viernes, mayo 10, 2024
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La niebla política

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En solo una semana hemos pasado del verano político que después del resultado electoral abría luces a una situación neblinosa. Era un verano en el que hacía algo de calor, no mucho, nada parecido a la realidad de nuestra geografía física, y un poco de claridad había seguido a la tormenta electoral. Hoy, la contaminación, una mezcla de soberbia sulfurosa y el hexafluoruro de torpeza han creado un denso ambiente que hacen impracticables la política y las instituciones.

El Pleno de No Investidura del otro día demostró la verdadera voluntad de todos al margen de lo que dicen para despistar a la opinión pública, las carencias preocupantes de muchos y el esfuerzo del PP por desbloquear una situación que siembra peligros en el futuro inmediato de nuestro país.

La debilidad de Pedro Sánchez está abriendo una grieta en el sistema. No lo deja funcionar. Sus intervenciones en la Carrera de San Jerónimo han pretendido ser duras y simplemente resultaron ridículas. Prescindían sus peroratas de datos esenciales que arrojó sin piedad el último resultado electoral: él había vuelto a perder, había vuelto a bajar en votos y escaños hasta un suelo inferior al precedente, que ya era tenebroso, y el conjunto de la izquierda había perdido un millón trescientos mil votos. Rajoy había crecido, en contra de la mayoría de los pronósticos. Pero Sánchez se aferra al “no y no y no” en su particular duelo con Podemos por un lado y con Susana Díaz por otro para intentar salvar su posición. Por muy poco sigue siendo el primer partido de la izquierda. Y ese es su burladero. Ese y los casos de corrupción del PP, como si la corrupción del PSOE y los nacionalistas no existieran: una interesada selección y extracción de datos  que dibujan una pseudorealidad torcida y deforme por prescindir de otros hechos muy feos y esenciales que no interesan a su discurso porque le inculpan de manera inmisericorde. Está en una posición imposible y se ha paralizado, le ha paralizado. Hay que prepararse para la posibilidad de nuevas elecciones.

Sánchez se aferra al “no y no y no” en su particular duelo con Podemos por un lado y con Susana Díaz por otro para intentar salvar su posición

No solo es curioso el tancredismo de Sánchez. La actuación gritona de Pablo Iglesias, demagógica sin pulir, de asamblea setentera, muy 'vintage' como sus presupuestos ideológicos, o más que 'vintage' con cierto olor a Polil, y su finalización con el puño en alto que a los que estábamos en el hemiciclo nos movía a la carcajada. Iglesias en sus intervenciones ha pasado a ser un ectoplasma de Sagaseta, aquel diputado de Unión del Pueblo Canario, de extrema izquierda, que en cada intervención decía lo mismo, recurría siempre a la maldad de la oligarquía empresarial y a la permanente conspiración de los Estados Unidos de América, daba igual que se hablara de la reparación de carreteras como si era del etiquetado de los yogures. Cuan viejos se han quedado los “nuevos”.

Y Rivera, el supuesto aliado, digo supuesto porque se escapó de la alianza parlamentaria justo antes de votar el viernes, estuvo abonado y abandonado a su usual buenismo poco fértil que le permite apuntarse a todo y en el mismísimo acto desapuntarse, cosa que hizo “estupefactándonos” a todos, moviendo mucho las manos con deseo de enfatizar, pero con el resultado de preocupar al espectador porque piensa que le puede estar pasando algo. Votó a favor de Rajoy, pero justo antes de votar dijo que ya no apoyaba a Rajoy. Toda una hazaña de exhibición aprovechategui: hago que apoyo pero me bajo en marcha.

El protagonista del evento, el candidato que sufrió los intentos de varapalos de todos, se mantuvo sereno con esa seriedad e ironía que hacen su carácter. Creo que les venció a todos en la Tribuna.  La cara de Sánchez y las risas con que diputados de todos los grupos celebraban sus palabras creo que hablan por sí solas. Siempre se podrá decir que no soy imparcial. Cierto. Tampoco lo pretendo. Lo que enseñaron los que se opusieron es lo que hace que esté donde estoy. La falta de solvencia del PSOE, la demagogia revanchista y plena de odios de Podemos, el oportunismo salvaje de Ciudadanos, el afán destructivo de Esquerra Republicana, la delicuescencia clorhídrica de la antigua Convergencia hacen que ocho millones hayamos votado al PP con la convicción de hacer lo mejor.

La unidad de España, el libre mercado, la pertenencia a la Unión Europea y a la  OTAN, es decir, al mundo occidental, la libertad de elegir en tantos ámbitos  como la vida ofrezca están infinitamente más seguros con el Partido Popular. Con todos sus defectos. Que los tiene. Si fuéramos a terceras elecciones creo, me parece lo posible, que los nuevos partidos se harán todavía más viejos y cosecharían un resultado bastante peor que seguramente han pedido a gritos , el PSOE no lograría gran cosa y  el Partido Popular sumaría unos cuantos cientos de miles de votos más. Pero volvería a ser necesario entenderse y el único que ahora  no solo lo pide sino que lo intenta de verdad es el PP. Para despejar la niebla.

Juan Soler

Senador de España

Juan Soler

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