No es el grito del ¡sálvese quien pueda!, pero nos vamos aproximando a ello. La crisis económica mundial -dentro de la que se inscribe la española, con sus propias y más graves características- avanza y se despliega en planos de mayor complejidad, y conflictividad. Ahora son los sindicatos británicos, opuestos a la competencia laboral procedente de otros países de la Unión Europea, y primero fue la finta proteccionista del presidente Obama, reservando para la siderurgia norteamericana todo el acero que demande su plan de infraestructuras, proyectado para relanzar la economía nacional, a la manera como se hizo en el pasado siglo por el presidente Roosevelt.

Con inquietante paralelismo comienzan a aflorar las etapas de los sucesivos capítulos que siguieron al gran crac de 1929: cierre estrepitoso de los felices años 20. El derrumbe de las bolsas fue seguido de la crisis bancaria, y ésta por la guerra comercial a través de las trincheras arancelarias y del nacionalismo económico, hasta llegar a un estadio de nacionalismo político, exacerbado entre el polo de la reacción alemana contra la dureza de la paz de Versalles, que había cerrado -en falso- la Primera Guerra Mundial, y el polo de la revolución soviética, con sus terminales en el entramado sindical del mundo europeo.

La crisis del sistema capitalista se acompañó de los ataques y las reticencias en Europa al sistema político liberal. Fue la hora de los fascismos de todos los colores, desde el rojo estaliniano al negro musoliniano, pasando por el pardo del nazismo hitleriano. Puede decirse que aquello y lo que vino después respondió a la onda larga, al efecto colateral extremo, del crac de 1929. Que entre otras muchas cosas se llevó por delante la II República española.

Como quiera que la Historia sólo se repite en niveles de complejidad distintos, cabe algo más que la esperanza, la certeza, de que el avance y la afloración de los efectos colaterales del estallido de las hipotecas subprime, comenzado por el de la crisis bancaria y la volatilización de la confianza en el seno del sistema financiero, y seguido por los despuntes del proteccionismo industrial y laboral, en Estados Unidos y Gran Bretaña, agote el impulso de su espiral antes de que las cosas lleguen a mayores…

Ocurre ahora que tanto en Estados Unidos y Europa, como en la propia China y en las potencias emergentes, como en India, Brasil y en la propia Rusia, existen, en diversos niveles de desarrollo, unas clases medias capaces de estabilizar y retener dentro de los cauces institucionales las tensiones y las turbulencias generadas por la crisis. Los seguros sistémicos del orden democrático, sin embargo, cumplirán su función estabilizadora siempre que no sean pervertidos sus mecanismos por gobiernos que estén más interesados en capear políticamente el temporal que en resolver el desafío económico con seriedad, sin demagogias, trucos ni maquillajes.

En España, el silencio obsceno ante la crisis de CCOO y UGT, acaba de encontrar su contrapunto en la petición de USO de que los sindicatos no sean subsidiados.

José Javaloyes

El fin de semana pasado se celebraron en Madrid dos manifestaciones sobre el mismo tema aunque con matices antagónicos.

Cientos de personas enarbolando banderas y carteles se manifestaron ante la Embajada norteamericana. Al día siguiente la concentración se produjo en la Puerta del Sol, en plena nevada y con la presencia de la presidenta de la Comunidad de Madrid y de las organizaciones de exiliados y heterodoxos.

Mientras unos reivindicaban la supuesta labor educativa de la dictadura castrista, los otros denunciaban la escandalosa realidad del presidio cubano donde cientos de personas se hallan presas por el simple delito de disentir del régimen castrista. Ni que decir tiene que entre las dos manifestaciones y lo que reivindicaban mediaba un extenso espacio de disentimiento. Mientras que unos seguían reivindicando al régimen dictatorial en nombre de una revolución que prácticamente ha dejado de existir, los otros denunciaban el escándalo de un régimen donde no se respetan los derechos humanos y donde las libertades han sido cercenadas. Un régimen que ha producido más de un millón de exiliados dispersos por todo el mundo, y especialmente en Florida. Quienes defienden la reconciliación de la «familia cubana» y esperan que algún día desaparezca el dictador y su hermano y las cosas cambien radicalmente intentan establecer con exiliados y heterodoxos un diálogo civilizado. Cualquier intento de iniciar este diálogo con sus compatriotas antagónicos está condenado al fracaso. En las manifestaciones de Madrid se vio con claridad hasta qué punto tendrá que pasar el tiempo hasta que unos y otros coincidan en nombre de los principios patrióticos y de independencia nacional. Saben también que la actual generación de hijos de exiliados y huidos de la isla deberá hacer grandes esfuerzos de adaptación si algún día regresa a la patria.

En realidad entre unos y otros hay diferencias tan profundas que diríase que se trata de dos países distintos. Y sin embargo, algún día estas dos Cubas terminarán reconciliándose aunque, eso sí, mediante el ejercicio de la tolerancia por ambas partes. En las manifestaciones de Madrid quedó claro sin embargo que el horno no está todavía para bollos y que el perdón y la reconciliación no son precisamente para mañana. Tal vez ni siquiera para pasado.

Alberto Míguez

En el Uruguay como en la Argentina estamos en pleno verano y en vacaciones, y aunque se acercan elecciones (nacionales en el primer país y parlamentarias en el otro, este año) los protagonistas están aún ocupados en su descanso, preparándose para los ajetreados días venideros. Tímidamente, entonces, están dando sus primeros pasos.

En la Argentina se sigue ampliando la oposición, que ha unido a la Coalición Cívica, de Elisa (Lilita) Carrió, la UCR y los socialistas. Ahora, la jefa de la Coalición aspira a sumar al ex candidato presidencial Ricardo López Murphy, un economista liberal muy prestigioso, a sus filas. Si bien no se sabe aún si lo hará con o sin cargo, lo cierto es que ha encontrado dificultades, pues a los socialistas el liberal López Murphy no les seduce demasiado. Los Radicales estarían de acuerdo en apoyarlo y Carrió está decidida a hacerlo, sugiriendo que la coalición puede negociar presencias distintas en cada una de las diferentes provincias. De esta forma, estima que se abrirá la puerta a este liberal y a quienes se sumen a ellos vengan de donde vengan. El asunto es ensanchar la oposición a los Kirchner. Por lo demás, el miércoles, los Radicales, socialistas y la CC, presentarán su llamado «Proyecto de Emergencia Agropecuaria», vista la situación tan grave por la que atraviesa el campo argentino, ante la extraordinaria sequía, con diversas medidas, destacándose especialmente, entre ellas, la suspensión de las retenciones al agro por 180 días, recogiendo así una propuesta (rechazada) del gobernador de la poderosa provincia de Santa Fe.

