sábado, junio 15, 2024
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Noche de libros

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Ninguna vía más estimulante para anticipar el sabor de los libros como acogerse a sagrado en el recinto de una librería. Detenerse ante el escaparate, penetrar en su interior con los ojos más que abiertos, afinar el tacto y el olfato. Abandonarse al hallazgo y al reencuentro y disfrutar de la conversación de los libreros, administradores de lo arcano y de lo inmediato.

En la librería Méndez ubicada en la madrileñísima calle Mayor, Antonio y Alberto reciben pacientemente a quienes en la fronda de los libros se vacunan contra el tedio y la medianía. Observan, escuchan, calibran, y son capaces de encontrar la obra adecuada para saciar cada impulso de conocimiento, cada envite de melancolía. Yo me topé con Zweig, Kapuscinsky, Banffy, Munro, gracias a la intuición y el oficio de mis libreros. Bendito sea su don de la palabra.

En esta ocasión converso con Antonio Méndez acerca de la fecunda producción de calidad que en un repente nos brinda la literatura española. Más allá de la explosión de Dolores Redondo y del fenómeno que ha supuesto “Patria” de Aramburu, los estantes cobijan las nuevas obras de Cercas (“El monarca de las sombras”), Martínez de Pisón (“Derecho natural”), Luis Mateo Díez (“Vicisitudes”). Yo, en previsión de las horas dadivosas de lectura que otorgan las vacaciones, me inclino por las novedades de dos coetáneos –pues ambos nacieron en 1948- como Enrique Vila-Matas y Luis Landero. Dos autores de inmensa calidad, dos colosos de fiar, dos guardianes de estilos diferenciados que de alguna manera se encuentran en sus respectivos “Mac y su contratiempo” (Vila-Matas) y “La vida negociable” (Landero). Principalmente porque en ambos argumentos –narrados en ambos casos en primera persona- planean el humor negro, la herencia de la picaresca, la presencia de antihéroes en trance de demolición.

Vila-Matas sorprende en “Mac y su contratiempo” por la proliferación de recursos cómicos no siempre presente en su obra. El propio protagonista está construido con la semilla leve del desconcierto, a causa de su despido laboral y las dudas hacia la fidelidad de su esposa. Mac deambula por el imaginado barrio barcelonés del Coyote en la obsesión de reescribir una obra casi olvidada de su vecino Sánchez, escritor de fama. Dicha obra se titula “Walter y su contratiempo: Memorias de un ventrílocuo”, y consiste en diez piezas cuyo estilo se inspiraría en respectivos maestros del relato breve como Hawthorne, Poe, Cheever, o Chesterton. Mac se entrega a la reescritura de tan insólito texto pero no a la manera amanuense de Pierre Ménard sino en la redacción de un diario que nos descubre los retazos de una vida sin aventura salvo la herencia de un nombre extraído de una escena de John Ford: “-Mac, ¿nunca has estado enamorado? –No, yo he sido camarero toda mi vida”.

Sí son reconocibles en la nueva obra de Vila-Matas la erudición y la reflexión sobre la literatura. Puede decirse que ésta viene de la mano de la repetición, subrayada en recursos sutiles como la secuencia lúdica que supone que Mac “modifique” a quien a su vez remeda a una decena de autores, o la figura del ventrílocuo como emisor de voces que son una. “Venimos al mundo para repetir lo que quienes nos antecedieron también repitieron”. Eso sí, “la repetición no es ni mucho menos nociva, ¿qué seríamos sin ella?”. Son algunas de las cavilaciones de un autor en magnífica forma para quien “la creatividad es la inteligencia divirtiéndose”.

Precisamente la repetición es valía y virtud en la narrativa de Landero. Tras la excepción que supuso “El balcón invierno” dado su tono realista y autobiográfico, retorna el autor pacense al universo sofocante que principiara con “Juegos de la edad tardía”. Sucesivamente novelas como “El mágico aprendiz”, “Hoy, Júpiter”, o “Absolución” insisten con encomiable imaginación en la forja de personajes minúsculos que tejen con puntada corta su desvarío. Son normalmente hombres de mediana edad sin un pasado macizo a sus espaldas, que conscientes de su intrascendencia se dejan vencer por su ambición e incurren en la indignidad e incluso en el delito. En su pendiente irremediable quiebran la paz de mujeres leales y confiadas e hipotecan afectos y porvenires.

Así transcurre la peripecia de Hugo Bayo en “La vida negociable”: al percibir la fragilidad moral de sus padres, el protagonista recurre de por vida a la obsesión y al atajo. Su extraña relación de amor y complicidad con su esposa Leo, sus atisbos de seductor en el oficio de peluquero militar, sus empresas precarias y delirantes desde bachiller hasta detective, componen una novela de tono burlesco que una vez más contiene un vibrante quejido acerca del sentido de la vida.

Vila-Matas y Landero, pluma en ristre. No se lo pierdan, feliz Noche de los Libros.

Fernando M. Vara de Rey

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