sábado, mayo 4, 2024
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Estrategias catalanas

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Desconozco el grado de sensibilización ciudadana respecto al hipotético sentido de la esperada y quizá imposible sentencia del Tribunal Constitucional. Se habla mucho del «malestar», la «frustración» y el «descontento» que produciría una sentencia que declarara inconstitucionales aspectos más o menos vertebrales del texto recurrido, pero no se sabe muy bien si tales reacciones serían la de los ciudadanos o la de los políticos que lo apoyaron y que ahora lo defienden como si en ello les fuese la vida. Lo que si sé, para atemperar los anuncios de desastres, es que, visto el referéndum, el propio Estatuto no despertó excesivos entusiasmos, es decir, que no eran una mayoría aplastante los que pensaban que, en ello, les iba su vida común y anónima, aunque no por ello menos cívica y ciudadana.

Pero lo que parece claro es que, de cara a las elecciones autonómicas, las estrategias se van estableciendo en torno a la sentencia del Constitucional o a la falta de ella. Ahí está Montilla pidiendo que se renueven ya los magistrados que han perdido la licencia», frase que es a su vez una licencia excesiva para denunciar que algunos de ellos tienen el mandato caducado y que, en el fondo, revela el temor a una resolución desfavorable. Con este gesto del presidente autonómico y las iniciativas consiguientes en el Parlamento, Montilla, que está a medio camino entre la defensa numantina y la del orden, es decir, en peligro de arribar en tierra de nadie, pretende también beneficiarse de una cierta distancia del PSOE, curioso efecto de la presión nacionalista que a menudo pretende convertir sus particulares aspiraciones en el único modo de «defender el país». Y, al mismo tiempo, revela el descrédito del Gobierno de Rodríguez Zapatero, como ya se vio en lo que se ha dad en llamar «síndrome Barreda», es decir, la percepción de que el presidente ya no suma y sí rinde, sin embargo, separarse un poco de él.

Los nacionalistas tratan de abrir aún más esta herida tensionando lo que pueden para, en el fondo, demostrar que los demás son sucursalistas, Mas propone a Montilla que se distancie aún más del PSOE, o que rompa con él, para constituir una suerte de frente catalanista en defensa del Estatuto. Como si pretendiera, en vez de aunar voluntades, ponerle en un brete, que es lo que piensa que rinde electoralmente. Esquerra se pone de perfil para terminar presentándose como el adalid de la cosa, que no del Estatuto: si sale adelante, será fruto de la presión; si no, de la falta de ella que ya comenzó con pactar un texto que ellos no refrendaron. La cuadratura del círculo.

La paradoja es que, a estas alturas del caos institucional, las estrategias de los «defensores» del Estatuto buscan más como sacar tajada de la confusión y dañar al adversario que defender el texto. Porque defender su constitucionalidad, ya se sabe, es algo que se hacía antaño y con la boca pequeña. Ahora ni eso.

Germán Yanke

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