El kirchenirsmo, por su lado, también está reiniciando sus tareas con miras a las elecciones de octubre, y en este sentido, el ex presidente Kirchner se ha reconciliado con su antiguo jefe de Gabinete, el locuaz Alberto Fernández, quien tras haberle acompañado en su mandato, continuó en su cargo con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner hasta que, finalmente, debió renunciar cuando el Gobierno perdió el conflicto que mantuvo con el campo el año pasado. Pero estaría dispuesto, al parecer, a regresar con el esposo de la presidenta. Kirchner también ha situado en lugar ideal a su propio vocero: ha ingresado en el Gobierno de su esposa, como subsecretario de Comunicación y Difusión de Contenidos, con lo cual busca montar su propia campaña desde la Casa Rosada (su contratante).

En el Uruguay van algo más lentas las campañas para las internas con miras a las elecciones nacionales de noviembre. Entre los liberales Blancos, el ex presidente Lacalle, quien lidera todas las encuestas para la interna de su partido, está haciendo actos zonales en ciudades claves del Uruguay. Ya realizó un acto en Rocha, en el este, siguiendo el viernes con otro donde reunirá en la ciudad de Minas a los dirigentes de los departamentos vecinos.

El socialdemócrata Partido Colorado ha comenzado con actos en zonas de Montevideo y quien lidera la interna en ese partido tradicional, el ex ministro de Turismo Pedro Bordaberry, ha reunido a sus principales figuras en el balneario de Punta del Este para diagramar su campaña.

En la izquierda, del gobernante Frente Amplio, quien no ha descansado ha sido el candidato de los Tupamaros, el antiguo guerrillero José Mujica, senador y quien ocupara el Ministerio de Ganadería. Estuvo en Punta del Este, en el principal hotel, el Conrad (construido en el gobierno del presidente Lacalle con oposición del Frente Amplio). En su pasado guerrillero, en cada verano, los Tupamaros amenazaban con un «verano caliente» en Punta del Este al turismo internacional, buscando que no visitaran este hermoso balneario internacional. Pero eso ha quedado atrás ahora, como tantas de sus ideas revolucionarias. Tanto es así, que se reunió con empresarios del turismo, instándoles a proseguir invirtiendo en esa zona para estimular el desarrollo. También Mujica (quien lidera las encuestas en la interna de la izquierda) anunció ayer que, en caso de ganar las elecciones nacionales, pues descuenta que ganará las internas, su ministro de Economía será Danilo Astori, quien es uno de sus contendores y quien ocupó ese Ministerio en el actual Gobierno hasta no hace mucho tiempo. Aquí, de las cinco candidaturas que se anunciaron para la interna de junio quedaron solamente en tres: los dos nombrados y el alcalde de Canelones, Carámbula, independiente vinculado al comunismo.

Rubén Loza Aguerrebere

La irritación públicamente mostrada en la cumbre de Davos por el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, es compartida por muchas personas que poco o nada tienen que ver con Turquía, ni con las divagaciones financieras y económicas que se discutieron en el Foro Económico Mundial reunido en la ciudad suiza, pero que sí han sentido un intenso rechazo por la brutal represión que el ejército israelí desencadenó contra los palestinos residentes en Gaza.

Erdogan abandonó la sala de conferencias y prometió no volver a pisar el foro en cuestión, a causa de su encontronazo personal con el presidente de Israel, Simon Peres. Aunque esta reacción pudo ser provocada por la actuación del moderador y la percepción de Erdogan de que no se le concedía para su intervención un tiempo proporcional al concedido a Peres, el fondo de la cuestión quedó de relieve en las palabras que ambos se cruzaron, en un debate en el que el presidente israelí se esforzó, con un tono aparentemente irritado, por alabar la reciente invasión de Gaza, mientras el primer ministro turco se empeñaba en recordar los sufrimientos del pueblo palestino.

«Peres, usted es más viejo que yo. Habla en un tono muy alto. Y ese tono de su voz tiene que ver con una conciencia culpable», dijo Erdogan, ante el acaloramiento mostrado por Peres al defender la operación militar. Y añadió: «Cuando se trata de matar, ustedes saben muy bien cómo hacerlo». Peres le respondió diciendo que Turquía habría reaccionado del mismo modo si hubieran estado cayendo cohetes sobre Estambul. Comparación, conviene matizar, algo exagerada, puesto que los cohetes palestinos no han caído sobre Tel-Aviv ni Jerusalén, únicas ciudades israelíes comparables, en cierto modo, con Estambul.

Una oleada de pseudopatriotismo recorrió Turquía y se manifestó en la acogida que Erdogan recibió a su regreso de la cumbre, lo que no va a beneficiar mucho a la sensatez política de su Gobierno, tan acorralado por los extremismos populares de signo diverso. Este incidente tiene especial interés porque Turquía es uno de los pocos países con población de mayoría musulmana que mantiene relaciones con Israel y ha actuado como intermediario con otros países conflictivos, como Siria y Líbano.

La cuestión, sin embargo, va más allá de un simple rifirrafe entre dirigentes políticos, porque afecta a conceptos esenciales. Obama ha afirmado recientemente: «Voy a ser claro: EEUU está comprometido con la seguridad de Israel. Y apoyaremos siempre el derecho de Israel a defenderse contra las amenazas legítimas». Por supuesto, nada dijo sobre el derecho de los palestinos a defenderse de otras amenazas, continuas y demoledoras, como las que les hostigan y hacen muy penosa su vida cotidiana en Gaza, pero también en los demás territorios ocupados, con el apoyo de EEUU. Bloqueos, muros de aislamiento en Cisjordania, puestos de control en todas partes, humillaciones sistemáticas, agresiones sin límite, asesinatos selectivos, detenciones secretas e injustificadas… la lista es muy extensa. ¿Explicará Obama a los palestinos cómo conviene que se defiendan de esa agresión permanente que tantos años dura ya?

Para que un país se sienta legitimado para recurrir a la fuerza bruta en legítima defensa, como Israel ha hecho en Gaza, tendría que demostrar primero que todas las vías pacíficas son inaplicables. Aquí es donde sale a relucir la «mala conciencia» que Erdogan atribuía a Peres. Los intentos de alcanzar un acuerdo para la creación de dos Estados independientes han sido sistemáticamente torpedeados por Israel, aunque se ha acostumbrado a culpabilizar de ello a las autoridades palestinas, con el apoyo ilimitado de EEUU y el silencio culpable de una Unión Europea, siempre ineficaz y timorata.

Esto no significa atribuir exclusivamente al binomio Israel-EEUU el fracaso de las negociaciones que más se acercaron a la solución del conflicto, como la de Oslo en 1993 o la posterior de Camp David, ya que también del lado palestino se han cometido errores imperdonables. Pero los hechos observados desde entonces no engañan: la disgregación y el fraccionamiento paulatinos de los territorios ocupados, a causa del incremento de los asentamientos ilegales y la construcción del muro de aislamiento, muestran con claridad cuál de ambos bandos lleva la iniciativa obstructora de la paz.

