sábado, mayo 18, 2024
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Juego de seducción

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Cuando le pregunté si íbamos a su casa o la mía y me contestó que prefería que fuésemos a un hotel y, a ser posible, que yo fuese primero, que cogiese una habitación y que la llamase cuando estuviese ya en ella, no sabía lo que me esperaba de una mujer tan aparentemente tímida.

Y así lo hice. Un cuarto de hora después, llamaron a la puerta de la habitación y ella apareció con una pequeña maletita-neceser. Yo, al verla, pensé que era una buena manera de disimular. A fin de cuentas, era una chica tímida y querría aparentar normalidad en todo. Pero me mosqueó que, cuando le quise dar un beso de bienvenida, me apartase con delicadeza y entrase en el cuarto de baño, al tiempo que me decía que esperase un momento.

El momento duró veinte minutos o más. Tanto, que empecé a desesperarme. Si a aquella habitación habíamos ido a tener una relación sexual no entendía qué hacíamos perdiendo el tiempo.

Pero, de pronto, se abrió la puerta del baño y aquella mujer, que no parecía gran cosa físicamente y que aparentaba timidez, se me mostró radiante. Exuberante. Con una minifalda que casi se le veían las braguitas, un suéter tan ajustado que sus pechos e, incluso, sus pezones se marcaban perfectamente y un maquillaje espectacular. Un tanto exagerado para mi gusto pero generoso. Los labios de un carmín intenso, los ojos muy pintados con una raya larguísima y un cierto colorete en las mejillas… Ante mi sorpresa, levantó los brazos cogiéndose al quicio de la puerta y me dijo: ‘Bien, aquí está tu putita’.

Yo me quedé de piedra y si saber qué decir. Ella sonrió y me indicó que aquel era el juego erótico que más le gustaba llevar a cabo. Lo que más le ponía era convertirse en la putita de un hombre. Y de ahí, la cita en el hotel, la llegada más tarde y el cambio de ropa para que no la descubriesen en la recepción.

Yo seguía sin decir una sola palabra porque, en mi deambular por la vida, en más de una ocasión había solicitado los servicios de una prostituta en un hotel y aquello que ella estaba haciendo no se parecía en nada. Entre otras cosas, porque las putas jamás llevan los labios pintados de esa manera a la hora de hacer su trabajo ya que pueden manchar la ropa del cliente y eso es malo para la vuelta a casa de éste. Pero ya era tarde. Aquella mujer tímida ya se había transformado en una profesional del sexo y estaba dispuesta a realizar bien su trabajo. Y debo asegurar que se comportó como tal. Y, además, sin prisas. Como debe ser. Sin mirar el reloj. Como las mejores y más caras. Debo reconocer que nunca me habían hecho una cosa así.

Con un pequeño empujoncito, me tiró sobre la cama y me fue desnudando poco a poco. Y poco a poco me lamió todo mi cuerpo. Y poco a poco me chupó todos los pliegues de mi cuerpo. Y poco a poco profundizó con su lengua en todos mis orificios. Con especial dedicación a esa pequeña boquita que hay al principio del pene por donde salen los humores del orgasmo. Jamás hubiese creído que una mujer pudiera sacar tanto placer de algo tan pequeño y disimulado. Era una auténtica experta. Una verdadera puta. Es más, cada poco me pedía que se lo dijese.

Después, se desnudó. Pero de cintura para arriba, mostrándome unos pechos duros y unos pezones erectos.

Como yo ya no podía más, me lancé sobre ella para quitarle la minifalda y las braguitas y dispuesto a penetrarla. Pero con un gesto suave lo impidió. Quería que la penetrara con la faldita puesta y apartando las braguitas para dejar expeditos sus orificios. Desconozco donde había visto ella una cosa así, pero así fue como la monté de todas las formas posibles y así fue como llegamos al clímax. Primero ella o eso me pareció. Luego yo. Tras lo que me quedé, como siempre, semidormido en la cama.

Creo que ella, a continuación, se levantó y se fue de nuevo al cuarto de baño. Digo que lo creo porque, en otro momento, apareció sentada a mi lado en la cama y ya se había cambiado, se había quitado las pinturas y estaba retocándose las mejillas con una brocha grande y suave.

No sé si se le ocurrió en aquel instante o formaba parte del postre final, pero me pasó la brocha por mi pene exhausto y por mis testículos vacíos, como si me estuviese diluyendo polvos de maquillaje y yo, bien es cierto, me quise morir. Aquello tampoco me lo habían hecho nunca.

Estas memorias están teniendo, afortunadamente, una gran aceptación entre los lectores. Lo demuestran el gran número de visitas que tiene semana tras semana y los comentarios que recibe. Por eso, de acuerdo con la dirección de Estrella Digital, he pensado realizar, dentro de la sección, un Experimento sexual: quiero que los lectores de ‘Memorias de un Libertino’ puedan publicar también sus relatos.  Sus sueños. Sus experiencias. Sus deseos ocultos.

El tema erótico será libre. Sólo pido que el texto no sea mucho más de un folio de extensión y que mantenga un mínimo de buen gusto. Se podrán firmar con seudónimo y se respetará el máximo de discreción. Tanto se respetará que los relatos NO deberán enviarse a la redacción de Estrella Digital sino a [email protected] Este es un correo creado, especialmente, para recibirlos y para que sirva también para aclarar cualquier duda o consulta.

Por supuesto, si alguien lo solicita, puedo también ayudarle literariamente a mejorar su texto.

La idea del Experimento sexual partió de un relato publicado recientemente y firmado por Laura Van D.  

Esperamos recibir muchos relatos.

Memorias de un libertino

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