domingo, mayo 26, 2024
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El equipo más salvaje y el mejor contrato de la historia

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Espectáculo, del bueno y también del malo. En apenas dos años de vida, los Spirits of St. Louis demostraron al mundo ser uno de los equipos más salvajes de la historia. Poco después sus propietarios, los hermanos Ozzie y Daniel Silna, firmaban el que ha sido calificado como ‘el mejor contrato de la historia’. No solo en el mundo del baloncesto sino del deporte en general con el que han podido ‘sacar’ a la NBA más de 700 millones de dólares.

La ABA nació como otra disparatada idea de Dennis Murphy, promotor de descabellos deportivos, con la inestimable ayuda del tiburón de las finanzas Connie Seredin. Tan solo tardaron unos pocos meses en reunir el 17 de enero de 1967 a nueve hombres convencidos de dar vida a semejante locura, entre ellos: Art Kim (Anaheim), Gary Rubin (Pittsburgh), Joe Gregory (Kentucky) o la familia DeVoe de Indiana. El 13 de octubre de 1967 (viernes trece), el famoso balón tricolor era lanzado al aire y se inauguraba oficialmente la competición más intensa, disparatada y divertida de la historia del baloncesto.

El desembarco de los Spirits a la ABA en la temporada 1974/75 despertó gran interés al hacerse a golpe de talonario con el número dos del draft, Marvin Barnes. Excéntrico como pocos jugadores en la historia, Barnes llegaba después de hacer maravillas con la Universidad de Providence tras medias de casi 21 puntos y 18 rebotes. Con sus 2,03 era un fibrado Ala-Pívot que atesoro infinitud de récords en Providence: Más rebotes en una temporada (597), más rebotes en un partido (34), más tapones (363). Tan solo uno de los cinco mejores jugadores en la historia de la NCAA, el gigante pelirrojo Bill Walton, le separó del número 1.

Curioso resulta que en aquel draft del 74 se eligiera en la posición 40 a uno de los anotadores más brutales de la historia y Hall of Fame, George Gervin.

El ‘original’ Marvin Barnes

De seguro hubiera sido incluido entre los 50 mejores jugadores de la historia de no ser por su mala cabeza. Aseguraban quienes le han visto jugar (como su compañero M. L. Carr) que no tenía nada que envidiar a los grandes como Magic, Bird o Jordan. Ya desde muy joven, tras robar un autobús de línea en su último año de High School, demostró grandes dotes para meterse en problemas. Tanto fue así, que se canjeó el sobrenombre de ‘bad news’ (malas noticias).

Mientras se mantuvo centrado, su talento era inigualable en la liga, no más de 4 o 5 jugadores podían hacerle sombra. Aunque pronto evidenció problemas de actitud: ausencias en los entrenamientos, desapareció en varios partidos y comenzó a ingerir drogas en abundantes cantidades.

Barnes dejó un sinfín de anécdotas, las más curiosas relacionadas con los aviones. La primera sucede en Nueva York donde Barnes había celebrado la victoria entre mujeres, alcohol y drogas. Despertó tarde y perdió el vuelo a Virginia donde los Spirits jugaban su siguiente partido. El Ala-Pívot contrato un avión privado, que más tarde pagaron los dueños la cantidad nada desdeñable de 1.500 dólares. Apareció en el vestuario vestido con un abrigo de cachemir, debajo llevaba el uniforme del equipo, y una bolsa del McDonalds diciendo: “no tengáis miedo: Marvin está aquí”. Bob MacKinnon, entrenador de Sto Louis, decidió dejarle en el banquillo todo el primer cuarto hasta que el partido se torció. En apenas tres cuartos y tras una larga noche de alcohol y drogas, Barnes anoto 53 puntos en otra exhibición a las que tenía acostumbrado al respetable.

La segunda historieta fue tan extrovertida que aún hoy existe un grupo de música basado en ella, The Marvin Barnes Time Machine. Los Spirits debían coger un avión de vuelta desde Louisville. Los husos horarios norteamericanos hacían que el avión saliese a las ocho para llegar a las 19:56. Al enterarse de la situación Barnes decidió cancelar su billete alegando que “no me pienso montar en una puñetera máquina del tiempo”.

