No puedo más, me decías, y mordías en un arranque de ira mi cuello. Luego subías hasta los labios.

Vamos, me susurrabas al oído. A veces me resulta tan difícil escaparme de ti. Entonces te empujé contra el colchón, feroz, mi piernas te envolvieron y las tuyas se anillaron a mis caderas. No podía escapar de tu mirada, de cordero, de felina. Tus gemidos, tu sentimiento, tu pasión encendida.

Sólo quiero un beso, me decías.

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El Rincón Oscuro

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