sábado, mayo 18, 2024
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La insatisfacción como ideario

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La añoranza de una patria perdida que tal vez nunca existió es seña del discurso doctrinario del Partido Nacionalista Vasco en su andadura centenaria, siempre a caballo entre dos almas, la pragmática y la esencialista. A ella ha recurrido en el primer Aberri Eguna (Día de la Patria Vasca) que celebra el nacionalismo fuera del poder para reclamar el ser diferente del vasco frente a quienes -se malician- pretenden su homogeneización con el resto de españoles. Pero la nostalgia del PNV, en este caso, engarza más con la privación de sus cargos públicos y del timón del país.

«Hace un año nos ‘normalizaron’. Hace un año cambiaron el color de Euskadi en su mapa. El mapa español. Pero el problema que tienen es que Euskadi sigue siendo verde (…) por mucho que les pese; por mucho que nos pretendan cambiar y diluir», arengaba a su militancia el presidente nacionalista. Hace ya tiempo, el PNV se arrogó el sentir de la colectividad vasca, aunque ETA se lo disputó con crímenes. Para defenderla ha recurrido de nuevo a la tentación victimista: «… ¡y menos para que nos ‘arruguemos’ ante los Zapatero y Rajoy, o sus delegados López y Baragoiti!». Una visión cerrada de la identidad vasca, propia de los discursos de Aberri Eguna, a los que sólo han acudido, salvo excepciones durante la transición política, los partidos nacionalistas.

Más pragmático que esencialista, el dirigente Íñigo Urkullu no ha renunciado a los mitos. Porque su crítica no es incompatible con el apoyo a Zapatero en los Presupuestos, las subidas del IVA o en la Ley del Aborto, entre otros, en contrapartida a otros logros como el blindaje del Concierto, el de las Sociedades Anónimas o el polémico de las políticas de empleo (que generó malestar en el Gobierno de Patxi López). Tampoco tuvo reservas a respaldar la posición común española en la presidencia europea.

Por eso suena disonante.. El documento a su militancia en la celebración de la fiesta nacionalista señala en un mismo plano a ETA y a la alianza PSE-PP: «Ambas estrategias resultan ruinosas para nuestro pueblo, tanto desde el punto de vista ético como democrático». Equiparar en valores éticos y democráticos a ETA con los dos partidos atacados por ella es, cuando menos, estrambótico. Y tampoco coherente con la actitud inequívoca que ha mostrado Urkullu en la presidencia del PNV frente al terrorismo, aún cuando su partido rechaza formalmente la Ley de Partidos por la que se ilegalizó a Batasuna.

Y mientras su escisión (EA), en una huida hacia adelante tras el batacazo electoral, hacía causa común con la izquierda abertzale en la red Independentziak a un lado y a otro de la frontera, el PNV, que no ha hecho cesiones a la retórica de la izquierda abertzale en los últimos tiempos, hace mención a sus antepasados, para dar sentido a su ideario: «No pasaron guerra, cárcel y exilio -advirtió- para que los nacionalistas se acomoden y conformen con lo que tienen». Lo que ahora tienen los vascos es la mayor autonomía de su historia y la más amplia del concierto europeo. Pero quieren más: «Un marco que permita la construcción integral de la nación vasca, que garantice el reconocimiento y ejercicio del derecho a decidir del pueblo vasco». Un pueblo que estaría gobernado por el PNV.

Aún más contradictoria resulta la teoría conspirativa según la cual los planteamientos del pacto entre socialistas y populares en Euskadi para el Gobierno de Patxi López «llevan perfeccionando(se) en los diez últimos años». Es casi el tiempo que ha pasado de otro pacto, el de Lizarra, firmado por el PNV y EA con ETA para lograr el fin del terrorismo, con una vuelca de tuerca nacionalista, que conllevaba la exclusión de socialistas y populares. El 12 de septiembre se cumplirán 12 años.

No era el momento más grato para el PNV esta edición del 2010, cuando se ha visto salpicado por un escándalo de presunta corrupción que afecta a ocho personas vinculadas al partido en Álava y que la dirección se dispuso atajar con celeridad. Urkullu ha aprovechado para decir que «nunca, jamás» tendrán cabida los corruptos. Pero ni siquiera era un consuelo que sus partidos rivales tampoco puedan presumir de lo contrario, o que las últimas encuestas -del Gobierno de Patxi López- le certificaran la creencia de que uno de cada dos vascos le colocan de nuevo en Ajuria Enea en el 2013. Demasiado lejos.

Chelo Aparicio

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