sábado, mayo 18, 2024
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Una intervención aliada

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Muchos estadounidenses – y también muchos árabes, a esos efectos — tienen la intuición de que si hay una guerra en Oriente Medio, Estados Unidos debe ir en vanguardia. Me alegro de que no sea el caso de la intervención libia. Los estadounidenses deberían estar encantados de dejar que Francia y Gran Bretaña, emplazadas cerca, tomen la iniciativa.

El presidente Obama está pasando página, dejando que otros países lancen la primera salva contra Muamar Gadafi, no hay duda en eso. Pero a mí me parece una buena estrategia, no un error irresponsable.

Lo que está cada vez más claro al ver el curso de los acontecimientos de la última semana es que Obama quiere cambiar en realidad la narrativa acerca de América y el mundo árabe — incluso al precio de ser criticado por vacilante y débil de voluntad. Intuye (correctamente, en mi opinión) que durante las últimas décadas América, sin pretenderlo realmente, se convirtió en una potencia post-colonial en Oriente Medio. La narrativa de la intervención militar estadounidense se extiende del Líbano a Irak pasando por Afganistán, con el horrible paréntesis del 11 de septiembre de 2001. Obama parece decidido a romper con ella. Realmente es el anti-Bush.

La administración ha sido objeto de críticas por cambiar de rumbo en Libia en el transcurso de la pasada semana — resistiéndose la intervención y luego apoyándola. Pero la idea esencial, creo yo, es que Obama estaba dispuesto a intervenir sólo cuando estuviera claro que había un consenso internacional — a favor del que votaron la Liga Árabe y las Naciones Unidas a continuación. Ese me parece el orden adecuado de las cosas, sobre todo cuando América todavía tiene grandes ejércitos destacados en otros dos países musulmanes.

Los rebeldes libios merecen apoyo, pero eso no debería traducirse automáticamente en acciones militares estadounidenses unilaterales. Apenas empezamos a entender quiénes son los rebeldes y lo que quieren. Podría haber existido un argumento emotivo a favor de la acción militar en su defensa hace varias semanas, pero no un argumento estratégico sólido.

¿Cómo debe de desarrollarse esta guerra? Lo que se avecina son algunas hostilidades, que no es probable que se prolonguen mucho tiempo, teniendo en cuenta lo que sabemos del ejército de Gadafi; luego veremos probablemente un alto el fuego y luego un proceso político-militar — entre bambalinas gran parte de él — que conducirá a la salida de Gadafi y el relevo con alguna clase de coalición de gobierno.

Esta guerra de Libia podría ser caótica y confusa, y desde luego no será lo que los estrategas del Pentágono harían si pudieran dictar los acontecimientos. Pero ésa es la idea: América no va a redactar este guión sola. Y eso es algo bueno.

David Ignatius

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