viernes, mayo 10, 2024
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La vida de los otros

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Desde de Domingo Badía («Alí-Bey»), hasta Juan Pujol («Garbo»), el espía que logró engañar a Hitler, pasando por algunos renombrados periodistas que durante la última guerra civil trabajaron para el bando franquista, Cataluña era una tierra que tenía por costumbre dar buenas cosechas de espías y detectives. Incluso en el terreno de la ficción: Pepe Carvalho, el comisario Ricardo Méndez, etc. Pero los tiempos cambian y todo fluye. A veces para ir a peor. A la vista de los últimos escándalos, uno llega a pensar que la tarea reglada del investigador privado (útil en casos de fraudes laborales o empresariales, en historias de divorcios y herencias o desapariciones) ha degenerado hasta transformarse en oficio de fisgones. De simples chafarderos, según el decir catalán.

El resumen de todo esto deja en muy mal lugar a la clase política catalana y abre dudas acerca de las posibilidades reales de regeneración democrática

Fisgones de la vida de los otros, unas veces por encargo y otras en expectativa de chantaje o de venta de historias comprometedoras. Lo que vamos conociendo acerca de las relaciones insanas entre la agencia de detectives Método 3 y algunos dirigentes políticos -amén de delatar prácticas de seguimientos y escuchas ilegales-, describe un estado de cosas que hace pensar que el famoso «oasis catalán», supuesto paradigma de estabilidad política fruto del alto grado de pretendida conciencia institucional de los partidos políticos en realidad era todo lo contrario: una charca en la que los principales actores de la vida política aparecen espiados o son sospechosos de estar detrás de algunas de las escuchas que según lo publicado comprometen a la mencionada agencia de detectives, cuatro de cuyos miembros han sido detenidos. Detenidos, tras trascender hasta convertirse en escándalo que llevaban años haciendo seguimientos e informes de la vida privada de un montón de personalidades de la vida política catalana. Y, en algún caso, también de la madrileña: el comisario europeo Joaquín Almunia e Ignacio González, presidente de la CAM, etc. Está publicado que la osadía de los detectives de la mencionada agencia (estimulada, sin duda, por la evidencia de la impunidad y de la protección con la que durante años han estado trabajando), habría llegado tan lejos como para grabar las conversaciones de un almuerzo del propio ministro del Interior (Jorge Fernández) celebrado en el ya famoso y, por razones obvias, nada recomendable restaurante «La Camarga» de Barcelona.

Desde Interior han desmentido esta especie, pero los hechos se suceden a gran velocidad y a estas alturas de la película resulta difícil deslindar cuánto hay de verdad en las muchas mentiras e imposturas que rodean el caso. Entre otras razones porque cuesta creer que Método 3 -según declaraciones de Francisco Marco, el dueño ahora detenido- llevaran años haciendo seguimientos, grabaciones e informes sin que ninguno de los cuerpos policiales o los servicios de inteligencia (Guardia Civil, Policía Nacional, Mossos d’Esquadra, CNI) detectaran semejante anomalía salvaje y delictiva. ¿Desidia? ¿Se sabía, pero se tapaba? Se han publicado noticias que apuntan hacia determinados dirigentes del PSC como presuntos contratistas de los servicios de la agencia. Otras señalan a directivos de CiU encargando espiar a algunos de sus propios compañeros. Siempre, según lo publicado, tampoco algunos dirigentes del PP catalán estarían libres de sospecha.

El resumen de todo esto deja en muy mal lugar a la clase política catalana y abre muy fundadas dudas acerca de las posibilidades reales de regeneración democrática de un sistema que durante treinta años ha basado su aparente estabilidad en la ocultación de los casos de corrupción rechazando cualquier asomo de crítica venida de fuera con el argumento de que eran ataques a Cataluña y a quienes luchan por su independencia. Visto lo visto, ya no cuela.

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Fermín Bocos

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