Esta obstrucción alcanzó límites extremos cuando Hamas se alzó con el poder en Gaza, como resultado del ejercicio de esa democracia que EEUU e Israel dicen defender. A partir de ahí, la sangre se sigue derramando, los odios se intensifican y se extienden, y la paz se ve cada vez más lejana. Será preciso que el portazo de Davos resuene también en la Casa Blanca y Obama reflexione, advirtiendo que el camino hasta ahora seguido por EEUU sólo conduce al fracaso y a nuevas guerras. Washington no puede seguir atendiendo sólo al «derecho de Israel a defenderse» y cerrando los ojos a todo lo demás, porque de ese modo el conflicto será permanente y sus consecuencias, a la larga, las sufriremos todos.

* General de Artillería en la Reserva

Alberto Piris

El testigo ha sido cedido. Ahora parece que de forma oficial y, posiblemente, definitiva. Las lágrimas de Roger Federer así lo confirman: no puede con nuestro Rafa Nadal. Y el domingo se rindió ante la evidencia.

Para una persona acostumbrada al número uno absoluto debe ser tremendamente duro pasar a ocupar el dos. Más aún cuando volver al primer puesto se antoja una tarea casi quimérica. Esa mezcla de impotencia, rabia y desazón, unida a la posibilidad de no alcanzar los 14 Grand Slams de Pete Sampras, hizo que Federer se desmoronara. Poco se le puede reprochar al suizo. Es un caballero dentro y fuera de la pista. Da gusto verle jugar al tenis. Pero también es humano.

Incluso entre lágrimas, el helvético sacó fuerzas para hablar brevemente ante un público completamente entregado. No quería tener la última palabra. Ésa, como dijo Roger, se la merecía Rafa.

Y qué decir de nuestro campeón. Un ejemplo no sólo de deportista, sino de persona. Se emocionó al ver llorar a su rival. Levantó la copa tímidamente para no hacer leña del árbol caído. Abrazó a su oponente en la pista y amigo fuera de ella. Y le deseó públicamente que supere el récord en poder del estadounidense.

Pero Federer tiene un grave problema. Para superar dicho récord deberá ganar al menos otros dos grandes torneos. Y en la final probablemente se las verá con el manacorense. Razón de más para estar preocupado. Muy preocupado.

Rafa, por su parte, puede mirar con optimismo hacia el futuro. Ya ha ganado el primer grande de la temporada, algo que no había conseguido ningún tenista español. Y mantiene por tanto sus posibilidades de hacerse con los cuatro torneos estrella. Le faltan Roland Garros, Wimbledon y el US Open. Una misión casi heroica, al alcance de muy pocos. Pero Nadal nos tiene acostumbrados a hacer Historia. Ésta puede ser la temporada en que grabe su nombre con letras de oro en el circuito profesional.

Miguel Ángel Rodríguez

Desmintiendo más de un pronóstico, el pasado viernes quedó inicialmente cerrada la operación de compra del 80 por ciento de Spanair auspiciada por la Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona. En puridad, ha sido más un regalo con prima, puesto que se adquiere a precio simbólico y su hasta ahora propietaria, la escandinava SAS, asume los 500 millones de euros de deuda acumulada en los últimos años de deficitaria gestión. No significa que los compradores no vayan a aportar dinero: tendrán que dotar un capital de 100 millones para que la sociedad compradora empiece a funcionar.

Más allá de otras valoraciones, la adquisición ha suscitado sorpresa y alguna susceptibilidad. Sorpresa, por el difícil momento económico y la situación de crisis instalada en el sector del transporte aéreo. Recelo, por lo que la presencia pública pueda suponer de quebranto de las reglas de competencia, a partir de la por algunos temida resurrección catalana del modelo compañía de bandera.

El propósito bajo el que se ha planteado la compra ha sido disponer de una aerolínea de raíz y base catalanas para potenciar el aeropuerto de El Prat, a diez escasos kilómetros del centro de Barcelona. De alguna manera, es una aspiración catalana, transversalmente instalada en la sociedad, desde la presunción de que existe un tratamiento de favor hacia Barajas (Madrid), tanto por parte de Iberia como de AENA, el ente público que tiene encomendada la gestión de la red de aeropuertos españoles. Potenciar el aeródromo barcelonés significa, en esencia, dotarlo de enlaces directos con América y otros de índole intercontinental.

Algunas voces, no muchas, han recordado a menudo que varias compañías, españolas y extranjeras, incluida Iberia, han establecido rutas entre la Ciudad Condal y, por ejemplo, Estados Unidos, pero han acabado cerrándolas o manteniéndolas sólo en verano, dado su bajo nivel de ocupación. Otras valoraciones han resaltado la aparente contradicción del apoyo que las administraciones catalanas han prestado a la implantación de aerolíneas de bajos precios, al punto de propiciar que El Prat lleve varios años ostentando índices de crecimiento muy superiores al resto en los tráficos denominados low cost, o la discordante filosofía que parece inspirar el recientemente aprobado plan de nuevos aeropuertos de la Generalitat.

Sin perjuicio de todo ello, ha persistido la reivindicación de hacer de El Prat un hub de alcance intercontinental y como respuesta se puso en marcha hace pocos años una macroampliación del aeropuerto, hasta una capacidad teórica de 70 millones de pasajeros/año, ahora mismo a punto de culminar con la entrada en funcionamiento de la nueva Terminal Sur. No obstante, el recinto perdió casi 3 millones de pasajeros en el 2008, quedando en poco más de 30 millones; es decir, algo menos de la mitad de su inmediata capacidad.

El tiempo dirá si la operación Spanair sirve para lo que se pretende, pero algunas pautas llaman la atención.

Una, ciertamente a tener en cuenta, es que SAS va a seguir desempeñando la gestión operativa de la compañía, entre otras cosas manteniendo Palma de Mallorca como base (Son San Joan). No puede decirse que la escandinava se haya precisamente lucido al frente de Spanair ni obviar que ahora mismo se encuentra en proceso de venta y el mercado pronostica que acabará adquirida por Air France. Y tampoco acaba de estar claro el potencial de desarrollo de rutas intercontinentales desde una compañía hasta ahora especializada en corto y medio radio, que por lo tanto carece de flota capaz de cubrir rutas de largo alcance.

La cuestión de fondo es si, andando el tiempo, la opción estratégica de catalanizar Spanair despejará dudas sobre si el papel secundario de El Prat entre los grandes aeropuertos europeos -el mapa de hubs trasciende las fronteras estatales- deriva de una escasez de oferta o corresponde a la demanda real que su área de influencia es capaz de generar.

Enrique Badía

Venecia es el supremo paradigma de la invención del hombre sobre el capricho del creado que manifiesta el vértice de su exaltación aprovechándose de los fenómenos que le ofrece la naturaleza: la niebla, el agua alta y la lluvia.

