sábado, mayo 18, 2024
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¡Que alguien ayude a López!

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Por segunda vez insisto en una realidad preocupante: Patxi López, y en general el PSE-PSOE, se está encontrando en la más absoluta soledad. Todas las personas relevantes -independientes de militancia en partidos políticos- sondeadas para asumir responsabilidades gubernamentales en el futuro Gobierno socialista en el País Vasco han declinado educadamente la invitación. Sencillamente, el miedo es una semilla que ha enraizado con fuerza en la tierra vasca; el temor es un estado de ánimo casi permanente que ETA, de una manera, y el PNV, con su bravuconería resentida, de otra, mantienen y fomentan.

El debate de investidura en el Parlamento vasco es inmediato, en la primera semana de mayo. Las relaciones entre el Gobierno de Zapatero y los nacionalistas vascos en el Congreso se están tensando como una especie de prólogo de mal augurio de lo que serán las sesiones de investidura en Vitoria. El PP no habla lo suficiente de la significación histórica de la entente entre ellos y los socialistas, y la grandeza de la operación política allí se apaga. Hay que inyectarle vigor y pulso, arropar a los constitucionalistas vascos que están culminando una tarea meritoria que redundará en el interés general de España.

La crisis es importante; lo son menos esas filtraciones que atribuyen a Camps conversaciones que hacen irreconocible a un personaje serio y riguroso como es el presidente valenciano. Las trifulcas entre el Gobierno y el Banco de España resultan igualmente llamativas, pero en el País Vasco se está produciendo una prueba política inédita en los últimos treinta años que reclama atención, comprensión y ayuda. Y no la está teniendo. Hablar con socialistas vascos es hacerlo con personas agobiadas y sombrías que se sienten ayunas de un calor moral que les reconozca el enorme esfuerzo que hacen.

En España no hay políticas de Estado. Lo estamos viendo con la recesión, con la política exterior, con la energética y con tantas otras. Parece que la que atañe al País Vasco debiera serlo, más aún cuando la policía francesa, gracias a la colaboración de la española, ha fracturado la columna vertebral de los terroristas etarras. La banda criminal seguirá siéndolo, podrá, incluso, perpetrar alguna barbarie más, pero está acabada, operativa e ideológicamente. Ha dejado la estela del miedo, de la inquietud y de la coacción. Su último éxito -que sería enorme- consistiría en que su larga sombra histórica impidiese formar un Ejecutivo constitucionalista en Vitoria que cambiase el signo político y social en Euskadi. Por eso, desde ya, hay que pensar en que alguien (el PSOE, el PP, el Gobierno, las entidades empresariales, los sindicatos) ayuden a López y al PSE y al PP del País Vasco, a los que van a recibir las huestes de LAB y de ELA -sindicatos radicales nacionalistas- con una huelga general para dejar claro que no habrá tregua al nuevo Gabinete. Hay que demostrarles a los dinamiteros de la democracia en el País Vasco que somos más, que tenemos razón y que sabemos cómo traducirla en una política democrática que se enfrente eficazmente contra la inoculación del temor en el circuito social de Euskadi.

José Antonio Zarzalejos

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