viernes, abril 19, 2024
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Repago a la vista

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Ya estoy viendo carteles en las calles: «Me hagan el favor de tener buena salud y no se acatarren en masa. Ministerio de Sanidad». No cabe duda de que frente a la enfermedad lo suyo es no ponerse malo, quizá sea una recomendación simple pero es un remedio natural de los que le gustan a Ana Mato. Ya decía Jardiel que la Medicina era el arte de acompañar a la muerte con palabras griegas, y básicamente lo que busca Sanidad es que no le salgamos demasiado caros en el tránsito.

De momento no sabemos cómo afrontar algunas enfermedades pero sí hemos encontrado la manera de hacer caja con ellas y es el método del trabuco sanitario también llamado copago, repago, o vuelva usted a pagar lo que ya pagó en su día. Dicen que no es desmontar el estado del bienestar pero es lo más parecido que se conoce; la Sanidad gratuita es cara y doña Ana ha encontrado un camino excelente para cobrar por las recetas. Ya verán como lo siguiente es un estudio en el que concluyen que somos los europeos que más nos gastamos en medicinas y los que tenemos en casa mas cajas y botes de pastillas caducadas. Y Ana Mato hará un discurso diciendo que desde lo alto de estos jarabes pasados de fecha cien siglos de derroches nos contemplan. La cuestión es que el ciudadano se quede con la idea de que es un manirroto que tiene aburrido al sistema nacional de salud con sus continuas visitas al médico, y de paso influir en los galenos para que vuelvan a dar palmaditas en la espalda y receten menos. A veces un abrazo a tiempo tiene el poder curativo de varias pastillas, y así se fomenta la proximidad de la relación médico-paciente de tal manera que seremos todos tan amigos aunque esa tos no termine de curarse nunca. Dirán que Cervantes con una mano escribió «El Quijote» y que Beethoven fue un excelente músico a pesar de la sordera crónica.

El paradigma del enfermo ideal de los nuevos tiempos es Rambo que además de alimentarse de raíces y productos del bosque era capaz de coser su brazo con hilo de pescar y sin anestesia. Quizá si repetimos el mantra del «¡no hay dolor, no hay dolor!» consigamos evitar el despilfarro en fármacos que adormecen. Y, por supuesto, adiós filigranas como la viagra que se entiende como un artículo de lujo, a partir de cierta edad si la naturaleza no le dota a uno de propulsión erótica se tendrá que aguantar porque no estamos para patrocinar noches de lujuria en los asilos.

Lo suyo es tener a mano una rebequita para evitar constipados de verano a causa del aire acondicionado; los mocos y las toses quedan declarados agentes víricos antisistema.

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Rafael Martínez Simancas

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