miércoles, mayo 8, 2024
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El día de la bestia

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Hay que alimentar a la bestia. Su última indigestión, en forma de hipotecas basura desembocada en crisis económica mundial sin precedentes, le provocó un ligero bajón de azúcar que ahora se apresta a solventar con el mismo menú que generó el empacho. Los mercados financieros, la economía irreal poblada de especuladores y agencias de calificación, culpables de habernos llevado al borde de la bancarrota mundial por la ingeniería contable y el artificio en los balances, piden la sangre de los que todavía se resisten a solucionar los problemas que el bicho genera, sin hacer pagar a los más débiles. Los aullidos en la noche de los grandes fondos de inversión, controlados por cuatro que nos hacen la vida imposible a muchos millones, alertaron a sus guardianes diurnos. Fieles a sus amos, hicieron las llamadas necesarias, presionaron sobre las personas adecuadas, y la nueva víctima estaba sobre el altar del sacrificio.

El modelo español para salir de la crisis, la batalla que José Luis Rodríguez Zapatero estaba dando para demostrar que hay formas diferentes de afrontar un mismo problema, es historia. Al jefe del Ejecutivo le faltaron estacas para atravesar los helados corazones de los que sólo entienden de fríos números. La protección social era una presa demasiado suculenta para los moradores de las arenas bursátiles, que además podría amenazar su imperio del miedo si se demostraba capaz de sobrevivir a estos tenebrosos tiempos en los que andamos sumidos.

Llegada la hora de la verdad, la izquierda se encuentra ante un dilema casi más terrorífico que las hordas a las que se enfrenta. Vencido el Gobierno socialista español ante la ofensiva de los que no consideran a los Estados parte en este juego de dinero y más dinero, los sindicatos se presentan como la última barrera de contención ante la bacanal liberal. Son los únicos que pueden aguarle el festín a los que siempre están sedientos. A los que nunca tienen bastante. Sus decisiones de los próximos días no sólo marcarán la actualidad política de nuestro país durante los meses que vienen. También serán un termómetro para pulsar si los ideales del Estado del Bienestar siguen vigentes. No van a definir una estrategia para amedrentar a este Gobierno. Tienen que ser conscientes de que su lucha va más allá de nuestras fronteras, y que el enemigo es invisible.

José Luis Rodríguez Zapatero ha mantenido un pulso feroz contra un mundo gobernado desde las plantas nobles de rascacielos repartidos por todo el globo. Contra personajes que dictan sus leyes ante pantallas de ordenador que son el nuevo tablero de juego mundial. Han cambiado los ejércitos por enormes cantidades de dinero. Menos aparatoso, el doble de efectivo. El presidente ha estado muy sólo en esa lucha. Los países más desarrollados, incluso los que dicen contar con gobiernos de izquierda, miran para otro lado mientras la jauría se ceba con los más débiles. Esta semana nos ha tocado a nosotros. La bestia quería su día. Lo que durante todo este tiempo de crisis ha sido un sistema de protección social que no se resignaba, que no quería entregarse, ahora se convierte en boca de los portavoces del capital en error garrafal y falta de visión. Hemos estado a punto de demostrarle al mundo que otra política económica es posible. Que también puede globalizarse el sistema de seguridad social o las prestaciones por desempleo, y no sólo el movimiento libre de capitales destinados a especular con el futuro de los países. Era demasiado bonito para ser verdad… o demasiado peligroso para los intereses de los poderosos. Otra vez será.

Ion Antolín Llorente

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