sábado, mayo 18, 2024
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Venir, volver

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Dos amigos míos, dos pensadores tuyos, dos judíos nuestros, coinciden en la publicación de sendos libros empapados de regreso: regreso, nostos en griego, raíz precisa de la palabra “nostalgia”. Esther Bendahan (“Tetuán”) y Luis Bassat (“El regreso de los Bassat”, escrito por Vicenc Villatoro) jalonan el regreso a Sefarad no de guijarros ni de pedazos de pan sino de una memoria espigada de lugares y de personajes. Una y otro representan las dos rutas cardinales –norte de África, Balcanes- que tomaron los judíos en el estruendo de la Expulsión, un dolor aliviado con los paños calientes de la identidad y la memoria. 

Esther Bendahan vive en una permanente construcción de la memoria en la distancia. Ella representa la edad del retorno, la brisa motriz que fue devolviendo a los judíos de Marruecos a la tierra de sus ancestros. Del recuerdo fragmentario de España bajo la “luz blanca y azul” de Tetuán a la memoria impermeable de dicha ciudad. La Paloma Blanca, la Fuente del Agua, cubierta de empalizadas y de montañas. Tetuán de sólida a gaseosa en el burbujeo del folklore y de los mitos. De la lengua, la haketía que combina el español con píldoras del árabe y del hebreo: ferazmal, mi alshofar, me vaya kapará por ti. De la gastronomía, en el menú para paladares de arte mayor que comienza en la sopa de siete hodras y concluye en el goce almibarado de las fishuelas. De las ritos, desde las suntuosas noches de berberisca que preceden al ritual de la boda hasta la tradición remota de besar el pan.

“Tetuán es una gran frontera. Es parte de la historia de España, de Europa, parte de Marruecos, de África. Allí se dio una convivencia de siglos, con tensión como todas las convivencias pero creativa y rica.” Del roce de ambos mundos nace un libro íntimo y hermoso en el que la memoria se cubre de escamas. Y del rastro de todos los trayectos despierta un sentimiento de rotunda conciliación: “Uno es del lugar donde aprende a separar la luz de la oscuridad; pero a veces uno es capaz de separar la luz en muchos lugares en distintos edades”.

Luis Bassat nació ya en España, en Sefarad. Pionero en tantos dominios profesionales, también su parcela más privada se unge de novedad y de cierta clandestinidad: su madre fue la primera judía nacida en Barcelona “desde los tiempos de los Reyes  Católicos”, él mismo guarda un certificado médico que acredita habérsele practicado una operación de fimosis que sospecha era una ritual circuncisión, su unión con Carmen se celebró en la pieza cotidiana de un domicilio privado. 

“Los Bassat son gente que se va. Fugitivos a veces, exiliados a menudo, raramente emigrantes”. Corfú, Ioánina, Shumla, Trieste, Estambul, puertos no siempre marineros en los es que recala una estirpe incapaz de rendirse. “En las raíces de la familia de los Bassat y de los Coen hay una historia trenzada que recorre todos los confines del Mediterráneo, oriente y occidente, norte y sur. Un paisaje sefardí de islas claras y mares de color turquesa y platos del Sabbat con especias y memoria de la madre. Una historia de huidas y regresos”.

“El regreso de los Bassat” es al tiempo una biografía, una saga familiar, un libro de viajes, una epopeya ensortijada de personajes intrépidos. Manuel Coen, el abuelo materno, ataviado de un traje blanco y un sombrero de paja, hondamente religioso sin contradecir su fascinación por el progreso. Samuel Bassat, el abuelo paterno, pasmado en su llegada a Barcelona por el prodigio de la lengua (“¡Aquí todo el mundo habla ladino, aquí todo el mundo habla como yo!”). José Bassat, el padre, capaz de comunicarse en trece idiomas. Personajes que ahora son de pluma y tintero, forjados en el légamo feraz de Elías Canetti, de Albert Cohen, de Italo Svevo, de Angel Wagenstein. Un mundo abrasado por la ira incandescente del Holocausto, despiadado  también con la familia Bassat: “Lo que antes de la tormenta parecían jardines ahora son cementerios”.

Esther, Luis. Renacidos de las cenizas de un tiempo que invirtió su secuencia y precursores del regreso a la ancestral Sefarad. “Venir era volver”, afirma Esther. “Hay gente que huye y hay gente que busca”, sentencia Luis. Venir, volver, uncidos Luis y Esther por el regreso hecho porfía, dolor, melancolía, porvenir, y definitivamente literatura.

Fernando M. Vara de Rey

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