martes, mayo 21, 2024
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Nadal amenaza la hegemonía de Djokovic

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La situación de Rafael Nadal ha dado un repentino giro en el último mes. El balear ofreció su mejor versión en el Masters 1000 de Montecarlo, donde aprovechó la tempranera derrota de Novak Djokovic. En Barcelona ha refrendado las buenas sensaciones tras superar en la final a Nishikori, que había preparado a conciencia el Conde de Godó. El español vuelve a ser temible en tierra batida en el momento más indicado. Nadal se erige como la única amenaza para el número uno del mundo, que tendrá un grueso obstáculo en su objetivo primordial: Roland Garros.

Un periplo negativo hasta Indian Wells

El curso pasado Nadal atravesó su peor travesía en el circuito. Por primera vez en diez años no conquistó un grand slam. Y tampoco alzó un Masters 1000. El diagnóstico lo ofreció él mismo al admitir abiertamente que sufría ansiedad. “Estoy jugando con muchos nervios en demasiados momentos, en los más importantes”. Una sensación que jamás había sentido. “Es algo que no me ocurría a menudo en mi carrera, en la que siempre he sido capaz de controlar mis emociones en el 90 o 95 por ciento de mis partidos, cosa que ahora es más difícil”, comentó el español.

Se habló de la necesidad de introducir otra persona en su equipo, alguien que refrescara las ideas de su tío y entrenador Toni Nadal. Él, en cambio, nunca se lo planteo. Su derecha, ese golpe mortífero con el que dañaba a sus rivales, desapareció por completo. Su revés más que un arma era una invitación al rival. El saque tampoco funcionaba. Todo aunado propició que Nadal se hiciera mucho más vulnerable. En la pista, los contrincantes le perdieron el respeto, hasta en su superficie más idílica: la tierra batida.

Al término de la pasada temporada, el manacorense mostró ciertos síntomas de recuperación. Sin embargo, su prematura derrota en el Abierto de Australia a manos de Fernando Verdasco volvió a sembrar el pánico. Desde aquella lesión en 2014, Nadal no había vuelto a ser el mismo. Y la incógnita sobre si volvería a serlo era mayúscula. Sobre todo tras su nefasto periplo por Sudamérica. Acudió en febrero a la arcilla de Argentina y Brasil para retomar la confianza y salió herido, al caer ante Thiem y Cuevas en sendas semifinales.

Un cambio drástico en dos meses

Curiosamente Rafa recuperó la sonrisa sobre cemento. En Indian Wells, un escenario que nunca le ha desagradado. Ahí batió a Nishikori y se citó con Djokovic en semifinales. Y forzó un desempate, que no es poco. En Miami un golpe de calor le privó de manifestar cuál era su verdadero nivel. Hubo que esperar a Montecarlo para despejar las dudas. En el Principado Nadal logró su novena corona, y alzó un Masters 1000 casi dos años después, pero datos al margen, su juego sembró ilusiones.

Más adelantado al resto, ofreció su faceta más agresiva, siempre con su derecha como batuta. Su revés dejó de ser tímido para abrir ángulos que desquician al rival. Mucho más rápido de piernas, también, y con un físico más poderoso. Un tenis más alegre y directo que transmitió las sensaciones de antaño, en la que la gira de arcilla era dominio absoluto de Nadal. Pero lo que ha variado de forma más notoria es la faceta mental. Se acabó el temblar en los desempates, en las sucesivas bolas de break, ahora es ahí donde más atemoriza al rival.

“El secreto no es la derecha o el revés, es la mente”, comentó Rafa un día antes de medirse a Fabio Fognini en el Godó. Ha sido un periplo complicado, pero él creyó más que nadie en que la situación se revertiría. Y así ha sido. La final del ATP 500 de Barcelona lo ha manifestado. Kei Nishikori afrontaba la cita con una inmensa preparación, ya que renunció a Montecarlo sólo para alzar su tercera corona consecutiva en la ciudad española. Y Nadal le ha superado en un excelso duelo, para encadenar dos títulos consecutivos.

Djokovic, la asignatura pendiente

La gira de arcilla ha comenzado de la manera más esperanzadora, pero Nadal no debe olvidar que en ningún momento se ha cruzado con Djokovic. El serbio regresa a Madrid dos temporadas después, y lo hace tras un tiempo de necesario descanso. El número uno del mundo será la prueba de fuego para el balear, la vara para medir cuánto ha disminuido el abismo que a principios de año había entre ambos. Lo que ha quedado evidente es que el mayor obstáculo de cara a Roland Garros se llama Rafael Nadal, “el rey de la tierra”, como quiso definirle Roger Federer hace unos días.  

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