viernes, abril 26, 2024
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Gingrich clama venganza

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Mientras los líderes Republicanos contemplan con horror la campaña de Newt Gingrich por llevarse por delante en solitario al probable candidato presidencial, deberían de recordarse esto: Gingrich es una criatura de su propia creación.

El ex presidente de la cámara baja no tiene prácticamente apoyo entre la opinión pública. En los comicios de New Hampshire, el 90,6% de los votantes de las primarias Republicanas votó a otro candidato. En los de Iowa, el 86,7% de los que acudieron a los comicios eligieron a otro. Gingrich obtuvo menos de 40.000 votos en los dos estados juntos — un recuento que ni siquiera le conduciría al consistorio de algún municipio.

Pero hay 5 millones de motivos de que los Republicanos tengan que temer a Gingrich. Esa es la cifra de dólares que el magnate multimillonario del juego Sheldon Adelson donaba al supercomité de acción política pro-Gingrich — la mayor donación a la causa de un candidato de la historia de los Estados Unidos. Esto permitió al comité de acción política Winning Our Future contratar 3,4 millones de dólares en anuncios electorales en Carolina del Sur — suficiente para saturar el estado de venenosos anuncios sobre Mitt Romney. El vídeo de casi media hora pasando revista a la actuación de Romney en Bain Capital, dado a conocer el miércoles, proporciona un aperitivo de lo que se avecina la próxima semana.

Los izquierdistas llevan dos años denunciando el fallo del caso Citizens United en el Supremo, sentencia que hace posible las donaciones sin ningún límite. Pero los Republicanos del Capitolio se resistían a las tentativas de limitar el daño del fallo — y ahora Gingrich les muestran las consecuencias de sus propias acciones.

Habiéndose recuperado por completo de su promesa del mes pasado de protagonizar una campaña «implacablemente positiva», se presentaba en Carolina del Sur el miércoles con renovados bríos hacia aquellos Republicanos que le han pedido que relaje sus ataques a Romney.

«Me parece que el pueblo estadounidense merece saber cosas», decía a la prensa en Rock Hill, Carolina del Sur. «Estoy dispuesto a que la gente se cabree a izquierda y derecha».

Pero ahora mismo la gente de la izquierda está encantada con Gingrich. Sus aliados y él están haciendo el trabajo contra el probable candidato Republicano mejor de lo que nunca podrían hacerlo el Presidente Obama y los Demócratas.

«Considere Mitt Romney», dice un vídeo del nuevo portal de Gingrich, montado para hacer el payaso y demostrar un amplio repertorio de las meteduras de pata verbales de Romney: su comentario «me gusta poder despedir a la gente», su argumento de que «las multinacionales son personas», sus explicaciones de la empresa de servicios de jardinería y paisajismo que contrató y que tenía contratados inmigrantes en situación irregular, su apuesta de 10.000 dólares con Rick Perry, su miedo a «recibir la carta de despido», sus comentarios de dar caza a «pequeños bichos», su convencimiento de que su perro disfrutó viajando sujeto a la baca del coche de Romney, hasta su extraña tentativa de cantar la canción «¿Quién ha soltado a los perros?»

Rick Perry se lo ha pasado bomba con los ataques del «capitalismo buitre» a Romney. Pero las palabras de Perry no tienen tanta importancia porque no tiene una donación de 5 millones a estrenar que destinar a arrancar la piel a tiras a Romney. Gingrich era más probablemente el tipo al que Romney tenía en mente cuando se quejaba el martes de «la amarga política de la envidia». Romney, camino de Carolina del Sur, denunciaba explícitamente que Gingrich está en contra de «la libre empresa».

Romney lo ha entendido mal. Los ataques de Gingrich a su imagen son la esencia misma de la libre empresa: cuentan con la ayuda de las leyes de financiación electoral que venden los comicios al mejor postor. Para aquellos Republicanos que creían que las donaciones políticas sin límite iban a ser algo bueno para su partido, constituye una deliciosa ironía que un multimillonario del juego esté utilizando su dinero para respaldar un ataque populista al favorito Republicano.

«El capitalismo de enchufe, donde la gente se rasca mutuamente la espalda a expensas del resto de este país, no es libre empresa, y plantea dudas de que sea injusto», decía Gingrich en Carolina del Sur. Los estadounidenses, decía, deberían de saber si las empresas son «justas con el pueblo estadounidense, o si alcanzan acuerdos en nombre de instituciones del sector financiero y gente muy rica».

Si a las élites Republicanas no les gustan los millones de dólares que se están gastando en amplificar ese mensaje anti-Romney, es culpa de ellas.

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Dana Milbank

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