domingo, mayo 19, 2024
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Lisboa, ciudad global pero en riesgo

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La actual exposición 'Lisboa, ciudad global', en el Museo Nacional de Arte Antiga sirve para ilustrarnos a los portugueses, y para explicar a los extranjeros, especialmente a los españoles, las razones profundas del cosmopolitismo portugués.

La exposición se basa sobre todo en una tabla, probablemente flamenca, que describe la rua Nova dos Mercadores, donde se concentraba el comercio y que desapareció con el terremoto de 1755, y en otra, O Chafariz d'El Rey (que aún existe).

A mediados del siglo XVI el diez por ciento de la población lisboeta era africana (esclavos) y había un inmenso número de chinos, hindúes, germanos, italianos, además de judíos conversos. La Lisboa quinientista ya era cosmopolita.

Las comisarias de la exposición, Kate J. P. Lowe y Annemarie Jordan-Gschwend, autoras de un libro singular, 'The global city: on the streets of Renaissance Lisbon', han acompañado este singular cuadro de libros, pinturas y objetos que denotan esa diversidad tan fecunda que experimentaron las artes en Portugal en el Renacimiento. En 1580, el rey Felipe II de España accedió al trono de Portugal lo que limitó, aunque no extinguió, nuestro cosmopolitismo, tendiendo a uniformizar más nuestro país en línea con la imperial Castilla.

Me ha recordado este evento cultural mi libro 'Lisboas' (ediciones Gerión, Huelva, 2008) en el que hablaba de esa Lisboa africana, de la oriental, de la inglesa. Todas ellas subsisten hoy. Nuestro primer ministro, António Costa es de origen de Goa por su madre. Nuestro pasado de descubridores, que no de conquistadores (importante matiz, pues nunca hablamos de conquistas sino de descubrimientos), nos abrió al mundo muy pronto, como se manifiesta en el arte manuelino, en Os Lusiadas de Camoens, o hasta en los poemas que Pessoa escribió en inglés, en Africa del Sur. Escritores angoleños y mozambiqueños forman parte de nuestra cultura.

Globalidad beneficiosa pero, atención, no como la globalización que hoy va minando el carácter de Lisboa pues el turismo viene acompañado de un proceso acelerado de gentilización (gentryfication) y de especulación inmobiliaria que puede acabar con el carácter, personalidad y espíritu de la ciudad.

Muchas viejas casas de la Lisboa clásica caen bajo la excavadora para echar a los vecinos de siempre y construir hostels, hoteles y apartamentos de lujo. Todo con dinero especulativo chino, taiwanés, angoleño, español y francés. Alfama y la Baixa están a punto de convertirse en un parque temático. La avenida da Liberdade ya son sólo hoteles y tiendas de lujo. La praça del Comercio o Terreiro do Paço, una de las más bellas del mundo, está convertida en una zona de terrazas, restaurantes y bares de copas, habiendo perdido su carácter, a pesar de que dejó de ser un aparcamiento.

No es nostalgia de la ruina, sino el deseo de que la población de Alfama, Mouraria, Bairro Alto (¿sólo para ir de copas?), Lapa, Madragoa y tantos otros pueda seguir viviendo en casas arregladas, modernizadas, pero sin ser expulsada por tribus hedonistas, ajenas, sin alma ni amor por la ciudad.

Rui Vaz de Cunha

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