domingo, mayo 19, 2024
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Del Tour al Goncourt

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Francia siempre nos reserva dos acontecimientos singulares, franco franceses, el Tour en julio, el premio Goncourt en noviembre. Esto es incomparablemente mucho más interesante que la política mediática de una izquierda sin ideas y una derecha desbordada.

El Tour es, además de un espectáculo deportivo, un despliegue de la belleza de Francia. Recorremos en moto, auto o helicóptero gracias a la televisión gala y vemos todo el país a través de paisajes y ciudades perfectamente cuidados, admirables. Y no es porque sean verdes, sino porque la ordenación del territorio es sagrada y respetada por todos. Es una invitación al viaje y quizá la mejor promoción turística del país.

Francia es quizá el país más literario del mundo y no pocos literatos han excavado en historias del Tour, destacando Antoine Blondin (+1991), un escritor muy de derechas de gran calidad, como ha habido siempre en Francia, donde la ideología no ha estado reñida con la cultura.

Pasa el verano, adormecido, y en otoño otro acontecimiento, éste propiamente parisino, confirma la rentrée literaria. El premio Goncourt fue creado en 1892 en el testamento del más escritor de los dos hermanos, Edmond. Desde 1903, su otorgamiento marca un hito del año literario, entre las decenas de premios. Ya casi nadie lee a los Goncourt, que describieron la Francia de la Tercera República, aunque su Diario es quizá lo más perdurable. Si bien trufado de pensamientos reaccionarios, antisemitas, antirrepublicanos, hablan de escritores y libros, sin dejar títere con cabeza, con notas a menudo geniales. Cotilleos sobre los jerarcas de la literatura, ataques despiadados (“Wilde plagia a Verlaine, Zola es como el Papa literario”, etc).

«En Francia, la ideología no ha estado reñida con la cultura»

El año pasado el premio a la primera novela fue atribuido al escritor oranés Kamel Daoud, por su contra-encuesta sobre Meursault, el asesino de L’Etranger de Camus. Es un libro que rinde homenaje al francés al tiempo que recorre la historia de Argelia desde su independencia. Esperemos que 2016 siga sorprendiéndonos aunque a veces los Goncourt hayan sido algo discutibles, como sucede con los Nobel. Pero Ben Jelloun, Houellebecq, Yasmina Reza, entre los recientes, acreditan su prestigio.

Con los premios, que es la versión francesa de los best sellers, se sigue fomentando el estilismo que a veces peca por excesivo en las letras galas.

Francia, aunque parezca que ha perdido impulso y potencia sigue siendo una referencia de la calidad de vida y del gusto. Y, siempre, naturalmente, del paisaje hecho arte, como demuestran los más de dos mil jardines abiertos al público en el Hexágono. No hay más que recorrer la Provenza, la Bretaña, esos pueblos floridos por doquier en los que nunca falta la buena mesa ni el buen libro. Y donde, mal que les pese a muchos, la tauromaquia sigue siendo respetada y muy considerada. Acerquémonos a Dax, Nîmes o Arles para comprobarlo, donde una afición seria, casi más española que muchos españoles, aprecia los toros y el arte que de ellos deriva, tanto pictórico como literario. A este paso, llegará un día en que para ver una buena corrida habrá que pasar la frontera, algo que ocurre ya en Cataluña.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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