martes, mayo 21, 2024
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La Declaración de Berlaymont, una seria alarma

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El texto, con el título de «Declaración de Berlaymont sobre Disruptores Endrocrinos de 2013», alertaba del imparable incremento de las tasas de cánceres, problemas en el desarrollo cerebral y de los órganos sexuales, etc. y su vinculación con el uso de numerosas sustancias capaces de afectar al equilibrio hormonal.

De modo semejante a los científicos del Collegium Ramazzini, los científicos firmantes de esta otra declaración también aludían a efectos como la tasa de aumento en Europa de las enfermedades y problemas sanitarios relacionados con el sistema endocrino y que ese incremento no puede ser explicado por la genética o el estilo de vida por sí solos. Entre estos problemas sanitarios que crecen y crecen sin parar, citaban la gran cantidad de «jóvenes que tienen un semen de tan baja calidad que dificultará sus posibilidades de tener hijos», «el aumento de malformaciones en el pene (como las hipospadias) o en los testículos (como las criptorquidias)», o el incremento de los casos de cáncer de mama, próstata, testículos, endometrio, ovarios y tiroides». También el auge que se está dando de alteraciones en el desarrollo del cerebro de los niños, la obesidad, la diabetes tipo 2 o el síndrome metabólico. Apuntan que, aunque estas tendencias pueden tener múltiples causas «el rápido ritmo con que se han producido estos aumentos, hace que explicaciones únicamente en términos de genética, mejor diagnóstico o estilo de vida carezcan de verosimilitud. La evidencia hace pensar que factores ambientales, incluyendo exposiciones químicas, también desempeñan un papel en estas tendencias».

Hay gran cantidad de jóvenes que tienen un semen de tan baja calidad que dificultará sus posibilidades de tener hijos

De hecho, los investigadores firmantes comentaban las numerosas evidencias que muestran, por ejemplo, que los testículos sin descender en niños han sido asociados a la exposición a diversos contaminantes hormonales como algunas sustancias usadas como retardantes de llama o pesticidas. Que «se ha demostrado que la exposición a dioxinas, PCBs o DDE son factores de riesgo para el cáncer de mama», así como ciertos pesticidas, PCBs o arsénico han sido asociados al de próstata y el plomo, algunos PCBs y el metilmercurio han sido asociados a efectos negativos para el cerebro en desarrollo.

Al mismo tiempo, relatan los científicos, que «las exposiciones químicas parecen estar teniendo un papel en la pérdida de biodiversidad» con graves efectos en la fauna silvestre, en especial aquellos causados en el crecimiento y la reproducción. Citándose casos como las focas del Mar del Norte y el Báltico, la desaparición de los anfibios en muchos lugares, las alteraciones sexuales en los peces, etc.

Los científicos denunciaban también las graves deficiencias en los actuales criterios toxicológicos oficiales, que hacen que se autoricen, como si fuesen inocuas, sustancias muy perjudiciales.

Insistían en que es importante que los estudios que se realicen para evaluar los riesgos de las sustancias se hagan teniendo en cuenta, por ejemplo, esos periodos críticos del desarrollo en los que existe más sensibilidad a los efectos de estas sustancias y en los que se pueden causar efectos «irreversibles cuya manifestación no será evidente hasta periodos posteriores de la vida». Que si los estudios se realizan sin tener esto en cuenta, como ha pasado demasiadas veces hasta hoy, se pasarán por alto muchos posibles efectos.

Citaban como ejemplo cómo la exposición de animales de laboratorio a algunos pesticidas cuando estos animales estaban en el útero materno interfería la acción de las hormonas masculinas, clave para su desarrollo sexual posterior, pero que si se exponía a esos mismos pesticidas a los animales adultos esos efectos ya no se observaban. Y aludían a otros muchos casos en los que se observan cosas análogas con la exposición a tóxicos como las dioxinas que causarían efectos muy diferentes, por ejemplo sobre la calidad del semen, cuando la exposición es al nacer, durante la pubertad o de adultos. O sobre aspectos como los efectos que puede tener para el posterior desarrollo neurológico de un niño la presencia intrauterina de contaminantes que alteren el equilibrio de las hormonas tiroideas.

La Declaración de Berlaymont denunciaba también que muchas cosas como estas no son tenidas en cuenta debidamente en los actuales métodos de test de toxicidad oficiales vigentes a nivel internacional, que además solo contemplan unos pocos de los muchos posibles efectos que puede tener la perturbación hormonal inducida por los contaminantes. De manera que muchas sustancias que pueden tener estos efectos ni siquiera son identificadas.

Además, continuaban los investigadores, las propuestas hechas por algunos estados miembros sobre «algunos pesticidas que podrían tener propiedades de alteración hormonal no siguen adecuados principios científicos y no protegen debidamente. Al regular los menos disruptores endocrinos posibles sitúan los intereses comerciales por encima de los de la protección de la salud humana y la vida silvestre». «Estas propuestas» –dicen los científicos- se basan en una serie de criterios tales que «pocas sustancias se clasificarán como disruptores endocrinos en el sentido reglamentario, socavando así efectivamente la intención de la legislación».

Algunos pesticidas que podrían tener propiedades de alteración hormonal no siguen adecuados principios científicos y no protegen debidamente

Los científicos hacían un «llamamiento a la Comisión Europea para que aplicase un régimen regulatorio para los disruptores endocrinos que se base en principios científicos sólidos» ya que las normas regulatorias actualmente vigentes y algunas que se proponen no tienen en cuenta lo que la Ciencia sabe acerca de los efectos de estas sustancias, anteponiendo demasiado los intereses de algunas industrias a los de la protección de la salud. Comentaban que a pesar de que las herramientas y métodos científicos para una mejor evaluación de sus efectos estén ya disponibles, se siguen utilizando sistemas obsoletos e inadecuados para testar los efectos que pueden causar este tipo de contaminantes, lo que ha llevado a que se subestimen los riesgos y se consienta una excesiva exposición humana a estas sustancias.

Los sistemas vigentes ignoran, por ejemplo, los efectos que centenares de investigaciones científicas muestran que estas sustancias pueden tener a niveles muy bajos de concentración. O el hecho de que no nos exponemos a sustancias aisladas sino a complejas mezclas de centenares de ellas que pueden tener un efecto conjunto demoledor. Pero, obviamente, la aplicación de ésos métodos desfasados está ayudando a poner los intereses económicos de unas cuantas empresas por encima de los de la salud humana.

Es más, estos científicos, como los del Collegium Ramazzini, llegan a afirmar algo muy peliagudo. Que aunque las autoridades comunitarias nos tranquilizan estableciendo un límite legal de exposición a un contaminante, suponiendo que por debajo de ése nivel no pueden producirse daños sobre la salud, lo que la investigación está mostrando es que muchos disruptores endocrinos pueden causar efectos virtualmente a cualquier concentración. Es decir, que no es posible establecer niveles realmente «seguros» para algunas de estas sustancias.

Además, dicen que aunque obviamente pueda estudiarse más la cuestión, lo que ya se sabe es más que suficiente para que las autoridades europeas adopten el principio de Precaución, a fin de prevenir más daños sobre la salud humana.

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