lunes, mayo 27, 2024
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Botín y Krugman: La lógica quebrada

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Al inicio de esta semana el Profesor de Princeton y Premio Nobel de Economía nos reiteraba en el New York Times su tésis de que las medidas de ajuste económico, particularmente la reducción del gasto público, tienen un efecto contractivo en el entorno económico que, lejos de contribuir a la superación de las crisis, no hacen sino ahondar en la recesión y consiguientemente incrementar el desempleo. En contraposición a dichas políticas de recorte, Krugman propone aprender de las experiencias pasadas y promover políticas expansivas del gasto público que actúen como motor del crecimiento económico, ante un consumo y una inversión privada capitidisminuidas por la caída de la actividad y el brutal endeudamiento. Esta posición ha sido mantenida por el prestigioso economista prácticamente desde el estallido de la crisis financiera en 2008 aunque no de modo uniforme, ya que, por ejemplo, en su visita a España por invitación de su admirador ZP, echó un jarro de agua fría sobre el entusiasta anfitrión indicando que la solución económica para España pasaba por la devaluación interna, es decir, reducción de precios, reducción de salarios y reducción de beneficios, de incrementar el gasto público no dijo nada de nada.

Ahora bien, la lógica de esta exposición repetida quiebra y cae en el vacío cuando preguntamos al profesor por las posibilidades de financiación de dichas políticas de gasto público. La Economía, como casi todo en la vida, es más sencilla, -por básica-, de lo que a veces se nos quiere hacer creer. Unmayor gasto público solo se paga con mayor endeudamiento o con mayores impuestos. La vía de incrementar la deuda pública no parece razonable si consideramos que las tensiones financieras y su repercusión en la economía mundial en general y de la eurozona en particular en los últimos 18 meses son debidas básicamente a las crisis de la deuda soberana. Si tenemos en cuenta que hay países, como Italia, cuyo déficit público está precisamente producido por el servicio de los intereses de la deuda, comprenderemos que no parece haber mucho recorrido por ese camino. ¿Eurobonos? Europa no es un país… Queda la alternativa de incrementar los impuestos ¿A quién? Si los aumentamos a las empresas, reduciremos su competitividad y su margen para afrontar planes de inversión y expansión. Si gravamos la renta de las personas físicas, el consumo ya retraído disminuirá aun más por el recorte en la renta disponible y, lo que es peor, afectará a las expectativas de los individuos que se sustentan en una previsión de su renta permanente y por consiguiente perjudicará la confianza y las posibilidades de recuperar el crecimiento (Esta es una teoría de Milton Friedman a la cual Krugman, con esa esquizofrenia intelectual que padece respecto al afamado Profesor de Chicago, nunca se ha opuesto sino todo lo contrario). Subamos los impuestos a los más ricos, dicen algunos. La historia nos enseña que tipos marginales superiores al 50% tienen el doble efecto pernicioso de la desmotivación o la deslocalización (el mundo es global) y tampoco son sustantivamente significativos en sus consecuencias recaudatorias. Si subimos los impuestos indirectos, básicamente el IVA, afectaremos de forma directa a los precios que soporta el consumidor final, con el doble riesgo de inflación (el pasado nos enseña que la curva de Philips no es sagrada y que inflación y recesión son compatibles) y de reducción del consumo privado. La capacidad recaudatoria efectiva de otros impuestos (especiales, patrimonio…) es en la práctica irrelevante en estos términos. Por lo tanto, querido Profesor, seguimos sin saber cómo se financia esa política alternativa y, en consecuencia, no es posible tomar en consideración si sus efectos serían mejores o peores que las recetas actuales: política económica- ficción.

También en estos días el Presidente del Banco de Santander (querido Emilio, según para quién) nos ha ofrecido su visión sobre la situación actual, las causas de la misma y las posibles medidas para solucionar los actuales problemas. En primera instancia nos ha dicho el Sr. Botín que la mayor responsabilidad de la crisis es atribuible a los políticos. Sin negar yo la premisa, me ha llamado la atención el símil utilizado por Don Emilio para ilustrar dicho aserto, al referirse a que cuando una empresa va mal, la responsabilidad es de los directivos. Hombre, dado que en el origen de esta crisis económica está una gravísima crisis financiera, cabría argumentar que si muchas de las entidades financieras del mundo lo hicieron muy mal, alguna responsabilidad corresponderá también a sus directivos. Cierto es que en determinadas empresas en España, los directivos están por encima de toda responsabilidad, incluso criminal.

Pero la parte más impresionante de la exposición del Presidente del Santander es la relativa a la reforma laboral y a la fluidez del crédito. Según el Sr. Botín, es necesaria una reforma laboral de calado para que el crédito vuelva a fluir. Al igual que en el caso de Krugman, la lógica quiebra y quedamos suspendidos en el vacío, asiendo nuestros propios cabellos. ¿Qué relación hay entre la muy necesaria reforma de la legislación laboral y la imperiosa necesidad de que los bancos vuelvan a prestar dinero a las empresas? A mi juicio ninguna, pero me someto a mejor criterio. Lo cierto es que las entidades financieras decidieron cerrar el grifo del crédito, entre otras cosas porque es menos arriesgado y más cómodo recibir dinero prestado de las ayudas del BCE al 1% y prestarlo a los Estados al 3% o más, en una operación que se sabe finalmente avalada por la UE. La reforma laboral es tan imprescindible como lo es la financiera, pero desde luego no es ninguna condición para que el dinero vuelva al circuito bancario comercial Y del mismo modo que el gobierno tendrá que tomar decisiones duras para que el mercado de trabajo sea eficiente, deberá también adoptar decisiones drásticas para que los bancos regresen a su función, que es financiar la actividad productiva, esa que proporciona salarios y beneficios con los que se pagan impuestos, se ahorra, se consume y se invierte. Habrá que volver a ese negocio bancario tradicional y abandonar los gigantescos préstamos sindicados para financiar operaciones corporativo-especulativas otorgados sin más soporte ni garantía que la proyección esperada del valor de las acciones cuya compra se financiaba.

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Juan Carlos Olarra

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