Parto genial de la mente humana, cristalizado en belleza y armonía, para sobrevivir en ese su sutil equilibrio de su existencia, que le impone la majestuosidad de su frágil arquitectura en contacto con los fenómenos que le rodean, necesita de un estilo y ritmo de vida que no admite alteraciones que pudieran violar su esencia y, en consecuencia, destruirla para siempre. Todo en ella está proporcionado, en cuanto simétrico y armonioso, con la medida del hombre: sus «campos» y «campielli», sus palacios, sus casas, su dulce perspectiva. Su equilibrio con el ser humano es perfecto. No existe, en su topografía horizontal, nada que estorbe, nada de audaz o agresivo o retorcido como para dejar de inspirar serenidad, paz. Siempre que vuelvo a Venecia, y son tantas -a veces, desde Florencia, voy y regreso el mismo día-, tengo la sensación de encontrarme inmerso en un mar de luces que, atenuadas por el agua de su laguna y de sus canales, es decir, reflejándolas, alejándolas de su originario resplandor, contribuyen a reencontrarme con ese equilibrio espiritual perdido entre las calles y esquinas de aquellas que hoy se llaman grandes ciudadades. Venecia no es sólo belleza, posee, también, el prodigioso don de ser extremadamente refinada. Es la expresión consumada de un concepto aristocrático de la vida.

Venecia, tal y como es ahora, no podrá sobrevivir mucho de frente a las presiones de orden utilitario-económico. Su belleza es frágil, vulnerable, no soporta contaminaciones, vulgaridad.

En Roma, por ejemplo, en su grandiosidad, con sus imponentes perspectivas, con sus inmensos bloques de piedra y de mármol que recuerdan ciertos paisajes naturales, con sus obeliscos que se alzan hacia el cielo, con el fluir del agua de sus colosales fuentes, en medio a los arcos que recuerdan los triunfos de los césares de su Imperio, en el Coliseo o en San Pedro, el hombre viene absorbido, desaparece.

En Venecia, por el contrario, el hombre, habiendo sido construida a su medida, forma, también, parte del paisaje y ese hombre puede desnaturalizarla, arruinarla, destruirla.

El día que esto suceda el mundo habrá perdido para siempre la obra más refinada que saliera de su inteligencia creadora. Es como si las arenas del desierto se engulleran, de un trago, las pirámides de Egipto sin dejar trazas de existencia, o un imponente terremoto no dejara piedra sobre piedra de los templos de Angkor-Wat o la cordillera andina sufriera un cataclismo capaz de hacer desaparecer de la faz de sus vetas el Machu-Pichu o que una oleda de bárbaros invasores acabaran, para siempre, con las sublimes filigranas de la Alhambra.

-clamaba Lord Byron-,

Cuando tu muros marmóreos estén sepultados por las aguas,

Un llanto de las naciones se alzará por encima de tus ruinas sumergidas,

Un alto lamento a lo largo del destructor mar.

Si yo nórdico errante lloro sobre ti

¿qué deberían hacer tus hijos?»

Venecia, decididamente, no está hecha para soportar un turismo de masa.

Pero sus hijos, a despecho de Lord Byron, están pero que muy bien dispuestos a sacar provecho, mientras dure, de ese turismo que será su implacable destructor.

Pensando que veinte millones de turistas al año son demasiados como para que sea soportado el equilibrio en que la ciudad flota sobre el agua, los ediles venecianos, antes de que se cumplan los desastres anunciados por los versos del poeta inglés, han pensado explotar a esa ingente masa de bárbaros dstructores no sólo vendiéndoles baratijas de plástico y bocadillos untados con sombras de jamón, sino haciéndoles pagar la necesidad impelente del desahogo de sus humores corporales que, inevitablemente, de una forma o de otra, irían a parar, contaminándolas, a las aguas de su laguna y de sus canales.

Han echado bien las cuentas y han pensado que en su discurrir, una jornada, por entre las calles venecianas, cualquier turista, o ciudadano residente en la ciudad, tendrá la necesidad de hacer pis o aguas mayores, al menos un par de veces. Veinte millones de turistas equivaldrían, según sus cálculos, a cuarenta millones de meadas, dos «per cápita», pensando únicamente en aquellos que visitan un solo día la ciudad. Y han puesto precio a esa evacuación corporal: se deberá pagar 3 euros, en los servicios públicos, por un par de meadas, ni una más, al día; a quien tenga necesidad de mear más se le duplicará el impuesto, y así hasta el desahogo completo de sus vejigas o intestinos.

Y lo han previsto todo, que los venecianos, a lo largo de su gloriosa historia, siempre tuvieron buen ojo de mercantes para tratar de negocios. Si se reserva a través a internet se puede adquirir una tarjeta de crédito, la wc.Card, que les dará derecho, por el módico precio de 2 euros, a mear durante todo un entero día. Esta original e innovadora tasa se aplicará también a los residentes que escojan el hacer pis en los servicos públicos de la ciudad y que tendrán derecho a una wc.card de abono anual que costará 3,10 euros y que se deberá recargar con un mínimo de 5 euros, pagando, después, sólo 25 céntimos por cada ingreso en los retretes públicos. A los que ya han pasado los sesenta se les permitirá acceder a los servicos públicos siempre y cuando estén provistos de su wc.card, por ahora dicen que gratis, pero no me fio. Yo, por mi parte, estoy ansioso de añadir a mis tarjetas bancarias de crédito y a las de los supermercados, esta otra que me dará derecho a mear sobre las ya sucísimas aguas venecianas. Lo haré, inmediatamente, a través de la maravilla de la red.

Ya Goethe, en su Viaje a Italia, describía desde Venecia, el 1 de octubre de 1786, «la imperdonable suciedad de la ciudad en cuanto fue construida para mantenerla siempre limpia, ni más ni menos que cualquier otra ciudad holandesa». Es de imaginar la reacción que tendría el genial vate germánico ante el incivil comportamiento del que, seguramente, un buen número de entre esos veinte millones de turistas, tratando de evitar las ordenanzas municipales, orinen, directamente, en medio de sus calles o en rincones cercanos a las aguas de algún pequeño canal.

Cuenta Katharine Hepburn en su bellísima autobiografía, Yo misma. Historias de mi vida, que rodando en Venecia, en 1954, Locuras de verano, bajo las órdenes del gran director inglés David Lean, tuvo que caer, en una célebre escena de aquella deliciosa comedia, a las aguas de un canal veneciano, contagiándose de una infección, muy rebelde a la cura, de estafilococos que la estropeó la vista por el resto de sus días.

Mientras las arcas municipales de la ciudad de Venecia se enriquecerán de varios y conspicuos millones de euros anuales, los estafilococos estarán de enhorabuena. Cuarenta millones de meadas anuales les llevarán a disfrutar, subiendo desde las aguas que corren por debajo del puente de Rialto, de las delicias del arte de palacios, museos e iglesias de la mágica ciudad de la laguna. Un poco menos felices serán los visitantes que, por un descuido, con o sin wc.card, resbalen en algún canal, llevándose como souvernir, además de una góndola de plástico fabricada en China, una invisible legión de estafilococos que les acompañaran de por vida.

Y si este ritmo continúa con su imparable fluir es posible que, en el correr de pocas decenas de años, un día de niebla, con el agua alta y la lluvia, los tres elementos que componen su magia, la entera ciudad de Venecia sucumba bajo los efectos de un gigantesco tsunami de meadas que la sepultarán, para siempre, en un viscoso, proceloso y nada poético mar de orines y de mierda.

