domingo, mayo 19, 2024
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Vista a la izquierda… mediterránea

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AL LORO

En tiempos –no tan atrás,  hace siete meses-, cuando Syriza parecía un partido de izquierdas, más que el deteriorado Pasok, pero con dirigentes que cumplían sus compromisos a pesar de que ya apuntaban maneras, Pedro Sánchez intentó ser recibido por Tsipras, al que los sondeos auguraban el triunfo, como así fue.  

Cuando Sánchez estaba convencido de que podría convertirse en algo así como el referente del futuro primer ministro griego en España, se le adelantó Pablo Iglesias, que  se fue a Atenas, se fotografió con un Tsipras que le trató como se trata a los colegas e incluso participó en la campaña electoral pidiendo el voto para Syriza. Hoy, seguro, Pedro Sánchez bendice aquello que pudo ser y no fue, porque la imagen de Tsipras no es precisamente la de un político fiable. Parecía que sabía moverse en la estrategia negociadora, pero al final aparece como un hombre intransigente, que no cumple sus compromisos, que no guarda ases en la manga como hace quien reta al adversario, y que además está llevando a los griegos a una situación angustiosa, aunque la última palabra aún no está escrita. Pero lo que están sufriendo estos días ya no se lo quita nadie.

Si los críticos a Podemos miran hoy hacia Grecia para tratar así de alertar sobre lo que podría ocurrir en España si Iglesias fuera presidente, en el caso de que Sánchez hubiera conseguido aparecer como aliado de Tsipras no estaría ahora tan convencido de que va a ganar a Rajoy, de calle, en el mes de noviembre. Lo que está por ver es si los pactos con Podemos le pueden pasar factura.

En el PP preparan su conferencia de los días 11 y 12 con el objetivo de que de ella salga el programa electoral, en el que se pondrá el acento en las políticas sociales como cuenta cualquier ministro o dirigente del PP con el que  cruces un par de frases. Pero cuentan más: están total y absolutamente convencidos de que por primera vez desde que hay democracia  si gana  el PP –como creen- pero sin alcanzar la mayoría absoluta, el principal partido de la oposición –el Psoe en ese caso- no va a dejar que gobierne el candidato de la lista más votada, sino que tratará de llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas para impedir que Rajoy continúe siendo presidente.

Eso obliga al PP a  dos logros: uno, ganar las elecciones por una mayoría tan amplia que para derribarla tendrían que sumar fuerzas todos los partidos de la oposición, lo que no parece fácil. Dos, de aquí a noviembre deben los populares tratar con cierto cariño a los partidos que le pueden echar una mano si hace falta hacer frente a la operación que pueda  poner en marcha Pedro Sánchez. Tanto Suárez, como Calvo Sotelo, Felipe González, Aznar y Zapatero gobernaron alguna legislatura en minoría, pero Sánchez ya no está en esa línea que se ha respetado hasta ahora.

Los últimos días se han formado los gobiernos regionales que faltaban  concretar porque había que ultimar los apoyos necesarios. Al menos dos de los ya presidentes han confesado a esta periodista que no han podido contar para su equipo con  todos los consejeros que tenían en mente:  en unos casos las negativas estaban relacionadas con los salarios, varios de los llamados verían reducidos sensiblemente sus sueldos actuales y no podrían mantener su calidad de vida. Sobre todo alegaban que difícilmente podrían pagar los estudios de sus hijos con la reducción. En otros casos los que les ha echado para atrás ha sido la certeza de que iban a sufrir un deterioro considerable y nada conveniente de su imagen profesional y personal. El político, hoy, es uno de los trabajos peor valorados. La corrupción, que  la mayor parte  de la gente considera generalizada aunque no lo es,  ha hecho mucho, muchísimo, daño.

Pilar Cernuda

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