Tras acabar su primera temporada Barnes fue elegido Rookie del año. Pero el baloncesto se fue apagando en Barnes, consumidor habitual de droga que toco suelo cuando vistiendo la elástica de los Celtics procedió a meterse una raya de cocaína en medio de un partido en el banquillo del Boston Garden.

‘El equipo más salvaje’

Dos temporadas de vida que sirvieron para que muchos analistas les calificaran como ‘el equipo más salvaje de la historia’. Quizás uno de los más reconocidos fue Terry Pluto que les dedico un extenso capítulo en su obra ‘Loose Balls’ bajo el epígrafe ‘El equipo más salvaje de todos’. Al ya mencionado Barnes se le unió Jame Fly William, forjado en los suburbios de Nueva York donde creció viendo a leyendas del basket sobre asfalto de la talla de Hammon, Knowings o el gran Earl Manigault. Fly destacaba por su gran talento (todavía hoy es una leyenda en Austin Pea) y por su mala cabeza, criado en la miseria del barrio de Brownsville, al este de Brooklyn donde casi era más habitual ver droga que alimentos frescos.

A semejantes dementes se les unió Maurice Lucas. Llegado también del draft del 74 que chocó directamente con Barnes, con el que tuvo problemas públicos. Se trataba de un jugador rudo, fornido y extremadamente serio que puede presumir de ser uno de los mejores ‘cuatro puros’ de la historia. Además, se les unió Lonnie Shelton, jugador muy duro al que se le recuerda por partirle la cara literalmente al pacífico Buck Williams. Por no hablar de Gus Gerard del que dicen que parecía mudo o Donnie Adams.

El vestuario era un polvorín. Al pobre de Bob MacKinnon solo le quedaba tragar con todo lo que ocurría. En los pocos entrenamientos en los que estaban presentes la cocaína se convertía en algo natural. Durante los partidos varios Roll Royce o Cadillacs, que nadie se explicaba de donde salían, aparecían aparcados en segunda fila, en alguna ocasión se llegó a parar el partido para que su propietario saliera a moverlo de sitio. Era raro el partido que no acababa con un par de peleas. Las jugadas ensayadas por MacKinnon no salían nunca porque parecía más un uno contra cinco que un partido profesional. Situación que se acentuaría con la llegada la siguiente campaña de Moses Malone.

En definitiva, uno de los equipos más talentosos de la historia pero también el más indisciplinado. El momento de gloria llegó cuando consiguieron eliminar a los campeones, los Nets del Doctor J. (que fue machado por Barnes). Sin duda, fue la mayor y más grata sorpresa que dio la ABA en sus pocos años de vida y una de las sorpresas de la década.

A perpetuidad

La ABA se extinguió en 1976, no sin antes dejar uno de los mejores concursos de la historia (rivalizando con los duelos de Jordan y Dominique Wilkins o el del 2000 con los primos McGrady y Carter). Cuatro franquicias se unieron a la NBA: Pacers, Spurs, Nets y Nuggets. Mientras las dos restantes: Spirits y Kentucky Colonels se quedaban fuera. En las duras negociaciones se consiguió que los Colonels aceptasen una oferta cercana a los 3,3 millones de dólares y desaparecieran. Todo lo contrario ocurrió con los hermanos Silna que ansiaban una franquicia NBA y que al final obtuvieron algo mucho más valioso.

Fue el 17 de junio de 1976, en un contrato de apenas diez páginas, en el que se gestó una de las mayores operaciones de la historia del deporte. Los hermanos Silna recibieron 2,2 millones más una séptima parte de los derechos de TV de las 4 franquicias que entraban a la NBA. Lo mejor fue que recibirían esos derechos a perpetuidad.

En un principio la televisión no era una gran fuente de ingresos por eso se aceptó el trato pero para regocijo de los Silna llegó la época dorada de la NBA. El showtime, los duelos de Bird contra Magic y más tarde el flamante mejor jugador de todos los tiempos Michael Jordan.

En términos monetarios, lo que al principio eran ingresos por 400.000 dólares se ha convertido en un monto cercano a los 225 millones de dólares. Y en la última negociación con la NBA han recibido una oferta cercana a los 500 millones de dólares por extinguir su contrato. Y todo ello por 1 millón que costó la franquicia y por aguantar (disfrutar y regalar) la historia de semejante grupo de dementes.

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