jueves, mayo 16, 2024
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“Este es el primer 12 de octubre que no voy a celebrar en 20 años”

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José Manuel Candón por primera vez desde que juró bandera no se va a poner uniforme este 12 de octubre, Fiesta Nacional. En el Paseo del Prado de Madrid transcurrirán las fanfarrias y honores al Rey, la bandera y un vistoso desfile. Ésa será la España oficial, el Ejército oficial, la cara A del mismo. La cara B estará en otros sitios, sin brillos, honores ni siquiera reconocimiento a su terrible sacrificio personal. Estará, por ejemplo, en la casa de un teniente de Infantería de Marina, experto en desactivación de explosivos, donde la semana pasada explotó una dolorosa bomba. La primera explosión se llevó por delante a sus compañeros (cinco muertos) en Hoyo de Manzanares en febrero de 2011, le arrebató un ojo, casi la visión del otro, y le provocó tales heridas que necesitó más de 30 operaciones que aún no han acabado. La segunda explosión no traía pólvora, sino tinta amarga: ha sido la desestimación de una indemnización por las terribles secuelas que ha sufrido.

“Considero que me han dejado totalmente tirado. Que los que fueron a consolar a mi mujer y mis padres, ministra Chacón, JEMAD, almirantes y generales, han mentido todos. Sufro gran invalidez, mi vida ha quedado totalmente desfigurada, necesito cuidados médicos diarios y más operaciones, y de las promesas de ayuda y apoyo, no queda nada. Una pensión de inválido, eso es todo”, explica desde su domicilio en la provincia de Cádiz el teniente Candón. El Consejo de Estado es el penúltimo jalón en el espinoso camino que han seguido viudas, huérfanos y heridos en aquel terrible accidente que costó la vida a cinco militares y dejó muy malheridos a otros dos.

La indemnización hasta ahora ha consistido en cobrar el seguro colectivo que tienen todos los miembros de la Fuerzas Armadas (unos 30.000 euros) y la percepción de una pensión, “topada” en el caso de los heridos, muy inferior (alguna de incluso 600 euros) para viudas y huérfanos. Las víctimas reclamaban a Defensa la responsabilidad patrimonial del Estado en el accidente.

Esta responsabilidad fue admitida por el instructor del expediente encargado por el Ministerio de Defensa. Sin embargo, el general auditor al mando de la asesoría jurídica del departamento de Pedro Morenés la denegó. El general García Labajo consideró que no apreciaba responsabilidad de la Administración militar “más allá del riesgo propio que implica la operación militar ordenada y cumplimentada, hasta que el accidente la frustró”. Tras semejante varapalo a las vítimas, el expediente ha ido al Consejo de Estado, que ha de informar y proponer resolución al ministro de Defensa. Esta semana se ha sabido que también a los heridos el Consejo de Estado, que reconoce la responsabilidad patrimonial del Estado, les ha negado indemnización, porque los considera suficientemente resarcidos con el seguro y la pensión por “gran invalidez”. Antes fueron negadas las indemnizaciones a viudas y huérfanos.

La pelota está ahora en el tejado de Pedro Morenés, que ha de firmar en el sentido que le propone el Consejo de Estado, o bien proponer al Consejo de Ministros que sí se indemnice a los heridos. La decisión de Morenés con viudas y huérfanos fue que no se indemnizara.

Las secuelas del accidente han sido terribles tanto para Candón como para su compañero, el sargento González. Candón sufre serios daños en el único ojo que le quedó y requiere atención médica diaria, al margen de infinidad de cicatrices, lesiones y marcas, tanto en el rostro como en el resto del cuerpo.

El desengaño es mayúsculo en las familias de los heridos, que ven incumplidas todas las promesas que se hicieron en el momento del accidente. “Por no pagar, no han pagado ni los gastos de desplazamiento de mis padres para verme en el hospital”, explica.

Este 12 de octubre, las fanfarrias sonarán en Madrid, y Candón no hará el enorme esfuerzo de ponerse el uniforme de infante de marina y acudir a su base a festejar la Fiesta Nacional, uno de los días más grandes del año para un militar. En Madrid se hará un bello y emocionante homenaje a los caídos que juraron dar su vida por España. Igual que hizo Candón y sus compañeros, comprometerse a dar hasta la última gota por España y los españoles. Un sacerdote recitará los emocionantes versos que dicen: “Lo demandó el honor y obedecieron, lo requirió el deber y lo acataron; con su sangre la empresa rubricaron”. Terminan diciendo “no quisieron servir a otra bandera, no quisieron andar otro camino, no supieron vivir de otra manera”. Al teniente de infantería, experto en desactivación de explosivos, José Manuel Candón, le sonarán a hueco.

 

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