viernes, mayo 10, 2024
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O cambian o los echan

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El otro día leí un artículo de Juan Sánchez González, profesor de Historia contemporánea de la Universidad de Extremadura, donde se sostenía que lo que se dilucida, ante la grave crisis política que padecemos, no es un cambio de modelo porque no parece concebibles alternativas a la democracia, sino lo que está en cuestión es la viabilidad de la calidad de nuestra democracia, siempre susceptible de mejora, pero también de ostensible empeoramiento. Me gustó la idea porque, efectivamente, la crisis económica se está llevando por delante muchas cosas y es un campo abonado para los aventureros de la política, aunque yo no soy de las que pienso que España pueda cuajar un modelo a la italiana.

Durante un tiempo se presentó a la Transición española como modelo ejemplar

Recordaba el profesor que durante un tiempo se presentó a la Transición española como modelo ejemplar, incluso exportable, pero pronto se atenuó el diapasón y con el paso de los años el modelo se ha sometido a un exagerado cuestionamiento, tanto en los ámbitos políticos como académicos o mediáticos. Insistía en que algunos han incidido en conjurar transición con «transacción» e incluso «traición» subrayando la importancia perniciosas de pactos, claudicaciones y componendas y el carácter oligárquico y opaco de los centros de poder y decisión. No digo yo que para un sector de la población esto no sea así, pero los que vivimos la transición sabemos de la importancia del consenso y el pacto y lo que eso supuso de renuncia ideológica para algunos cuyas convicciones parecían inamovibles. Yo he sido una de las que elogiado los pactos de La Moncloa y la importancia que tuvieron para sacar a España de una situación económica nefasta en un momento políticamente muy complicado y sigo pensando lo mismo.

Desde luego no hay ni un solo ciudadano en este país que ante la pregunta de si los partidos políticos tienen que pactar y entenderse responda con un «no», el problema es cuando desciendes a la letra pequeña y la palabra pacto si utiliza con una trampa para atacar al adversario. Aquí nadie quiere pactar con nadie y esa es la cruda realidad. El PP porque tiene mayoría absoluta para sacar adelante la legislatura y además no se fía un pelo de Rubalcaba. El PSOE porque, aunque lo pida con la boca pequeña y, sea o no una cortina de humo para tapar sus propios problemas internos, llegado el caso no aceptaría ninguno de los planteamientos del gobierno porque lo que quiere es situarse en las antípodas. En cuanto a los partidos pequeños, especialmente IU y UPyD, ¿para que van a pactar nada si las encuestas les dan unas subidas especulares?. Y qué decir de los sindicatos, incluso de los empresarios, que van por libre y a lo suyo intentado proteger sus propios chiringuitos.

El único que ha tenido claro lo que puede pasar es Jáuregui cuando ha advertido que o cambian o los echan

España no es un país de pactos sino de bronca y estamos tan acostumbrados a la bronca política que nadie se fía de nadie, ni siquiera en estos momentos que tenemos el agua cuello. Si de verdad nuestra democracia estuviera plenamente consolidada con más 6 millones de parados y la mitad de nuestros jóvenes sin empleo o emigrando, hace mucho tiempo que estarían todos remando la misma dirección pero de eso nada, de nada, para desánimo de los ciudadanos. Ya pueden apuntar todas las encuestas el profundo, profundísimo, desgaste que padecen los grandes partidos políticos. Ya puede señalar la gran desconfianza que provocan los líderes de todos los colores ideológicos o incluso la gravísima desafección de los ciudadanos. Aquí no se mueve nadie porque siguen creyendo que las cosas cambiarán por sí solas cuando vuelvan las vacas gordas pero eso no será así. El único que ha tenido claro lo que puede pasar es Ramón Jáuregui -que cada día está más atinado- cuando ha advertido que o cambian o los echan. Pues eso, como no cambien los van a echar a todos pero …a gorrazos en las próximas elecciones .

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Esther Esteban

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