La Copa del América fue apuesta de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, entusiasmada en llevar a la ciudad grandes acontecimientos deportivos. En la capital y en la Comunidad se sigue una política muy discutible sobre el apoyo al deporte dado que hay clubes que parecen privilegiados y otros por quienes existe cierta despreocupación, reducción de las subvenciones o retirada de las mismas.
Doña Rita y don Francisco Camps no ha dudado en vestirse con los perifollos de la Copa del América y la Fórmula 1. Para lo primero hubo que hacer grandes inversiones con el fin de que el señor Bartarelli, quien ostentaba el título de último ganador, eligiera Valencia. El reto de la alcaldesa acabó en éxito.
Cuando parecía asegurada la repetición de la jugada, la ciudad se topó con un pleito que ha durado meses y que se ha tenido que resolver en Estados Unidos. Finalmente, la disputa entre el campeón Alinghi, suizo, y el estadounidense Oracle se ha tenido que decidir de nuevo en Valencia para satisfacción de la alcaldesa, a quien tuvieron en un sinvivir durante meses.
La promoción internacional de la ciudad, para no tenerla centrada casi exclusivamente en las Fallas, ponderadas desde hace más de medio siglo por publicaciones estadounidenses y europeas, se alentó con la Fórmula 1, y si para la vela hubo que hacer grandes inversiones en infraestructuras, para el automovilismo hubo que diseñar el circuito. También cuesta un Potosí.
Los grandes fastos parecen satisfacer las necesidades de quienes desean ver Valencia en podios de carácter tan universal. Sin embargo, la vela no proporcionó los ingresos presupuestados y los automóviles tampoco acabaron por satisfacer desde el punto de vista económico. Falta por evaluar concienzudamente si el resultado obtenido compensa el esfuerzo dedicado.
Julián García Candau