En efecto, todos los líderes de IU lo han sido porque “no había otro” y la evolución de los nombres ha demostrado que el que había era peor que el anterior. Así, hasta llegar a Cayo Lara que, no solo representa lo más arcaico de la izquierda española, sino que, además, lo demuestra a diario. El caso de la Junta de Extremadura ya no es el de algunos de los ayuntamientos que han pasado del PSOE al PP por el apoyo o abstención de IU. El asunto tiene la suficiente trascendencia como para que los que han tomado la decisión lo hubieran hecho ejerciendo la responsabilidad y no instalados en el odio que le profesan al PSOE desde hace años, como parece que ha ocurrido.
Los electores de la coalición han votado izquierda, lo más seguro, por su desencanto con los socialistas, pero no puede darse por probado que estén de acuerdo en aliarse con el PP. Izquierda Unida ha tenido la posibilidad de forzar cambios en el modo de gobierno de Fernández Vara con quien, ideológicamente, está más cercano y es más afín. Pero ese odio manifiesto les conduce a un punto en el que son capaces de “saltarse” un ojo si los socialistas se quedan ciegos.
Y como la política es un viaje de ida y vuelta, hay quien dentro del PSOE trata ya de sacar lectura positiva al considerar que la reedición de la “pinza “ y el sacrificio de Extremadura puede resultar beneficioso para sus intereses en las elecciones en Andalucía y en España del año que viene, donde podría darse una posible movilización del voto de izquierdas a su favor y evitar la previsible victoria por goleada del PP. Sirva o no de revulsivo para el PSOE, lo que parece claro es que IU ha recibido el abrazo del oso y más pronto que tarde se quedará sin respiración.
Con un funcionamiento asambleario, sin un líder sólido, y sin ideario convincente, Izquierda Unida parece que ha comenzado su ocaso y lo hace, precisamente, por el mismo lugar que se pone el sol.
Editorial Estrella