Leo en internet, a través de twitter y de facebook, las herramientas más actuales, que las bases del PSOE se encuentran en plena actividad, provocando una extraña disfuncionalidad en el proceso político abierto en ese partido tras el reciente Comité Federal.
Algunos dirigentes se hallan inmersos, por su parte, en la dialéctica del casting, la ya vieja dinámica propia de las derrotas en la que el elemento central es la búsqueda de rostros amables, a ser posible jóvenes y que carezcan de experiencia, es decir, de culpa directa.
No creen las bases que se relacionan en la Red en las estrategias del liderazgo fuerte. El empeño dirigente por sobrepasar de la manera más pronta y esquiva de reformas la situación actual, desvela un cierto y triste agotamiento en la fuente de las ideas. Y ahí reside la disfunción: las bases quieren hablar y elegir y se organizan paralelamente ante un congreso convocado para hablar y elegir, al parecer, entre todos. Raro.
Rubalcaba ha sido el político de mayor relevancia durante el viaje de los otros a ninguna parte. Amortizarlo en la sala de componendas con el mismo entusiasmo con el que se le arrojó a los leones en la sala de ponte tú que a mí me da la risa, y darlo por finiquitado, tras las veloces decisiones en la planta de reformas constitucionales instantáneas, por ejemplo, implicaría que el PSOE fagocita sus miembros más capaces mientras trata de correr hacia adelante, un clásico de las paradojas.
Los más sensatos creen que el debate no debe ser nominalista. Nuestra democracia no es la americana, en la que el liderazgo político se constituye a partir del liderazgo personal. Nuestra democracia se inspira en la tradición continental, en el espíritu de la revolución francesa, en el de las revoluciones liberales del siglo XIX, en las que se oponían manifiestos y programas acompañados de líderes capaces y significativos, y en las estrategias del movimiento obrero, impulsor de partidos políticos, sindicatos y otras organizaciones de clase que han enriquecido sabiamente nuestra tradición política.
Para que triunfe el PSOE, es decir, para que no sufra un naufragio abisal, debe triunfar la lógica de la conexión social. Si los líderes no tienen empatía con sus militantes, si los electores que les han votado se preguntan confusos por quién lo han hecho, y si los españoles no perciben un cambio de rumbo que tiene que ver con superar el paisaje de la Era ZP, entonces todo será indefectiblemente tan inútil como pasajero en el tiempo. Es decir, superar método y estrategia: no cambiar las caras.
El PSOE debe mirar hacia afuera para entenderse hacia adentro: debe encontrar la explicación necesaria en los grandes cambios sociales y culturales y en una realidad distinta a la más reciente, ya superada.
No debe prescindir de quien ha sido el rostro valiente de la derrota. Y si lo hace debe explicarnos por qué, para qué, cómo, y con qué finalidad. No se trata del debate habitual: quita y pon; sino de la transformación profunda, el cambio de estructuras y el discurso para el futuro, no sobre abstracciones, tan propio de estos años.
Más de lo mismo no, por favor. Atentos.
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Rafael García Rico