viernes, mayo 10, 2024
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La escasa rentabilidad de los antibióticos pone en riesgo su desarrollo

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Desde que se inventara la penicilina en 1928, los antibióticos han evolucionado mucho. Pero el excesivo e indebido consumo que se ha hecho de los mismos durante décadas, ha provocado que algunas bacterias se vuelvan especialmente resistentes a estos medicamentos.

La mayoría de los antibióticos que se comercializan hoy en día recibieron su aprobación por parte de las autoridades sanitarias antes del año 2000. Desde entonces, el número de medicamentos de este tipo disponibles en el mercado apenas ha crecido un 18%.

Tras este fenómeno se encuentra el escaso interés de las farmacéuticas en seguir investigando para llevar al mercado nuevos antibióticos que sean realmente efectivos frente a esas bacterias que son ahora más resistentes que unas décadas atrás. Algo que se debe al escaso retorno de la inversión que obtienen con la venta de estos productos.

Alta tasa de éxito y poca rentabilidad

En la actualidad, solo hay 44 programas de desarrollo de nuevos medicamentos antibacterianos, una cifra muy baja en comparación con los proyectos que están en marcha para encontrar nuevas medicaciones que puedan ayudar a la cura de otras enfermedades.

Y ello a pesar de que las bacterias causan más muertes en un año que los accidentes de tráfico. Unas 700.000 a nivel mundial, y se estima que en 2050 esta podría ser la principal causa de muerte de los seres humanos, superando a enfermedades como el cáncer.

Las bacterias se han hecho más fuertes y resistentes, y muchas de ellas aguantan sin ningún problema la acción de los antibióticos de uso común, poniendo en riesgo la vida de las personas que padecen una infección.

Son necesarios antibióticos efectivos frente a las ya conocidas como superbacterias, pero la industria farmacéutica no parece tener demasiado interés.

La tasa de éxito de las diferentes fases por las que debe pasar un medicamento antes de ser autorizado para consumo humano, es más elevada en los antibióticos de nuevo desarrollo que en otros medicamentos, pero su rentabilidad es tan escasa que para mucha compañías no merece la pena invertir tiempo y dinero en ellos.

Porque los antibióticos no son medicamentos de uso habitual y, cuando se emplean, los tratamientos suelen ser de corta duración.

Esto está llevando a las farmacéuticas a poner más interés en el desarrollo de medicamentos orientados al tratamiento de enfermedades crónicas.

La denuncia de la OMS

La Organización Mundial de la Salud (OMS) denuncia que la investigación en el campo de los antibióticos está estancada y que esto puede suponer un grave riesgo para la salud pública.

Desde 2012 solo se han aprobado 12 nuevos antibióticos, y la mayoría de ellos eran poco más que una evolución de los ya existentes, basados en mecanismos de resistencia establecidos. Lo que implica que podrían dejar de ser efectivos en el futuro.

Soluciones para incentivar la investigación

A nivel global gobiernos y organizaciones están buscando nuevas fórmulas que despierten el interés de las farmacéuticas en investigar en el campo de los antibióticos.

Se han planteado medidas como que los gobiernos paguen una parte de la investigación, o reducir los trámites administrativos de autorización para que los medicamentos puedan estar en el mercado mucho antes (ahora se tarda una media de 10 a 15 años desde el inicio de la investigación hasta que la medicina es aprobada).

En Reino Unido se están valorando alternativas como la posibilidad de que el Gobierno pague una cantidad fija a las industrias dedicadas a la investigación de medicamentos, sin importar si luego venden más o menos unidades de ese producto.

Desde la Federación Europea de la Industria Farmacéutica se ha presentado una propuesta que permitiría a la compañía que desarrolle nuevos antibióticos obtener una autorización para extender la exclusividad de comercialización a otro de sus productos. Así, aunque el antibiótico se venda poco, se obtendrán más ingresos con la venta de otro producto.

Pero esta medida ha sido criticada tanto desde las asociaciones de defensa de los consumidores como desde el ámbito médico, por considerar que la exclusividad podría restringir el acceso de una parte de la población a otros medicamentos que también son imprescindibles.

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