Javier Pérez Pellón

En un alarde de empatía social, los Goya han convertido en triunfadora a Camino, película sobre el fundamentalismo religioso. El cine español, que no sabe retratar la sociedad donde se desarrolla, se une así al «gran» debate -¿existe Dios?- que decora laterales y traseros de autobuses y que enfrenta a dos partes sordas que parten de sendos dogmas. En la radio escuché a un ciudadano que había contribuido a la campaña «Dios no existe» porque quería hacer proselitismo de su ateísmo. A eso ha llegado nuestra libertad de conciencia: las carencias -de fe- también quieren convencer.

Lo curioso del país en el que vivimos es que ser ateo está mejor visto que ser creyente. Si no, imaginemos un chaval de 20 años que vaya a misa y sea un fervoroso seguidor del Vaticano. Enseguida se le tachará de «opusino» y de votar indefectiblemente al PP. De la infinitud de matices que caracteriza el hecho religioso se ha llegado a la reducción a dos posturas tajantes en medios públicos de transporte. Y, según un muy actual prejuicio, al ateo sin duda se le considera más tolerante que al católico.

Personalmente, soy de los que piensan que la no existencia de Dios es aún más improbable que su muy improbable existencia. Considero que cada cual debe ser libre de creer en aquello que quiera o pueda sin que eso sirva para ponerle etiquetas. La libertad no sólo es la posibilidad de hacer lo que uno quiera, sino también verse libre de actos prejuiciosos y críticas gratuitas. Admiro a la gente que cree con fervor igual que desprecio a aquellos que utilizan su fe como argumento opresivo sobre mi propia libertad. Las cuestiones del alma en el alma deben quedar.

El problema es que la Iglesia apostólica católica romana, sobre todo en España, ha hecho mucho daño y ha ayudado en numerosas ocasiones al oscurantismo. Por eso la reacción -palabra madre de reaccionario- es criticar todo lo que tenga que ver con Dios y sus seguidores. Pero, sin duda educados en los viejos sistemas de la propia Iglesia, estos no-creyentes son tan fanáticos como aquellos de los que se quieren librar. Ser católico, para muchos, es algo malo. Peor incluso que ser musulmán. Y no opino. Simplemente constato una situación real de gran parte de la opinión pública mayoritaria.

De igual manera, estos modos de lo habitualmente llamado políticamente correcto se extienden a otros terrenos de la vida. Por ejemplo, aquellos que dudan del cambio climático son tachados automáticamente de perversos servidores de las petroleras. Si alguien, sin poner en duda la teoría de la evolución, cree que detrás de todo existe una inteligencia directora, se le acusa de fanático religioso. Si alguien considera que el matrimonio homosexual es un exceso, incluso si sólo pone en duda que las parejas homosexuales puedan adoptar, se convierte de inmediato en homófobo.

En definitiva, si no piensas como la mayoría, en España, manejada sutil mas magistralmente por la progresía, eres un sujeto carpetovetónico e intransigente.

Y esto no es así. El fanatismo consiste en intentar convencer a los demás de tus creencias y opiniones usando métodos coactivos, violentos y, en ocasiones, asesinos. En ciertas partes de Asia perduran gentes que adoran al demonio. Mientras no hagan mal a nadie, ¿qué más me da que ellos crean en esas cosas? Aún más, Jimmy Page, guitarrista y compositor de Led Zeppelin, fue satánico durante gran parte de su vida y eso no quita que sea uno de los grandes genios del rock.

El problema reside en que, para liberarnos de los prejuicios que nos oprimieron durante siglos, la actualmente corriente dominante de opinión está estableciendo otros. Aunque distintos a sus precedentes, a la postre son prejuicios y como tales intentan anular la posición contraria. Es lo que muchos llaman la dictadura de lo políticamente correcto.

La libertad es una e indivisible, como tuvo a bien escribir el maestro Salvador de Madariaga, oculto en la ignorancia española por culpa de esos prejuiciosos que estiman caducos y peligrosos aquellos pensadores que discrepan con ellos o, simplemente, piensan. Si está bien no creer en Dios, supongo que creer en él debe ser igual de bueno, con tal de que nadie nos intente imponer sus ideas, creencias o posturas.

En los últimos días oigo numerosos relatos acerca de la posible conversión de Voltaire en su agonía. Curioso si se tiene en cuenta que el francés siempre creyó en Dios, aunque no en el fanatismo en el que muchos incurrían en nombre de un dios que nada tenía que ver con el bondadoso y equitativo demiurgo volteriano. Lo importante es que cada cual crea en lo que quiera y que la discusión sobre estos temas no sirva únicamente para ocultar el auténtico problema de nuestra sociedad: una absoluta falta de principios morales que construyan una estructura social basada en el respeto y el apoyo mutuos.

Daniel Martín

El Gobierno no sabe qué hacer ante la crisis económica. Ayer Zapatero les ha vuelto a decir a los banqueros que den más créditos y que ayuden a los parados con hipotecas aumentando la moratoria. Ése, y el anuncio de que el ICO ofrecerá, en nombre del Estado, más créditos a empresas y familias, es todo lo que se le ha ocurrido al presidente Zapatero y a su vicepresidente Solbes, como gran iniciativa para movilizar la liquidez durante su tercer encuentro con los principales presidentes de los bancos y cajas de ahorro.

Y falta por saber si Zapatero -por ahora no se ha hecho público- llegó a amenazar a los banqueros con nacionalizar sus entidades, o poner en sus consejos de administración representantes del Gobierno, para controlar el destino final de las ayudas que reciben del Estado. Esto es lo que desde hace varias semanas se venía barruntando, aunque ayer oficialmente no se ha informado a la opinión pública de nada parecido. Ni sabemos si alguno de los banqueros presentes interrogó a Zapatero sobre sus intenciones en ese sentido, a corto y medio plazo.

En realidad, nada nuevo salvo el escenario, que ha pasado de los pomposos sillones blancos a unas mesitas o pupitres para todos, que resultaban un tanto ridículos, porque simulaban una escuelita del palacio de la Moncloa donde los maestros ciruelos del poder político vigente les leían la cartilla a los alumnos rebeldes de la banca y las cajas, a los que el presidente acaba de reñir por el reparto de beneficios, y a los que exige que den créditos para salvar la economía, imitando otras recientes regañinas del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a los banqueros de su país.

Pero en el caso español con una notable diferencia, que ayer puso sobre otra mesa el presidente de la asociación banca española (AEB), Miguel Martín, quien dijo que la diferencia de la crisis española con la de otros países está en que aquí se ha hundido la economía real, y que la banca ha resistido el envite, mientras que en otras naciones, como Estados Unidos o Inglaterra, ocurrió lo contrario, ha sido la crisis del sistema financiero la que elevó los malos datos de la economía y del paro.

