José Montilla está obligado a llevar la voz cantante contra el Tribunal Constitucional porque se teme una poda del Estatut de las que hacen época. Vale, supone llevar la contraria al Gobierno y al PSOE, pero es que es él quien tiene que enfrentarse a unas elecciones y quien maneja unas encuestas que le auguran la derrota. Por eso no dará su brazo a torcer y liderará la protesta de toda la clase política catalana menos el PP. Lo contrario, dejar que lo haga CiU, es simplemente suicida.
Mientras Mariano Rajoy, José Blanco y José Luis Rodríguez Zapatero defienden que no se pueden cambiar las reglas de juego a medio partido, Montilla recuerda que los árbitros, para ser creíbles, deben tener la licencia en vigor. No le falta razón. Pero la última responsabilidad de que algunos jueces estén de ocupas en su sillón es de los socialistas. El PSOE pudo pactar con el PP una nueva composición del tribunal pero no quiso tragar con magistrados tan conservadores como Francisco Hernando y Enrique López. Sus trayectorias como presidente y portavoz del Consejo General del Poder Judicial no auguraban nada bueno y no se atrevieron. En el PP contaban con ello y ahora se frotan las manos.
Eso obliga a que el president de la Generalitat tenga que entrar en un estado de hiperactividad mientras desea que los jueces hagan justo lo contrario y sigan deliberando tan lentamente como lo han hecho hasta ahora. Sólo faltaría que empezasen a correr justo en este momento. Ya están en marcha las rondas de Montilla con todos los partidos menos el PP para que el Parlament apruebe una resolución exigiendo un nuevo tribunal. Lo interesante será ver cómo votan los 25 diputados del PSC en el Congreso cuando CiU exija lo mismo en Barcelona que en Madrid. Mientras, los ciudadanos se aguantan la risa cuando oyen eso de que hay que dejar trabajar a la justicia y respetar sus decisiones. Ya saben, es un poder independiente. No está politizado.
Luz Sanchis