lunes, junio 17, 2024
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El café y los relatos, nuevos aliados de Santiago García Tirado

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La treintena de relatos que componen Todas las tardes café (Ediciones Irreverentes) bien merecen una lectura reposada, y si es acompañado de un café, mejor aún. Por las páginas de esta obra se pasean todo tipo de personas, un abanico de personalidades que se despliega ante el observador -en este caso, García Tirado- como si estuvieran deseando que su historia fuera contada. Hasta objetos como los taburetes que aguantan, día a día, el peso de los transeúntes se convierten en protagonistas circunstanciales de esta obra, cobrando vida cuando el café cierra sus puertas y reina el silencio de la noche.

Tarde o temprano, como sugiere este libro, el cuento siempre llega. Sólo hay que sentarse y esperar. Mientras el lector aguarda, García Tirado le hace saber que, para hacer más agradable la espera siempre puede deleitarse con un café, y le recuerda que hay bastantes clases de esa bebida estimulante, casi tantos como situaciones diferentes se pueden dar a lo largo de una jornada: café solo para ese tipo de gente «poco recomendable que mata las horas a sorbos de café»; café moka acompañado de berlinesas para los que tienen que hacer frente a una larga jornada; con leche para los que no se complican o café bombón para los más golosos.

La actualidad, terreno de los medios de comunicación

García Tirado, que se dio a conocer al público en el 2003 al ganar el Premio Teruel, diferencia muy bien la barrera existente entre la literatura y el periodismo, por eso afirma que no suele tratar temas de actualidad, ya que considera que ese campo pertenece a los medios de comunicación. «El cuento debe servir para evadirnos de la realidad, para romper la monotonía y la mediocridad de nuestra vida», explica. No obstante, en Todas las tardes café podemos encontrar alguna historia vinculada a temas que en su momento fueron noticia, como es el caso del trágico accidente del Yak-42. Las cartas ya no llegan al desierto es un relato que dedica a un compañero que perdió a un familiar directo.

Aunque publicó en el 2006 su novela Un preso que hablaba de Stanislavski (Ediciones Irreverentes), que fue muy bien acogida por la crítica -su nombre suena como una de las nuevas cabezas del relevo generacional en la nueva literatura española-, el escritor reconoce que se siente muy cómodo en el terreno del cuento, donde puedes «experimentar y tratar todos los temas usando técnicas diferentes a las de la novela, donde te la juegas con una sola historia».

Fiel a ese deseo de explorar nuevos registros, las historias de Todas las tardes café, aunque ambientadas en cafeterías, son muy diferentes entre sí: «he creado muchas vidas, casi tantas como he querido, y las he localizado todas en el último sitio democrático que existe, el café, donde se dan cita los personajes más diversos de la sociedad», cuenta. El escritor andaluz ya trabaja en otra historia de la que, por ahora, no adelanta mucho, tan solo que él es de esos autores que se lleva al trabajo a casa. «Los personajes están conmigo y le doy vueltas y vueltas a las historias, me lleva mucho tiempo acabar una», explica.

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