sábado, mayo 18, 2024
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El parto

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Cinco horas de deliberación y una espera de los medios que dio pábulo a la libre interpretación. El Consejo de Ministros tenía que aprobar las medidas anunciadas por el presidente ocho días atrás en el Congreso y plasmarlas en un Decreto Ley. No. No ha habido sorpresas. El Gobierno ha cumplido su compromiso anunciado en la Cámara Baja en virtud de lo exigido por Bruselas, por el Gobierno económico europeo.

Los acontecimientos se precipitan y las incertidumbres no cesan. La transformación de Zapatero no ha sido indolora. Se sentía feliz en el ámbito sindical, arropó a las organizaciones, y más que verse ante ellas, en las movilizaciones que brotaron este jueves, preámbulo de la huelga general del día 8 en la Función Pública, se veía al frente de la pancarta. En todo caso, sonriente, tras tutelar un eventual acuerdo para la reforma laboral entre los agentes sociales y la patronal.

Un parto difícil. El socialismo gobernante ha sufrido un desgarro sólo aliviado por la representación de José Blanco por doquier, en el Congreso y en los distintos programas de televisión, con eso de “pagarán los que más tienen”. Un guiño a los sindicatos y a los nominados en el Decreto aprobado este jueves, y un aviso para “los ricos”, aunque no hayan visto un velero más que en fotos. Profesionales, altos ejecutivos. Clases medias.

Suena a improvisación, sin un discurso político que ordene las decisiones. Zapatero, acorralado ante sí mismo, puede ser víctima de una coherencia ideológica que se ha chocado contra la crisis y la realidad. O de haber abusado con alegría, por cálculo electoral, de los latiguillos contra la derecha y otros mensajes contra “los ricos”. O de ambas. Ahora se defiende con determinación el recorte de la inversión pública que se enarboló como imprescindible para el empleo con el Plan E. No hay certezas, pero sobraban ya entonces las consignas proclamadas.

Deslucida recta final de la presidencia de turno europea cuando ni siquiera se mantiene la cumbre Euromediterránea de Barcelona. Se puede bajar la cabeza ante los funcionarios, pensionistas, trabajadores que sufren por su empleo y ante los parados o encarar las decisiones que vengan. El Gobierno no es culpable de la crisis pero es un hecho que no ha sabido conducirla. Tampoco la oposición dispone de mucho margen para soluciones imaginativas, salvo defender sus propuestas en bien del país y recordar -eso sí- que los rancios clichés de los que han sido objeto, además de ofender, no han servido para nada.

Chelo Aparicio

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