viernes, mayo 10, 2024
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¿Ya no pedimos el rescate?

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El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no tiene un relato consistente para salir de la crisis -sólo hace falta ver sus malas previsiones económicas para España, compartidas con Bruselas-, pero cree haber descubierto un discurso basado en la confianza. Así, repite cada vez más una frase: «Hace un año vivíamos al borde de la quiebra, con el riesgo constante de ser intervenidos. Ahora ya nadie me pregunta si vamos a pedir el rescate».

España es tan grande y su deuda es tan abismal que más de uno en Alemania piensa que lo mejor es empezar por Grecia

¿Es suya esa frase o se trata más bien de un (nuevo) mensaje de la Europa ‘alemanizada’? España forma parte de una unión monetaria a la que le transfirió instrumentos muy potentes: la política monetaria, financiera y cambiaria. Son palancas esenciales e insustituibles para enfrentarse a una crisis de sobreendeudamiento como es esta. «Si estamos en una unión -como subraya el profesor Antón Costas, catedrático de la Universidad de Barcelona-, la salida de la crisis es cosa de dos. No se trata de implorar ayuda, sino de exigir que cada parte haga el trabajo que le corresponde». Dicho de otro modo: puede ser que Berlín esté empezando a enviar nuevos mensajes al mercado, consciente de que, tras sus elecciones de septiembre, deberá superar la llamada fase de ‘no acción’, para adentrarse en la adopción de medidas -inaplazables- en la eurozona.

Grecia está llamada a ser el centro de atención preferente, ya sea para salir del euro o para seguir usando la moneda común tras una nueva quita de una deuda que no puede pagar. En su libro ‘Hay vida después de la crisis’, el economista jefe de Intermoney, José Carlos Díez, estima que, dentro del euro, la quita necesaria para que Grecia esté en condiciones de devolver su deuda pública se situaría próxima al 50%, mientras que fuera del euro, y teniendo en cuenta la devaluación, sería superior al 80%.

A España tampoco le vendría mal una quita, pero su problema está más en la deuda privada que en la pública; aunque al ritmo de crecimiento de la segunda, la premisa pierde consistencia. Cuando a un país se le ‘ayuda’, refinanciándolo o con una quita, no suele ser por solidaridad europea ni para echarle una mano de verdad: simplemente se le ‘ayuda’ para que los acreedores -léase bancos, aseguradoras y fondos de inversión, a menudo alemanes- no pierdan su dinero. Dicho todo lo cual, España es tan grande y su deuda es tan abismal que seguramente más de uno en Alemania piensa que lo mejor es empezar por Grecia.

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José Luis Gómez

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