sábado, mayo 4, 2024
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Aberri Eguna

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Aberri Eguna. En el País Vasco, la «fiesta de la patria» tiene desde antaño un carácter partidista indudable porque los que la celebran, los nacionalistas, aunque divididos entre sí, consideran que su partido es el que representa la patria, el Pueblo, las aspiraciones generales y la única verdad. El senador Anasagasti comenzaba el día recordando que, en otros tiempos, los socialistas, fuera o dentro del Gobierno vasco en el exilio, celebraban la fiesta que ahora ellos, deslavazados y confusos, siguen organizando. No debería extrañarle si su partido, a lo largo de estos años, ha ido identificando Euskadi con el PNV. O, más bien, Euskadi con el PNV en el Gobierno. Desalojados democráticamente del poder, no es su proyecto político el que queda en suspenso, sino, según su retórica, el mismo país el que se viene abajo. Un programa distinto al suyo no es parte de la dialéctica de la democracia y eventualmente, como ahora ocurre, una opción de la lógica alternancia, sino la destrucción de una identidad.

No es superfluo referirse al poder. Urkullu ya dejó claro que la batalla política por lo que se ha dado en llamar «profundización del autogobierno» quedaba demorada a la hipotética recuperación del poder en la comunidad autónoma. La debilidad de Rodríguez Zapatero, nada razonable en esta cuestión, le brindó la oportunidad de ponerlo en práctica: el PNV pide una transferencia de políticas activas de empleo abiertamente anticonstitucional y consigue, diciendo al presidente que sólo apoyaría los Presupuestos si la transferencia se hace sólo con su aprobación. Como no aprueba la razonable solicitada por Patxi López, el País Vasco se queda sin ella. Nada más peligroso que dar la impresión de que los demás son tan vascos como ellos y tan comprometidos con el autogobierno.

La posición ante los no nacionalistas, que sólo serían ciudadanos de segunda o tercera si el PNV tuviera algún concepto homologable de la ciudadanía, no es la misma, a la hora de los festejos de «resurrección», que ante los demás nacionalistas, todos ellos en retirada y declive. Si estuvieran en el poder, vienen a decirnos, no padecerían la «atomización» actual. Todo pendiente, como se ve, no de unas ideas, ni de un funcionamiento normal de las instituciones, sino del poder. Como para celebrar con ellos el festejo, antes del poder, hoy de una enfermiza melancolía.

Germán Yanke

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