Cuando la gala de los premios Goya la emprende con un Gobierno es como la sentencia de muerte para ese Gobierno. Lo vimos hace justo diez años, en los turbulentos días del comienzo de la guerra de Irak. Y lo vamos a ver en los próximos meses y, desde luego, en las próximas elecciones, cuando quiera que estas se celebren. La gala ha sido el peor anticipo del debate sobre el estado de la nación, que tiene lugar este miércoles, en el que se va a dar un terrible repaso a los catorce meses de la era Rajoy. Hoy existen motivos más que suficientes para que la historia se repita. Alguien dijo que este sería el debate sobre el estado de la corrupción y puede ser verdad. Pero no solo eso, claro. Se va a poner bajo el foco del Congreso de los Diputados también, o así debería ser, la totalidad de la desastrosa gestión de la crisis económica, catorce meses de incumplimientos flagrantes del programa de Gobierno, catorce meses de decisiones injustas que han conducido a nuestro pobre país a un estado de catalepsia del que va a ser muy difícil, aunque no imposible, salir.
La gala de los Goya ha sido el peor anticipo del debate sobre el estado de la nación
Quisiera pensar que el presidente Rajoy no nos venga con un debate repleto de sandeces, que sería impropio de un hombre inteligente como es él. Que eso lo deje para Pons, Cospedal, Floriano y compañeros mártires. Yo sé que lo tiene endiabladamente difícil, pero puede dirigirse a su país con un discurso de sinceridad, de arrepentimiento, de dolor de corazón, de propósito de enmienda, de decir los pecados al pueblo español y de cumplir la penitencia que se merece, que es o un cambio radical de política o una dimisión noble y digna, seguida de la convocatoria de nuevas elecciones generales para que los españoles puedan tomar sus decisiones coherentes con el estado de indignación y de frustración que arrojan todas las encuestas conocidas y desconocidas. Cualquier otra actitud será inútil, no servirá para nada, acrecentará el cúmulo de crispación popular e invitará a unas reacciones menos complacientes que hasta ahora de los principales sectores afectados por la ruina y el desgobierno. En sus manos está la decisión.
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Pedro Calvo Hernando