domingo, mayo 19, 2024
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Caramba con el IVA

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La subida del IVA no es una cuestión baladí, aunque las cifras de recaudación añadida que se barajan -o que se buscan- quedan en poco ante el coste exagerado y el despilfarro de las administraciones públicas. Según el Gobierno, el aumento de ingresos (fijado en 5.000 millones de euros en un año, 1.900 en este ejercicio a partir de julio) supone el coste de las prestaciones de desempleo de medio millón de personas. Es un modo un tanto demagógico de defender la subida del impuesto, pero quizá, en algún sector, tenga su efecto. Para el PP, sin embargo, avalado en este caso por la mayoría de los informes de los organismos internacionales, el nuevo IVA ralentizará -y en algún periodo detendrá- el mínimo y previsible crecimiento de la economía en lo próximos trimestres. A nadie se le oculta que los precios subirán, disminuyendo el consumo, o las empresas tendrán que asumir en sus costes, para mantener los precios, un incremento impositivo que afectará a sus cuentas de explotación y al empleo.

No será muy importante ese efecto, dicen sus defensores gubernamentales, que gestionan el amparo de la Comisión Europea, que no puede negar sus efectos negativos en la economía, con el objetivo de la reducción del déficit. Tampoco, si se quiere seguir con el argumento, el aumento de recaudación será muy importante en medio de la sangría escalofriante de las cuentas públicas. Pero aún hay más. Es decir, aún queda lo peor porque todo parece fundarse en una suerte de ficción con la que, si hay que ser sinceros, da la impresión de que el Gobierno se engaña más a sí mismo que a los ciudadanos, que ya llevan tiempo escaldados.

Los Presupuestos Generales de este año superaron en unos 3.000 euros el límite que se había impuesto a sí mismo el Gobierno seis meses antes justificándolo por el incremento de las prestaciones de desempleo. El «ahorro» del que se habla se refiere al gasto homogéneo teniendo en cuenta las medidas extraordinarias tomadas en el 2009, pero no a las previsiones iniciales para ese año, que las actualmente vigentes incrementan sensiblemente cuando deberían hacerse acercado, al menos, al Presupuesto del 2009 para no sufrir -o no conseguir- una reducción del déficit draconiana, incluso con el recorte propuesto dos meses después de aprobarlos, entre el 2011 y el 2013. Todo esto debe de ser ingeniería financiera de pueblo: aumento aquí y luego reduzco para que se vea que soy ahorrador; calculo sobre la base del desastre del 2009 y no a las previsiones lamentablemente superadas de ese año; luego subo los impuestos para aumentar los ingresos cuando se prevé gastar a la postre más y aunque sea a costa del crecimiento. Y para justificarlo se dice: es que, con todo esto, vamos a tener más paro y convienen unos cobros por aquí y por allá. Todo muy coherente, claro, un modo magnífico de generar confianza.

Germán Yanke

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