lunes, abril 29, 2024
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El velo

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Por un caso particular, pero no por ello menos importante, ha surgido de nuevo la polémica sobre el velo. La niña musulmana que quiere usarlo en su colegio, en el que el reglamento prohíbe asistir a clases con la cabeza cubierta, ha despertado pasiones más allá de lo razonable, que no es otra cosa que el cumplimiento de la normas. Por un lado, algunos fanáticos han aprovechado para mostrar su totalitaria intolerancia acudiendo a las puertas del centro a gritar «contra los moros» y otras sandeces similares. Por otro, una aparente tolerancia que, en el fondo, es intolerante con la ley y el sentido común y que no es otra que, bajo capa del multiculturalismo, etc., cada cual puede hacer lo que le venga en gana. Corrijo: no cada cual, porque la permisividad suele ser sólo para algunos.

Este Estado no es laico, como a veces se dice, sino aconfesional. Los que lo quieren laico tienen que comenzar por reformar la Constitución, asunto que tiene sus dificultades pero que es perfectamente posible, pero no confundir la realidad con sus aspiraciones. Y como es aconfesional nada parece que se pueda oponer a que los centros establezcan de acuerdo a padres y profesores reglas sobre la vestimenta o los símbolos. La niña del velo puede ir a otro centro, como ha señalado el Gobierno de Madrid, pero no imponer su voluntad sobre el reglamento vigente. Empeñarse en llevar el velo donde no está permitido hacerlo, añadir pretensiones similares como si fuesen «derechos», es el origen de un problema que sólo causa ella y su familia por mucho que se quiera ahora convertirla en una víctima. De las normas, desde luego, no lo es.

La decisión, más allá del cumplimento de las normas vigentes, de que se eliminen totalmente los símbolos religiosos de los centros escolares y lugares públicos tiene sus riesgos, pero puede ser, incluso para los que discrepen, comprensible. No lo puede ser, como se ha escuchado estos días en torno a la niña y al velo, que se argumente que el velo, más o además de símbolo religioso (no habría que olvidar que a menudo también lo es de la sumisión de la mujer), lo es «cultural». Argumento que, pasmosamente en estas circunstancias, parecen negar algunos de los que así hablan al crucifijo o a otros símbolos del cristianismo. Esto sí que es ya intolerancia paradigmática, no por «principios» sino por los principios de quien se quiere silenciar y apartar del todo.

Germán Yanke

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