El líder de los socialistas madrileños se empeñó en ser el candidato de su partido en las pasadas elecciones autonómicas. Por aquel entonces, cuando decidió dar la batalla al aparato federal del PSOE, ni Gómez ni nadie en su entorno era capaz de adivinar la deriva que estaban a punto de tomar los acontecimientos, el desgaste irremediable de la imagen de su partido y de su presidente, los efectos catastróficos que sobre sus aspiraciones electorales y las del resto de sus compañeros iba a tener la marca PSOE, las siglas ZP.
Pasado ya el 22M, con poco espacio para nuevos análisis, Tomás Gómez se enfrenta a la difícil tarea de mantener el pulso de un PSM que ha sufrido su peor castigo electoral, que ha perdido la mayor parte de los gobiernos municipales, que ha visto cómo se desvanecía su dominio en el Sur de la Comunidad. De momento, Gómez seguirá al frente del socialismo madrileño porque nadie en las filas del PSM puede enarbolar un resultado suficientemente bueno. Qué autoridad tienen ahora aquellos alcaldes que se enfrentaron personalmente a Tomás Gómez, qué puede exigir en este momento Pedro Castro que está a punto de perder la alcaldía de Getafe. Quién, de entre los más críticos, puede discernir entre el efecto que sobre el voto socialista ha tenido Zapatero, el 15 M, el perfil de Gómez o la mala campaña electoral.
Tengo la impresión de que el futuro del PSM, del propio Tomás Gómez, está muy ligado a lo que ocurra con el PSOE. Tengo la impresión de que, quizás, el todavía Secretario General de los socialistas madrileños está esperando a apostar por el candidato ganador de unas posibles primarias o de un hipotético congreso extraordinario. Tengo la sensación de que en la sede de Callao pasarán tranquilos y lentos los días a la espera de que Gómez cometa un solo error, por pequeño que sea. Hasta entonces todo seguirá en su lugar, en el mal lugar en el que les han dejado las urnas.
Pedro Blanco