La decisión de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, de aceptar el nuevo modelo de financiación que va a proponer el presidente del Gobierno al Consejo de Política Fiscal y Financiera, al margen de la dirección nacional del Partido Popular y sin esperar siquiera que Cristóbal Montoro recibiese un primer papel orientativo de por dónde va a ir el modelo, ha provocado una profunda división dentro del equipo paralizado de Mariano Rajoy, que ha quedado desautorizado y sin capacidad de reacción ante el envite de la presidenta madrileña.
La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, que había criticado duramente la decisión de Zapatero de reunirse con los presidentes Montilla y Chaves, porque suponía reconocer la bilateralidad del modelo, no ha podido impedir el encuentro a solas de Aguirre con el presidente en la Moncloa, ni el apoyo público que Esperanza Aguirre le ha dado a un nuevo modelo del que la opinión pública, y sobre todo la dirección del partido, desconoce casi todo.
La Cospedal se ha limitado a pedir al Gobierno que no engañe a los presidentes de las distintas Comunidades diciendo lo que ellos quieren oír. ¿Ha engañado Zapatero a Esperanza Aguirre o, por el contrario, ha sido Esperanza Aguirre, actuando por su cuenta y riesgo, la que ha engañado a su propio partido, al que ha dejado sin capacidad de reacción? ¿Ha inaugurado la presidenta madrileña, dentro de su propio partido, la técnica del «sálvese quien pueda» o, simplemente, se ha limitado a llenar un hueco que desde hace meses esta libre en Génova?
Según Aguirre, convencida de que el Gobierno va a resolver el sodoku financiero, lo único que ha pactado es la promesa formal del presidente del Gobierno de que la financiaron autonómica se decidirá de forma multilateral, manteniéndose el principio de solidaridad e incorporando el criterio de población.
Sorprende la actitud de la presidenta de la Comunidad madrileña enfrentada a Zapatero desde que éste llegó al poder y al que viene acusando reiteradamente no sólo de ignorar a la Comunidad madrileña sino de hacer todo lo posible por perjudicarla.
De todas formas, la creencia dentro del partido es que Esperanza Aguirre, hasta ahora, salvo su entrada en las listas para el Congreso de los Diputados el pasado mes de marzo, ha venido ganando todas las batallas en las que ha participado.
Tiene el control absoluto del partido en Madrid, a pesar de los intentos del alcalde Alberto Ruiz-Gallardón, que ha conseguido rodearse de un círculo mediático que fue el que lo empujó a que presentar su candidatura para la Presidencia Nacional que ella frenó en el momento oportuno, controla Ifema, la gran feria de muestras de Madrid, consiguió desplazar de las Cámaras de Comercio a Fernando Fernández Tapias, el íntimo amigo de Ruiz-Gallardón, ganó la batalla del Metro frente a la Alcaldía madrileña y en plenas fiestas navideñas ha dejado al alcalde desconsolado quitándole el poco poder que tenía en Caja Madrid para, de paso, impedir que el actual presidente, Miguel Blesa, aliado de Gallardón, pueda repetir mandato.
Dicen que su tapado es el diputado popular, marginado por Rajoy, Manuel Pizarro, un experto en Cajas de Ahorro (no en vano dirigió Ibercaja durante años), con lo que consolida su poder en una de las principales instituciones financieras del país.
Dada la situación interna del PP, los bandazos y la debilidad con la que dirige el partido Mariano Rajoy, las eternas dudas con las que toma las decisiones, la indecisión que preside su política de oposición al Gobierno y el vacío de poder que existe en Génova, es lógico que Esperanza Aguirre intente llenar esos huecos, convencida de que si no actúa otros lo haran por ella.
En el fondo, su objetivo no es ahora Gallardón, al que le ha ganado todos los pulsos que le ha echado. Su objetivo sigue siendo las elecciones generales del 2012. Y en ésas está.
José Oneto