Sin entrar en muchos detalles, Martín viene a insinuar que el Gobierno hizo dos cosas mal: pinchar la burbuja inmobiliaria, con exhibicionismo político y alusiones a la corrupción; y no tener preparado el recambio del modelo de crecimiento. Sin olvidar que este pinchazo fue acompañado de mala fama de inseguridad jurídica en España, lo que ha dañado de manera sensible la inversión extranjera en segundas viviendas de ocio de jubilados europeos y, por supuesto, el turismo de calidad.

Naturalmente, las responsabilidades no son sólo de una parte, sino que las hay para todos porque la banca y las cajas de ahorro, subidas en el boom de los pasados años, han prestado dinero sin control a las constructoras y a las inmobiliarias, e incluso -sobre todo las cajas- se han metido en el negocio inmobiliario. De igual manera, han sido muchos los bancos que se dieron la alegría de ofrecer créditos al consumo -coches, televisores, decoración, etc.- a granel, que hoy pesan mucho en la creciente morosidad que soportan las distintas entidades financieras.

Lo de la escuelita de la Moncloa es sencillamente pura propaganda y una reunión bastante inútil y poco práctica. Para empezar, lo normal hubiera sido celebrar una reunión de todos sentados en una misma mesa, como ocurre en cualquier negociación ministerial o internacional. Pero lo de los pupitres más bien ridículos de ayer, lejos de mostrar sobriedad, daban la impresión de que estamos en la ruina cuando los hombres más poderosos del país se ven sentados en ese tingladillo donde ni el prestigio del Gobierno ni la fuerza de la banca se veía por ninguna parte. Más bien al contrario, dio la impresión de que no sólo estamos en recesión sino caminado de la gran depresión, porque en la Moncloa no hay sala de reuniones, una gran mesa y sillones sino unos tableros del cole para los pretendidos malos alumnos y los austeros profesores.

Además, cada banco y cada caja son casos distintos. Y el presidente y su vicepresidente deberían saber que ellos pueden decir lo que quieran pero que los presidentes invitados de Santander, BBVA, Popular, Caja Madrid, Bancaja y La Caixa compiten duramente entre ellos y en muchos casos se llevan peor que mal, con lo que ninguno de los presentes iba a desvelar, en semejante reunión, su estrategia, preocupaciones y prioridades.

Mucho mejor y más eficaz hubiera sido que el vicepresidente Solbes se hubiera reunido en privado, y de uno en uno, con todos ellos para oírles y para plantear, según el caso, las posiciones del Gobierno. Pero de lo que se trataba, una vez más en este régimen fotográfico de Zapatero, era de salir en los telediarios y en las portadas de los periódicos, escondiendo para la ocasión los grandes sillones y los sofás, y apareciendo en la escuelita de la Moncloa, la última ocurrencia de Zapatero (y de sus asesores), que lejos de ofrecer confianza ofreció una pésima imagen de precariedad.

Pablo Sebastián

En el PP cambian fichas y preferencias: Esperanza Aguirre habilita una comisión de investigación en la Asamblea de Madrid, adicional a la pieza judicial que ya corre en el juzgado, y el Partido Popular da carpetazo a la investigación que llevaba adelante la secretaria general del partido, para evitar redundancias y confusión. El argumento puede servir, sobre todo cuando se aplica con benevolencia a uno mismo, generosidad que no suele corresponder con la que se aplica al adversario. Es la ley del embudo, ancho para uno y estrecho para el otro.

A Esperanza Aguirre se le ha abierto un socavón bajo los pies con estos juegos de espías e investigaciones subterráneas, unos contra otro en la misma familia. El argumento de la presidenta es que su Gobierno no es culpable de nada, que será aguas abajo donde se han podido producir algunas irregularidades, ¡sabe Dios con qué pretensiones! La otra opción era mandar a casa y al juzgado a algunos altos cargos por abuso y algunos otros posibles delitos.

Por el camino han sido un par de semanas a garrotazo limpio entre las familias de un partido donde demasiados andan a la greña y sin cortarse un pelo. Tras meterse en «barrillo» salpicando en todas las direcciones los dirigentes populares parece que han llegado a una tregua provisional interna que trate de evitar males mayores con esa lógica suicida del «y tú más…».

En cualquier caso el daño está hecho y no son pocos los contaminados y salpicados por el baile de los espías y lo que hay detrás de ese lamentable fenómeno. Rajoy ha aceptado retirar la investigación interna del partido, lo cual le evita no pocos problemas, a cambio de que las instituciones regionales hagan su trabajo. Van a actuar en paralelo una comisión de investigación en la asamblea, cuyo programa y procedimiento está por fijar, y la investigación del fiscal y del correspondiente juez, que determinarán si hay materia para formular una acusación y abrir juicio oral.

Rajoy ha sopesado que meterse en campaña en dos comunidades autónomas como Galicia y País Vasco con semejantes heridas abiertas en la propia sede social del partido arruinaba las posibilidades de un debate político con un mínimo de normalidad.

Cuando la popularidad del Gobierno español está muy baja por la mala gestión económica, la oposición se mete en un territorio pantanoso, por propia iniciativa y mérito, que arruina sus posibilidades. Un enorme borrón en el peor momento. Así se explica que todos se apresuren ahora a taponar heridas y aplazar las facturas y las venganzas para un momento menos crítico, menos inoportuno.

Mientras el Partido Socialista merodea sin echar toda la carne en el asador de la hoguera del adversario, quizá en espera de mejor oportunidad para sacar algún rédito. De lo que no hay duda es que un buen número de ciudadanos está hasta el gorro y que se pensará mucho su voto, incluso la posibilidad de acercarse a las urnas.

Fernando González Urbaneja

Como, en medio del fragor, había que darle una ¿última? colleja al candidato del PP en Galicia, Esperanza Aguirre anunció minutos antes de que Alberto Núñez Feijoo interviniera en un acto público que su partido aceptará en la Asamblea de Madrid una comisión de investigación sobre el caso de los espías. No sé si porque el candidato popular se llama Alberto o porque, al ser uno de los fieles a Rajoy, hay que quitarle toda esperanza, pero el asunto madrileño le va a salir tan costoso a Núñez Feijoo como a Antonio Basagoiti en el País Vasco, que, por cierto, se abrazó emocionadamente con Aguirre la pasada semana en un gesto de una ingenuidad sangilista.

Tendremos comisión, al parecer, aunque otra cosa es que se vaya a aclarar lo que ocurre en el Gobierno regional de Madrid. Los populares aguirristas, como el consejero Granados en su última y tancreda comparecencia parlamentaria, niegan la trama de espías para luego denunciar que se espió a su bienamado vicepresidente, que debe ser el único espionaje que aceptan de modo un tanto sospechoso. Al mismo tiempo, como ya se ha contado, filtran noticias, bulos y tonterías de distinto calibre para desacreditar a los espiados y a quienes quieren aclarar de una vez lo que ha ocurrido en esa cueva de Alí Babá en que se ha convertido la sede autonómica. Ahora, a la vista de que todo hace aguas, comisión, planteada además con el espurio criterio de que si no hay un papel en el que se obligue al espionaje no hay responsabilidad política: la Comunidad es muy grande y ni Granados ni Aguirre pueden, al parecer, saber qué hace cada uno de sus subordinados. Necesitarían, claro, más espías.

