Es más que un pulso, más que un reto. Artur Mas pretende chantajear al presidente de gobierno: si no acepta un referéndum, adelanta las elecciones y las convierte en plebiscitarias.
El presidente de la Generalitat no sabe con quién se juega el tipo. Infinidad de votantes del PP, y algunos destacados militantes que forman parte del ala más conservadora del partido, comentan abiertamente que el presidente no le ha echado coraje al asunto y que tendría que aprender de lo que hizo Aznar. Sin embargo Rajoy sabe perfectamente lo que está haciendo y está convencido además de que hace lo que debe hacer, plantar cara al independentismo sin elevar excesivamente la voz ni tomar decisiones drásticas.
Pone de los nervios a muchos, pero es probable que tenga en la memoria lo que ocurrió cuando Aznar se puso como se puso contra los que independentistas catalanes: Esquerra Republicana de Catalunya, que hasta entonces andaba manga por hombro y con una mínima representación parlamentaria, utilizó convenientemente el victimismo para conseguir escaños en el Congreso y en el parlamento autonómico.
Rajoy no es hombre de frases contundentes ni demoledoras, lo que irrita a los que quieren un presidente que enseñe los dientes. Pero a lo mejor lograr así romper los esquemas del adversario y minar su paciencia. Y que cometan errores, como el de Artur Mas al mostrar la papeleta que demostraba que había votado a favor de la independencia. Como decía un destacado periodista catalán a la abajo o arriba firmante, que Mas no cuente ya con su voto: se siente nacionalista a muerte, pero independentista ni de broma. Y como él, explicaba, infinidad de votantes de CiU.
Pues eso, que Mas dice que si no hay referéndum permitido por Moncloa y por el Tribunal Constitucional, elecciones plebiscitarias. No pueden permitir ese referendum ni Moncloa ni el TC, no pueden caer en la ilegalidad, así que atentos a la siguiente jugada de Mas, a ver si efectivamente convoca elecciones.
Saca pecho, como Artur Mas, y se niega a admitir la evidencia: que el voto independentista no es ni de lejos el que pensaban
Junqueras por su parte quiere gobierno de concentración, elecciones anticipadas y legislatura constituyente e independentista. Saca pecho, como Artur Mas, y se niega a admitir la evidencia: que el voto independentista no es ni de lejos el que pensaban. Alguien de su entorno con los pies en la tierra, que seguro que hay, tendría que hacerles las cuentas, porque se comportan como si el 9N hubiera sido la apoteosis, pero el 80 por ciento de síes de poco más del 30 por ciento de participantes en el referéndum, significa un 25 o 26 por ciento de independentistas. Con ese resultado, si se celebran elecciones Artur Mas se va a casa. Porque es evidente que todos los independentistas fueron a votar excepto, como decía Chencho Arias, los que tenían 40 de fiebre o habían encontrado ese día el ligue de su vida.
Rajoy acepta la reforma constitucional, pero sin que suponga secesión territorial o ceder la soberanía. Pedro Sánchez está convencido de que el problema catalán se solucionaría con una reforma constitucional que convirtiera España en un Estado federal. Habría que verlo, porque no existen apenas diferencias entre la España autonómica y el modelo federal, excepto en el papel del Senado. Y además ni Artur Mas, ni Oriol Junqueras –que es quien acumula más voto independentista- no se conforma con nada que no sea un Estado propio y separado de España.
Sánchez está enrocado en el federalismo, pero hay que reconocer su esfuerzo para mantener una posición de mesura tras la celebración de la consulta. No se ha dejado llevar por lo fácil, la crítica feroz al gobierno por no haber logrado apaciguar las ansias independentistas de Artur Mas, sino que se ha inclinado por analizar las cosas de forma serena y con la colaboración de los dirigentes regionales, con Susana Díaz a la cabeza.
El domingo habrá declaración de Zaragoza que, seguro, insistirá en la necesidad de reforma constitucional, estado federal y el etcétera que se repite desde que se hizo cargo del Psoe. Pero al menos no ha optado por el tremendismo.
Pilar Cernuda