viernes, mayo 10, 2024
- Publicidad -

Nombres y figuras

No te pierdas...

Esa expresión, “cogido por alfileres”, la deberían llevar los jugadores del Madrid pintarrajeada en la camiseta. Desde hace tantos años es así, que el inicio del desbarajuste se pierde en la noche de los tiempos. Con los dos primeros años de Mourinhismo radical como excepción, y aún así, compartiendo una fragilidad conceptual, que se vislumbra cuando se cae alguno de los  titulares y el juego se resiente hasta quedar deformado en una mueca grotesca.

Comenzó el Madrid moviendo la pelota aquí y allá, con Di María creando remolinos en torno suyo e Isco mezclando y conduciendo por cualquier zona donde no se encontrara Cristiano. El portugués obsesionado con entrar por el centro, y desplazando a todo el ataque del Madrid de los sitios donde hacen daño. A Benzemá por ejemplo, que ha vuelto a entrar en uno de sus letargos activos, con una consciencia a miles de kilómetros del planeta; se le vio por primera vez chocarse con Ronaldo y mirar perplejo al gran primate tan lejos de su hábitat.

Este Madrid, siendo diferente al de Mou, sigue teniendo los mecanismos internos de Ronaldo. Y estos son ritmo, ritmo y más ritmo. Aquel con los espacios y las transiciones, y este con la pelota y los movimientos continuos de los interiores. Cuando los jugadores se solapan por el centro, comienza a caerse la maquinaria en distintos puntos del campo; y así, hasta que los rivales encuentran la forma de salir de la presión y pasando por el centro  en un suspiro, llegan francos, en vuelo a la retaguardia, que tiene que encarar los duelos como si fuera un western sin segundas oportunidades.

Son los últimos días del año y los jugadores del Real tienen compromisos que rebasan lo puramente deportivo. Xabi y su renovación fantasma, que parece que acabará en las aguas de Mourinho. Marcelo como protagonista de una sitcom, que ha seguido todas las dietas y no lo logra, pero sonríe, porque nadie tiene derecho a juzgarle por su figura. Marcelo que parece salido de un túnel de alquitrán, como aquellos cormoranes dramáticos del exxon- valdez, y es incapaz de palmear la jugada con la cola como antaño. Ahora la digiere de la forma convencional y centra al barullo con escasa esperanza. Ronaldo, algo ortopédico desde que perdió el hilo a su marcha infinita contra los récords. Ramos, que oye voces y cantos, y convierte el ritmo en una cacofonía.

Y Nacho que está ahí. El único centrado de la familia, aún cuando le hacen algún desplante, no se deja caer corriente abajo y acaba los partidos con un buen ratio de despejes a lugares inhabitables y balones cortados a rivales temidos.

A esos primeros minutos con el Madrid dominante –más por inoperancia del Valencia que era incapaz de salir con el balón jugado- le faltó el gol de Cristiano, e incluso la jugada limpia que hiciera temblar Mestalla. Ronaldo cuando está lejos de los sacramentos, no confía en su juego y se trastabilla por el camino del barroquismo. Un regate de más o una utilización perversa de su don de la ubicuidad. En el otro lado, el Valencia y su pila de nombres sin hechizo. El Real se crecía porque no había adversario, pero sus intenciones eran otras y lo demostraría en el segundo tiempo.

Marcelo sólo se enchufó al talento que le fluye bajo los rizos en un pase al otro lado que bajó Di María con suavidad. El argentino hizo un regate elástico entre dos rivales y salió de allí perfilado para entrar en el ensueño de los goles mayores. Rompió el balón zumbando por una esquina y con el portero estirándose hasta el límite prueba irrefutable de la calidad del gol.

Se gritó duro en los bares. Por la violencia del trallazo y lo inesperado de la jugada. Y porque la posesión inane del Madrid empezaba a dar signos de agotamiento. Después del gol, el equipo entero se echó en los brazos del antiguo régimen contragolpeador sin darse cuenta que aquí y ahora, eso es una sentencia porque las piezas no están dispuestas para ello. Salieron de su jaula los valencianistas y en la primera incursión por la banda de Arbeloa el balón le llegó a la cabeza de Piatti. Fusiló a Diego López que cayó al suelo en escorzo feo. Los partidarios de Casillas, que son como las madres de la plaza de mayo –en su regazo el niño ausente y en su mano una vela que nunca se apagará-, se alegraron entre risas del gol visitante y del presunto fallo del portero gallego, al que quizás se le haya caído el halo y se ha convertido en un hombre normal, pero eso habrá que comprobarlo en sucesivas entregas.

