miércoles, mayo 15, 2024
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La Falange molesta al Supremo

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Para el Tribunal Supremo, que un partido como Falange se sumase a la vía abierta por Manos Limpias contra Garzón fue una patata caliente. No podían rechazar su querella, porque los argumentos eran los mismos que la Sala había dado por buenos con el seudo sindicato ultra Manos Limpias y después por la asociación xenófoba Libertad e Identidad. Pero aceptarla era también un problema, por su enorme valor simbólico. La querella de Falange llegó al Supremo el 1 de septiembre de 2009, y fue aceptada después de muchos debates el 15 de diciembre de 2009; la noticia trascendió casi un mes después.

Ayer Varela, en un auto que algunas fuentes jurídicas tachan de “insólito” y “peculiar”, rechazó el escrito de acusación de la Falange, a la que ha dado un día para que presente un nuevo escrito algo más presentable. Basta con leer el texto de la acusación presentado por Falange para entender el porqué. 

El partido fundado por José Antonio Primo de Rivera ha presentado un escrito lleno de juicios de intenciones, con frases como que “la verdadera intención del acusado no era tanto la investigación de los hechos y el amparo de las víctimas, sino la utilización de la tribuna que representa su juzgado, intención que trae causa del propio perfil criminológico del juez Baltasar Garzón Real”. O que Garzón usó la Audiencia Nacional como “tribuna para comparecer ante la opinión pública y formular una tesis personal de su ideología y de su visión de la historia reciente de España”. O que Garzón “lesionó el derecho al honor de aquellas familias cuyos nombres difundió”, los generales golpistas que acompañaron a Franco, “y a los que atribuyó, muy a la ligera, la comisión de delitos contra la humanidad y genocidio”. O que Garzón “establece una personal teoría, o pseudo-ensayo histórico, absolutamente personal, y cargada de un alto grado ideológico, sobre los acontecimientos que dieron lugar a la Guerra Civil Española y a la actuación del llamado bando vencedor”.

Varela, en su auto, rechaza el escrito de Falange a la que pide que se atenga a lo que estamos, que vamos a setas, no a Rolex: a prevaricación, no al “debate ideológico sobre acontecimientos históricos” ni a las “multiples valoraciones personales” sobre el juez. El instructor le da un día de plazo a la Falange para que corrija estos fallos y presente un nuevo escrito. Es un comportamiento peculiar porque lo habitual en estos casos suele ser rechazar la acusación, no dar otra oportunidad para que la Falange acuse mejor a la segunda. Es probable que a Varela una decisión así –sacar a Falange de la causa– le hubiese ayudado a despolitizar de tintes franquistas este caso; aunque, por otro lado, se podría haber interpretado como una claudicación del Supremo ante la presión internacional (y ya se sabe que la justicia no se equivoca nunca, como el Papa). Además, de nuevo Varela es prisionero de sus decisiones y no puede aplicar un criterio a Manos Limpias y otro a Falange. Y a Manos Limpias también le pide que cepille un poco mejor su acusación, que canta mucho. Aunque en este caso, sin embargo, Varela lo pone fácil: le dice al seudo sindicato ultra que elimine “las páginas 2 a 7 de su escrito” y los folios “20 a 63” por “extemporáneos”, que lo demás está fetén.

En los próximos días, tal vez horas, cuando Varela reciba el nuevo escrito de Falange y decida al respecto, pueden suceder dos cosas. La primera que Varela rechace de nuevo la acusación de Falange, y este partido deje de ser parte de la acusación. La segunda, que Falange siga fielmente las instrucciones del magistrado, deje el revisionismo para los libros de Pío Moa y su acusación pase hasta que Garzón se siente en el banquillo. 

No cambia de forma radical la situación del proceso en ninguno de los dos casos. Manos Limpias, presidida por el ex número dos de Blas Piñar en el partido Frente Nacional, no sería una acusación menos ultra. Aunque es cierto que la fama internacional de Falange Española y de las Jons no ayuda a que el Supremo venda que España ya no es tan different del resto de Europa como cuando presumía de ser la reserva espiritual de Occidente.

Ignacio Escolar

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