lunes, mayo 13, 2024
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Roma no paga traidores

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La palabra sueldo, en nuestra vieja lengua castellana, conserva una evidente connotación peyorativa que delata, de alguna manera, sus orígenes no del todo presentables, y que la sabia etimología nos ayuda a desvelar.

El sueldo proviene del latín tardío, en aquella época en que los decadentes emperadores se mantenían en el poder tan sólo mientras conservaran el apoyo de las tropas. Hasta entonces, el ejército romano había recibido sus emolumentos en denarios, la famosa moneda de plata que ha dado origen a nuestra palabra dinero, que también sirvió para pagar la traición de Judas, y que ante el deterioro progresivo de la hacienda imperial, se había visto mermada, tanto en el peso como en la calidad de la aleación, hasta llegar a ser rechazada por los propios soldados romanos. De esa manera, exigieron el pago en oro, que ya entonces era el valor refugio por antonomasia, obligando al tesoro imperial a acuñar esa nueva moneda, el solidus, destinada principalmente a mantener contentas a las levantiscas tropas mercenarias, dejando, de alguna manera, en agua de borrajas aquella expresión antigua según la cuál, Roma no pagaba traidores.

Habían pasado muchos siglos,en efecto, desde que la inflexible república romana, a través del orgulloso Escipión, había contestado de aquella altiva manera, ordenando además su inmediata ejecución, a los traidores que pedían su pago por haber asesinado a Viriato, tal y como les había prometido Marco Pompilio. El decadente imperio romano no podía permitirse tales excesos moralizadores y prefería, mucho más prudentemente, no sólo pagar espléndidamente a los traidores sino hacerlo en monedas de oro contante y sonante.

Quizás sea por eso por lo que cuando decimos que alguien está a sueldo de otro, dejamos entrever que en esa relación hay algo turbio, no del todo presentable, que esconde vaya usted a saber qué turbias componendas. De no ser así, recurrimos a otras expresiones, mucho más neutras, que no conllevan esas connotaciones peyorativas.

Tal es el caso, por ejemplo, cuando leemos en la prensa, sin salir de nuestro más que justificado asombro,que el también lusitano como Viriato y los traidores que cobardemente le asesinaron, José Manuel Durao Barroso, antiguo Presidente de la Comisión Europea, y del Gobierno de su sufrido país, ha sido contratado por determinado banco estrechamente relacionado con los grandes padecimientos y sinsabores que actualmente sufren muchos europeos y, más cruelmente todavía, muchos de sus conciudadanos portugueses. El asombro ante esta noticia no se explica tanto al comprobar que, en efecto, ese señor acaba de iniciar una relación laboral con esa institución bancaria como por darnos la impresión que, desde antiguo, en el sentido más etimológico del término,parece haber estado a sueldo de otros.  

Ignacio Vázquez Moliní

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