Perdido el hilo, quedaban los famosos “arreones”, que vienen a ser como un dulce de provincias que el Madrid  les regala a sus seguidores. Una falta lanzada por Di María desde el sitio que tiene marcado con una cruz, subió hasta las profundidades del área y bajó nevada hasta la cabeza de Ronaldo, tan solo, que pareció que había cometido alguna ilegalidad. La repetición constató que la injusticia era histórica. Ronaldo estaba en fuera de juego pero Rajoy había activado la palanca.  Se llegó al descanso de aquella manera, con un flujo pobre que iba  y venía sin que se amontonase la jugada en los sitios que dañan los partidos.

En la segunda parte Isco dejó de existir y el Madrid se partió definitivamente para desesperación de Xabi, que bufaba en tierra de nadie maldiciendo su suerte, acompañado por Modric y nadie más, todos tan lejos y escrutando la jugada desde el otro campo. En un corner, Mathieu cabeceó hacia atrás contra Ramos y la portería blanca. Fue otro gol con pinta de evitable por el portero, que palmeó a la nada, con el balón silbando entre sus guantes y con el zumbido de los gritos  que se volvieron a oír en los bares.

Tuvo el Valencia 15 minutos para sentenciar, con Canales –otra víctima del madrid- en el campo, ordenando el juego, deslavazado pero punzante de su equipo, y el Real incapaz de subirse a la ola, cansado, renunciando al orden y sin saber jugar al partido roto, con embestidas que morían antes de cristalizar en el área.

Las cámaras enfocaban continuamente a Ancelotti, esperando que de él salieran las claves, y fueron Jesé y Carvajal los encargados de renovar la sangre del partido.

La primera de Jesé, que salió descontrolado, fue al cielo, tan lejos que desesperó al equipo entero. En la siguiente jugada, sin embargo, había una luz que no se había visto en todo el partido. Modric mandando en la frontal, ya sin el estorbo que para él muchas veces significa Isco, dándole el vaivén justo al Madrid para conseguir girar al adversario. Carvajal entró hasta los salones interiores del Valencia, la jugada se enmarañó y casi sin esperanza volvió al croata ya dueño del imán de los grandes momentos; vio a Jesé en una zona caliente del área, más cerca del pase que del remate. Envolviendo el balón con su pierna, Jesé disparó en un movimiento sin eco, tan rápido, que el balón ya se había colado por el palo corto del portero, Jesé corría enfebrecido a por Zidane y el público estaba preguntándose qué es lo que había sucedido.

Quizás asustado por la facilidad de Jesé para sentarse en la silla de los grandes, Benzemá se activó y a partir de ahí, bailó al Valencia apareciendo por todo el campo, e hilando un último tramo en el que la posesión del Madrid puso paz a los intentos gastados del Valencia por auparse al marcador.

Conviene destacar un penalti al que se sometió a Cristiano en un momento indeterminado del segundo tiempo. Para paliar el dolor que causó su gol en fuera de juego en los corazones justos. Nada más que eso. Felices pascuas.

Ficha técnica

Valencia: Guaita; João Pereira, Víctor Ruiz, Mathieu, Bernat; Oriol Romeu, Parejo (Banega, m. 83); Feghouli, Fede (Canales, m. 60), Piatti (Guardado, m. 79); y Jonas. No utilizados: Alves; Ricardo Costa, Javi Fuego y Paco Alcácer.

Real Madrid: Diego López; Arbeloa (Carvajal, m. 79), Sergio Ramos, Nacho, Marcelo; Modric, Xabi Alonso; Di María (Illarramendi, m. 85), Isco (Jesé, m. 73), Cristiano Ronaldo; y Benzema. No utilizados: Casillas; Casemiro, Morata y Llorente.

Goles: 0-1. M. 27. Di María. 1-1. M. 33. Piatti. 1-2. M. 30. Cristiano. 2-2. M. 61. Mathieu. 2-3. M. 80. Jesé.

Árbitro: Teixeira Vitienes. Amonestó a Nacho, Piatti, Mathieu y Arbeloa.

Unos 45.000 espectadores en Mestalla.

Ángel del Riego

Relacionadas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -

Últimas noticias

- Publicidad -