El Comité de Competición decidió tomar la vía de en medio para procurar dejar a todos contentos al sancionar con dos partidos de suspensión a Cristiano Ronaldo, por su expulsión este pasado domingo en el Bernabéu tras propinar un codazo al jugador del Málaga Mtilinga, quien abandonó el terreno de juego al sufrir la rotura del tabique nasal.
Una sanción, con multa-limosna incluida de 600 euros, que separa la barrera entre haber sido considerada la polémica acción de Cristiano como juego peligroso con daño y no como agresión.
Es una decisión razonable para una sanción salomónica con la que dejar al Real Madrid con su derecho a recurrir para que Apelación rebaje uno de los dos partidos que pesan sobre Cristiano, o de llegar a la última instancia deportiva del Consejo Superior de Deportes en busca del perdón para su jugador.
Pero sobre todo parece como si Competición hubiera querido apaciguar la guerra mediática desatada Madrid y Barcelona. Entre los que pedían la absolución del portugués tirando de hemeroteca con comparaciones con otros casos parecidos no muy lejanos -un codazo de Messi al sevillista Valiente- que se fueron de rositas sin castigo alguno, y quienes clamaban al límite de la incitación a la violencia por una pena máxima para un «futbolista prepotente, agresivo y chulo».
Antonio Cubero