Pero la trama de espionajes y operaciones de descrédito no responde sólo a vengancillas personales y afán de control burocrático, sino -es cada día más evidente con lo que vamos sabiendo de contratas, negocios y favores- el sistema con el que se trata de evitar que se sepa lo que se va sabiendo. Ése es el fondo del asunto, lo que, junto a los espías, hay que investigar fuera y dentro de la Asamblea regional: la corrupción, las contrataciones sospechosas, el tráfico de influencias, los favores familiares y de amistad, las tramas de negocios, los chantajes económicos, el desastre. Ése es el terreno en el que se han movido los espías, los manipuladores, los intoxicadores y los corruptos. Estaría bien que, ya que va a haber comisión, no se olvide.

Cospedal, ante el anuncio de la comisión, anuncia a su vez que, por ello, suspende la investigación interna iniciada. Se habrá quitado con ello el susto que tenía en el cuerpo, pero lo lógico sería que el PP y sus dirigentes no se queden de perfil, sino que pongan a disposición de la comisión parlamentaria todo dato del que dispongan. Se quitan el susto ahora de los dimes y diretes internos, pero el problema del PP, el que este asunto madrileño agudiza, es de las relaciones con los ciudadanos, y son éstos, por una vía u otra, los que le están pidiendo claridad, limpieza, la retirada del escenario de los mentirosos y los corruptos. Así que, ahora, en vía parlamentaria o judicial, queremos saber todo lo que saben.

Germán Yanke

El presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, ha convencido a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, después de varias conversaciones telefónicas durante el pasado fin de semana, para que acepte la apertura de una comisión de investigación en la Asamblea madrileña para aclarar todos los extremos de la supuesta trama de espionaje que ha abierto en el PP la peor crisis desde que Rajoy fue elegido presidente del partido en el congreso de Valencia el pasado mes de junio.

Ésa es la solución que ha encontrado Rajoy, a veintiséis días de las elecciones autonómicas gallegas y vascas, para «congelar» el escándalo del espionaje y reconducirlo sin que se produzca lo que muchos temen: una escisión y una rebelión clara del partido, en Madrid, que sigue apoyando a Aguirre, y un progresivo enfrentamiento de los distintos responsables autonómicos con los responsables del PP madrileño.

Rajo ha consultado la decisión con varios barones y, con ellos, ha cambiado impresiones en la reunión que han mantenido en Génova con la excusa de estudiar el nuevo modelo de financiaron autonómica, que es apoyado por Esperanza Aguirre pero que produce reticencias en otras Autonomías.

Aunque durante estas semanas la presidenta de la Comunidad madrileña se ha resistido a cualquier tipo de presión para una investigación que afectase al Gobierno de la Comunidad, hasta el punto que recibió, con disgusto y malestar, el anuncio de Génova de poner en marcha su propia investigación, al final ha cedido y ha aceptado que en la Asamblea de la Comunidad se abra una comisión de investigación para debatir todos los extremos de la supuesta trama de espionaje, que será aprobada en la reunión de portavoces convocada para este martes.

Frente a los que han venido pidiendo a Rajoy mano dura con el partido en Madrid, el presidente nacional ha optado por la solución más sensata: congelar el escándalo hasta después de las elecciones; edulcorar, al máximo, el informe que está elaborando la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, y circunscribir el conflicto a Madrid, a la Asamblea regional, para que se investigue.

La última comisión de investigación de la Asamblea madrileña no llegó a nada cuando se pretendía, de forma ilusoria, aclarar otra trama: la que hizo posible el voto de los tránsfugas Tamayo y Sáez para impedir la llegada a la presidencia de la Comunidad de Rafael Simancas.

Aquella comisión no llegó a nada, a pesar de que había implicaciones con dirigentes del PP (ahí está Romero de Tejada, premiado con un puesto en el Consejo de Administración en Caja Madrid) y, al final, todo quedó en nada.

Eso es lo mismo que puede pasar, ahora, cuando Rajoy ha decidido congelar el informe que estaba preparando María Dolores de Cospedal (¡menudo papel el de la nueva secretaria genial del partido!), pactar con Esperanza Aguirre, e impulsar una comisión de investigación en la Asamblea madrileña (¿qué papel está representando en esta extraña película Tomás Gómez, el representante del PSOE que lo que pretende es simplemente heredar, y si es Caja Madrid mucho mejor?) que, con toda seguridad, no llegará a nada.

Cuentan en Génova que los barones del partido han estado muy duros con la presidenta de la Comunidad y que, en cierto modo, están hartos de las peleas internas en Madrid, pero la realidad es que, al final, un Rajoy desbordado ha optado por la solución más sencilla: convencer a Aguirre para que, internamente, depure las responsabilidades a que haya lugar.

Como siempre, Rajoy ha dejado que el tiempo resuelva el problema, sin saber que el tiempo juega en contra suya… y que está viviendo sus últimas horas.

José Oneto

El Real Madrid ha presentado con todos los honores de las grandes solemnidades en el palco presidencial del Santiago Bernabéu al futbolista de banda que pedía su entrenador, Juande Ramos. Se trata de un futbolista ‘alquilado’ de rebajas en el mercado de invierno que al menos sí ha resultado económico. Ahora hace falta que sea ‘bueno y bonito’ y, ojalá me equivoque, el francés Julien Faubert no sea una ganga que pueda resultar cara a la larga. Tanto por lo que cuesta como por lo que valdrá su billete de vuelta si es que no interesa dentro de cuatro meses.

Dicen los ‘boludistas’, tan contentos ellos con la incorporación a la plantilla blanca del francés Faubert, que cuenta como uno de sus grandes méritos el haber lucido en una ocasión la camiseta de la selección francesa con el ‘diez’ del gran Zinedine Zidane, que esto sí es fichar y no lo que hacían Ramón Calderón y Pedja Mijatovic antes de arribar Vicente Boluda a la presidencia del club madridista.

El Real Madrid ‘chupa’ en demasía de Robben. El holandés tiene que duplicarse en los partidos para engañar al equipo rival haciéndole ver que los de Juande Ramos juegan con dos extremos, como parece querer Juande Ramos para su once ideal de cara a hacer algo importante como la conquista de la décima Liga de Campeones y mirar de reojo ante posibles descuidos del Barcelona en la Liga.

No sé si Faubert, cuya presentación registró una escasísima afluencia de público, va a ser el refuerzo que necesita el Madrid. Por supuesto que no es el galáctico ni el cromo que Calderón y Boluda -o Florentino, Villar Mir, Onieva, Sanz…- habrían contratado en el mercado de verano, y mucho menos para ganar unas elecciones. Pero fichado está, y ya que lo tenemos entre nosotros, recemos que salga bueno, bonito y barato. Porque futbolistas del Real Madrid capaces de hacernos vibrar pueden contarse con los dedos de una mano.

