Portugal tiene una tradición de médicos humanistas, que además de excelentes clínicos han sido escritores, ensayistas, apasionados por las artes. Así, desde Egas Moniz, premio Nobel de Medicina en 1949, que fue embajador en Madrid, pasando por Reynaldo dos Santos -un poco el Marañón portugués-, Juvenal Esteves, melómano y conocedor del Derecho Romano y, hoy, João Lobo Antunes (1944-2016).
Su práctica en la sanidad pública y privada, su atenta aproximación al enfermo y a la enfermedad, hicieron de él una referencia intelectual en Portugal, intelectual en el mejor sentido de la palabra.
Defendía esa antigua 'medicina narrativa', en la que escuchar al enfermo ya era gran parte de la curación y de comprender la enfermedad. Algo que los escáners y las prisas de los hospitales, han ido apagando. Sabía explorar y examinar al enfermo, «pues todo enfermo tiene otra historia, a veces secreta, que contar bajo la apariencia de los síntomas más evidentes.»
Leer sus ensayos es una fuente de inspiración, no sólo para los temas puramente médicos, sino de cultura, de comprensión de la vida (su primer libro se titula, significativamente, 'Un modo de ser'), de sentimiento y -sin pretensiones, pues no era pretencioso en absoluto- sencillamente de sabiduría.
El doctor João Lobo Antunes viene de esa cantera de la burguesía ilustrada portuguesa, esa que mantuvo unos niveles de educación y cultura muy altos, contra viento y marea, a pesar de los tiempos de dictadura, y que nunca renunció a un liberalismo de noble cuño. Uno de sus hermanos es, precisamente, el gran escritor António Lobo Antunes (que, dicho sea de paso, en mi opinión merecía el Nobel más que Dylan).
Rui Vaz de Cunha