Esta es una carrera loca en la que nadie, ni dentro ni fuera de España, se responsabiliza de verdad de lo que está pasando ni de lo que va a pasar. Sucede así sustancialmente porque los reales centros de decisión escapan al control de las instituciones representativas, que son los organismos europeos, los Gobiernos de la Comunidad, el Parlamento europeo y los parlamentos nacionales. Ahora se habla otra vez de la necesidad de devolver la capacidad de decisión a las instituciones representativas. Pero nadie sabe cómo se hace eso.
¿Será que lo que también está en crisis es la democracia representativas, tal como la conocíamos tras la Revolución Francesa? Todo es posible en esta etapa de desorientación global y de resquebrajamiento de todas las estructuras levantadas en el último siglo y medio. Aquí en España, además, somos especiales, y nos entretenemos en problemas obsoletos, como el de ETA y las detenciones, sin percatarnos de que ETA, por mucho que no se haya disuelto oficialmente, ha dejado de existir como problema preocupante para este país.
De nada servirá soñar con la segunda fase del euro, con la integración bancaria, financiera, presupuestaria y política, mientras que no empecemos por fulminar el ilegítimo poder casi absoluto de los llamados mercados y otras realidades a las que nadie ha elegido y en las que nadie ha depositado las llaves de la responsabilidad, que han sido por ellos secuestradas y aprovechadas en su exclusivo beneficio, aunque sea a costa de la miseria y la pobreza de millones de europeos y del derrumbamiento del Estado de Bienestar. Que se lo cuenten a los ciudadanos de Grecia, Portugal, Irlanda… y España, que si no está intervenida está en una situación muy parecida a esa. Por cierto, lo que ha pedido oficialmente el Gobierno español, ¿es el rescate financiero o qué demonios es? ¿Y a la agencia de calificación Moody’s quién le ha dado la venia para tomarse la libertad de descalificar globalmente a la banca española, cuando todos sabemos que sólo unos cuantos bancos la merecen? Pues lo que decía.
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Pedro Calvo Hernando