sábado, mayo 18, 2024
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Sindicatos cabreados

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Está claro que una Reforma Laboral como la que ha hecho el Gobierno tiene que crear polémica. Es tan profunda y tan revisionista de los viejos conceptos que existían en el mercado laboral de España que es imposible que todo el mundo esté de acuerdo. Por un lado, pone patas arriba la estructura obsoleta de ese mercado laboral. Y, por otro, remueve los cimientos del sindicalismo español, heredero directo del sindicalismo tardofranquista, acostumbrado a vivir de subvenciones y prebendas y haciendo ostentación de un poder que no tiene en la realidad. Y eso es duro.

Y más, cuando los grandes sindicatos españoles, y siento mucho decirlo, viven en el siglo pasado. Defienden el puesto de trabajo en lugar de defender la creación de empleo. Y esa forma de pensar está anclada en lo más profundo siglo pasado. De ahí toda esa retahíla de frases hechas y tópicos que hemos oído este fin de semana.

Por supuesto y como digo, la reforma no es perfecta. Pero tampoco es “La consagración del despido libre…” o “El desmantelamiento del derecho al trabajo”. Con ella no se trata de volver a los siervos de la gleba como están vendiendo unos sindicatos incapaces de hacer nada ante la sangría de parados que estamos sufriendo, sino todo lo contrario: está poniendo las bases para que se cree más trabajo.

Yo soy de los que piensa que el Gobierno estaba obligado a hacer algo. Había que hacer algo. Y si el paro no se conseguía reducir con medidas cataplasma como hacían los socialistas, había que usar la cirugía. Por eso, todo lo que sean medidas que ayuden a fomentar el empleo y a crear puestos de trabajo, tienen que ser bienvenidas.

Méndez dice que el Gobierno se ha comportado como si España “fuera un país intervenido” por la troika que manda en el mundo (FMI, BCE y CE) al dar luz verde a una nueva legislación que lo que pretende es acercar nuestro modelo a los que rigen en nuestros socios europeos. ¿Y qué? ¿Hay algo de malo en ello, señor Méndez? Que se sepa, en España ya triplicamos los tantos por cientos de parados que tienen esos socios.
Es para echarse a llorar oír decir a Cándido que con esta reforma “los ricos cada vez serán más ricos, los pobres más pobres y habrá un deterioro progresivo de la clase media”, cuando el modelo laboral que él defiende ha generado más de cinco millones de parados. Y esos sí que son pobres, mi querido amigo.

Entiendo que los sindicatos estén cabreados porque han perdido poder. Esta reforma elimina buena parte del control que ejercían,  junto con la patronal, sobre la negociación colectiva y los presupuestos de la formación profesional. Y están en el camino de perder las generosas subvenciones que recibían. Pero deberían ser menos demagogos.

Es cierto que, de entrada, esta reforma traerá más paro. Es de cajón. Y que ese paro lo aprovecharán esos sindicatos para movilizarse. No quieren ver que sienta las bases de una reactivación importante o, al menos, lo intenta y se echarán a la calle para ir contra ella. Pero la realidad es que lo harán para no perder sus privilegios.

Por supuesto, están en su derecho de responder de la forma que quieran y de defender lo que les parezca bien pero, ojo, que pueden fracasar estrepitosamente porque su prestigio, tras el septenio negro zapaterista, está bajo mínimos. Que hagan encuestas antes de ir a una huelga general. Es más, creo que las tienen.

Yo pienso, por el contario, que es una oportunidad histórica para que esos sindicatos dejen atrás caducos planteamientos proteccionistas de los trabajadores fijos que tanto han contribuido a la expulsión del mercado de trabajo a los empleados con contrato temporal y apuesten por un modelo de relaciones laborales eficaz en una sociedad que ha cambiado mucho y muy deprisa en este siglo y hace tiempo que ha enterrado sus viejos preceptos sindicalistas. Entre otras cosas, para que haya más trabajo.

Pinocchio

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