Antonio Cubero

La pasada semana el Príncipe Felipe asistió, en Madrid, a la inauguración del Año Internacional de la Astronomía, coincidiendo con el 400 aniversario de la primera observación con un telescopio.

Nada ha podido satisfacerle más, a nivel personal, que este acto.

Aunque se trata de un hombre con los pies bien asentados en la tierra, su pasión por las estrellas, del firmamento of course, viene de lejos. Desde que era un niño.

Su primer juguete fue… un telescopio, con el que pasaba horas y horas de la noche, robándole horas al sueño, para escudriñar el firmamento.

Independientemente de ser un Príncipe Heredero, educado como tal, aunque dentro de una normalidad familiar, Felipe no fue un niño al uso, como el resto de los de su edad. No sólo por esta afición tan especial sino también por sus lecturas en la misma línea.

Aunque él ha admirado a su padre, a quien gustaba de imitar, hasta en los mas mínimos detalles, por ejemplo: llevar el reloj en la mano derecha como el Rey, de su madre ha heredado su pasión por el mundo de los extraterrestres, de los ovnis, el de las galaxias, el de «los caballos de Troya» de Juan José Benítez, cuyas obras completas figuran en su biblioteca particular.

El primer telescopio se lo regalaron sus padres, los Reyes, con motivo de su 11 cumpleaños, aconsejados por la Reina Federica, quien también tenía pasión por la astronomía.

El encargado de buscarlo fue José Antonio Alcina, quien no sólo recorrió todas las tiendas especializadas sino que, incluso, acudió al Centro de Investigación de la Armada. «Al fin elegí uno adecuado a su edad y a su talla», confiesa quien fuera su preceptor, encargado por el Rey de vigilar la educación y formación del Príncipe, desde 1984, y ayudante-secretario desde 1989 hasta 1993.

El telescopio se instaló en una de las terrazas del palacio de la Zarzuela. Desde aquel 30 de enero de 1979, muchas eran las noches que el Príncipe pasaba hasta las tres o las cuatro de la madrugada observando las estrellas. Muchas de estas noches acompañado de su abuela materna, la Reina Federica, que fomentaba aquella afición hasta el extremo de organizarle una visita al observatorio de Madrid.

Fue inolvidable porque aquel día el Príncipe pudo contemplar, por primera vez, en la cúpula del telescopio, Saturno y Júpiter.

Me gustaría saber si conserva todavía la brújula japonesa y el álbum de fotografías, tomadas por la NASA desde la nave Voyager, que el director del centro, Rodolfo Núñez de las Cuevas, le regaló con motivo de la visita.

También qué fue de aquel primer telescopio, de color naranja, con el que Felipe dijo haber localizado los anillos de Saturno y que ha debido recordar con motivo de la inauguración del Año Internacional de la Astronomía.

José Apezarena, en su libro El Príncipe, recuerda que la pasión por la astronomía ha sido frecuente entre los Reyes de España. Uno de ellos, Alfonso X el Sabio, fundó un observatorio en el Castillo de San Servando, en Toledo.

Pienso que Don Felipe ya no necesita mirar al firmamento buscando las estrellas, porque las más importantes las tiene en su casa, en su vida: Letizia, Leonor y Sofía.

Jaime Peñafiel

Todo apunta a que a Mariano Rajoy le han vuelto a tomar el pelo desde la Comunidad de Madrid, cambiándole una falsa comisión de investigación de la Asamblea de Madrid -sin derecho a interrogatorio de la oposición- sobre los espionajes ocurridos en el PP de Madrid, por la suspensión de la comisión investigadora del PP que se le había encargado a la Cospedal. Lo que le regala una media victoria a Aguirre y sus «compinches», aunque por mucho que ella cante victoria, como hoy lo harán sus medios publicistas de comunicación, El Mundo y la COPE, no debe olvidar que ya se ha dejado demasiadas plumas en este corral del PP, que más bien parece una corrala madrileña, con los vecinos a palos, de principios del siglo XX.

Cospedal ha querido justificar la marcha atrás diciendo que por ahora sólo se trata de una suspensión, y que si la investigación de la Asamblea de Madrid, o de la Fiscalía y los tribunales, desvela responsabilidades políticas en la Comunidad de Madrid, el PP tomará medidas. ¿Cuáles? En fin, para ese viaje no hacían falta las alforjas de la comisión del PP, la que, dicho sea de paso, ha sido ninguneada por la Comunidad Madrid sin reconocerle la menor autoridad política ni moral, a pesar de las enormes sospechas que pesan sobre los primeros inquilinos de la Puerta del Sol. Insistimos, ¿acaso tenían día libre los guardias civiles adscritos a Granados en los días y horas en los que se hicieron los seguimientos a Prada, Cobo y Lapuerta?

En fin, un respiro para todos y también para Rajoy, que se bate en retirada sin haber desenvainado la espada, como suele ser habitual en él. Pero ¿no le parece suficiente al líder del PP que Aguirre haya desvelado con detalles las conversaciones del 2006 en el despacho del presidente y del tesorero del PP, o los seguimientos más que probados a los citados dirigentes de los populares –quid prodest, como le gusta decir a Aguirre-, los más odiados por ella, González y Granados, como resulta evidente en las revelaciones relativas al 2006.

Total, ya estamos otra vez con el descarado cinismo de Aguirre y sus tantas veces reiteradas palabritas -desde el más negro oscurantismo- de ¡»luz y taquígrafos»! Sí, mucha luz eléctrica y muchos taquígrafos y resulta que la oposición no puede interrogar a los testigos que comparezcan en comisión de la Asamblea de Madrid. ¡Qué clase de comisión de investigación es ésa! Y preguntamos ¿qué pasaría si la oposición rechaza la fórmula? ¿Entonces la Cospedal volvería a reabrir la comisión investigadora del PP?

Pues eso, luz de gas y taquígrafos mancos, y mucho «pico y pala», «pico y pala» de Aguirre para ver si mete en su tumba a Rajoy y Gallardón, tres por el precio de una. Y preguntamos en medio de semejante confusión: ¿acaso no tiene nada que decir sobre toda esta farsa el alcalde de Madrid? Pues no, la lengua del gato se la comió un ratón. El alcalde insiste en ponerse él solo de perfil, pero la riada del Manzanares se los llevará a todos por delante en esta farsa donde, al día de hoy, nadie habla claro ni dice la verdad.

Si, como parece, Rajoy ha vuelto a pactar con Aguirre, como lo hizo en el mes de enero del pasado año para echar al alcalde de la lista al Congreso del PP, a qué espera Gallardón para levantar la voz ante la opinión pública y los militantes y dirigentes de su partido, exigiendo liderazgo y una clara y contundente investigación del PP de Madrid. Pues no se sabe. El alcalde sigue metido en la cajita del reloj, esperando el día «D», o el día después de los comicios europeos, a ver si para entonces se estrella Rajoy y las bases del partido le echan a Aguirre las culpas del desastre electoral, y todos al unísono lo aclaman a él.

Marcello