El proyecto Castor no es uno cualquiera en la cabeza de Florentino Pérez, presidente de ACS. Además de que su empresa es propietaria del 65 % de la empresa, mientras que el 35% restante corresponde a la canadiense Escal, hay motivos sentimentales en esta operación. La planta en tierra de esta enorme infraestructura se llama «Planta Ignacio Pérez». Se bautizó así en homenaje al hermano del presidente, fallecido de una larga enfermedad durante la construcción del proyecto.
Sin embargo no es un negocio que le haya salido mal a Florentino Pérez, a pesar de la paralización de la planta. La principal contratista de la obra ha sido una de sus empresas, ACS-Cobra, que ha acometido buena parte de las obras y ya las ha cobrado. Los contratos fueron públicos y tuvieron el seguimiento de la Comisión Nacional de la Energía. Pero esto quiere decir que ACS ya ha recuperado la mayor parte de la inversión.
Además, esta enorme obra de ingeniería es novedosa por su sistema de financiación. En tiempos de enorme zozobra financiera, 500 millones del coste de la obra (casi 1.300 al final, aunque inicialmente se estimó en solo 500) ha corrido a cuenta de bonos emitidos por el Banco Europeo de Inversiones, con la garantía del Gobierno español, una novedad inédita hasta el momento. Y una gran ventaja financiera para los promotores.
La jugada empresarial se cerraba con la toma de control de Enagas del almacén submarino de gas. Pero el Gobierno Rajoy decidió ser muy riguroso a la hora de aceptar y recibir (y pagar) la obra, que ya presentaba dudas técnicas. Por eso necesitaba una homologación internacional a toda costa, ya que si no era «llave en mano», Enagas se negaba a asumir Castor. En esas estaba Lloyds, cuando los terremotos han hecho tambalearse toda la operación. Claro que, una vez más, Florentino Pérez ha salvado los muebles.